check: Historia de la Fí­sica (Capí­tulo 1)

 

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· Marzo 2008

Portada
n�mero 18

Editorial xviii
por Gotardo J. González

· Literatura

Borges nipón
por Paul Bitternut


Li Bai, entre la persona y el personaje
por Gotardo J. González

Polen de ideas
por Florie Krasniqi

· Música

Zahara Eléctrica: “She is a big teaser”
por Antonio Muñoz Vico

· Poesía

Li He, poemas inéditos
por Alicia Relinque Eleta

· Teatro

La otra literatura en China, el teatro Yuan
por Alicia Relinque Eleta

· Cine

Aproximación al cine en China
por Florie Krasniqi

· Culturas

Carta desde China
por Han Wubai


A lomos del espinazo del dragón
por Joaquín Carmona

· Relatos

Onirismo
de Florie Krasniqi.

Poeta y princesa
de Loredhi.


Conociendo a Daniella, o Relatos Cariocas
de Ignacio García Medina.


El valle de la muerte
de Rafael Rubio.

· Granada

Juan Bustos Rodríguez
por Paul Bitternut


El Patio de los Arrayanes
por Florie Krasniqi


El tranvía de los sueños
por Alejandro Fernández Gutiérrez

· Libros

La hija del curandero de Amy Tan
por Florie Krasniqi


Balzac y la joven costurera china, de Dai Sija
por Florie Krasniqi

 



· Lenguas Afiladas

Nace un nuevo estado en la vieja Europa
por David Laso

Crónicas de Elvira:
por Paul Bitternut


Vuelo 714:
por Gotardo J. González

La planta 7 y 1/2:
por Jos� L. Ballesteros

Retales de sueños muertos:
por Mani Caldito

La linterna tr�gica:
por Florie Krasniqi

Tres infiernos y un solo cielo:
por Zara Patricia Mora


Semanario de una motocicleta:
por Paul Bitternut


El bistur� el�ctrico:
por Sebas L.


El M�ster:
por el M�ster de LdF

 

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Historia de la Fí­sica (Capí­tulo 1)

Gotardo J. González
Nº 13 de Septiembre de 2006


 

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La física en la antigüedad

Recuerdo haber visto un libro de catecismo de la década de los noventa que realizaba una enseñanza confusa y poco acertada: mediante un breve texto y una ilustración sencilla explicaba cómo el hombre habitaba una superficie plana, delimitada por los bordes del fin del mundo –suponemos que uno de ellos podría ser el océano atlántico-, situada sobre el terrorífico y hoy día negado infierno y sobre la que se apoyaban las columnas que sostenían sobre nuestras cabezas la bóveda estrellada del cielo. Una idea así debían tener nuestros antepasados de hace unos tres mil años.

La primera actividad del hombre englobable dentro de la física fue mirar al cielo. Las grandes civilizaciones de la antigüedad (chinos, babilonios, egipcios) estudiaron los astros llegando incluso a predecir eclipses pero sin éxito a la hora de explicar los movimientos planetarios. En éste punto de inflexión del conocimiento humano, antes de hacerse –y responder- ciertas preguntas sobre la naturaleza, el cielo era un misterioso techo plano en el que unas luces lejanas brillaban por alguna causa más mística que astronómica. Unos cuatrocientos años antes del nacimiento de Cristo los griegos ya empezaban a desarrollar teorías, aún inexactas pero no del todo equivocadas, sobre la composición del universo. Leucipo concebía el atomismo más tarde desarrollado por Demócrito, que afirmaba que todo estaba formado por microscópicas partículas llamadas átomos, y que contradecía a la Teoría de los elementos, del siglo anterior.

Durante el periodo helenístico, Alejandría se convirtió en el núcleo científico de occidente. Desde Sicilia, Arquímedes, entre otros inventos como el tornillo infinito o la polea, descubría las leyes de la palanca y de la hidrostática, principio el de ésta última que llevaría su nombre y que enunciaba que “todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del fluido desalojado”, razón por la cual se puede explicar que flote un barco o vuele un globo aerostático. En la astronomía también se realizaron grandes descubrimientos: Aristarco de Samo desarrolló un método para medir las distancias relativas entre la tierra y el sol y la tierra y la luna, inútil finalmente por falta de medios aunque bien encaminado, y también, según se cree a través de los escritos de Arquímedes, fue el primero en afirmar que la tierra gira alrededor del sol; Erastótenes midió la circunferencia de la tierra y elaboró un catálogo de estrellas; Hiparlo de Nicea descubrió la sucesión de equinoccios; y Tolomeo, ya en el s. II d.C., elaboró su sistema para explicar el movimiento de los planetas, en el que la Tierra permanecía en el centro de las órbitas circulares del resto de astros.

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Historia de la Fí­sica (Capí­tulo II), por Gotardo J. González
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Gotardo J. González
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Revista de Cultura Lenguas de Fuego - ISSN 1886-3027
Última actualización: 1 de abril de 2008