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Eurídice

En Octubre de 1600 tuvo lugar la representación de la que es considerada la primera ópera. Fue en el Palacio Pitti de Florencia, con motivo de la boda de Enrique IV de Francia y de Mª de Médici, cuando se representó Eurídice, la cual nace de la colaboración de Jacopo Peri, música, y del poeta Ottavio Rinuccini, libreto, ambos pertenecientes al grupo que fundó la “Camerana Florentina” en 1594.

El objetivo de este grupo era rescatar el arte dramático de la antigua Grecia (por influencia renacentista). Si además tenemos en cuenta que hasta el siglo XVII la ópera será considerada más un “género literario”, eso sí, acompañada de música (“recitativo”), no hay mejor tema que el mito de Orfeo y Eurídice, en un prólogo (cuya finalidad es que la gente se calle) y cinco actos.

En el primer acto nos presenta lo bonito y maravilloso que es el amor, sobre todo cuando uno es hijo de Apolo y la musa Calíope y ella una ninfa. Como segundas partes nunca fueron buenas, en el siguiente acto una serpiente muerde a Eurídice que muere y deja desolado a Orfeo y a la que le lleva el mensaje del acontecimiento. El hijo de Apolo va en su búsqueda a los infiernos en el tercer acto acompañado de la Esperanza y, tras abandonarlo ésta al encontrar la famosa frase de Dante “Abandonad toda esperanza los que entráis”, tiene que adormecer con su canto a Caronte para poder cruzar la laguna Estigia. En el cuarto conmueve a Proserpina y hasta al mismo Plutón, el cual concede a Orfeo su deseo de que Eurídice vuelva con él con la condición de que no se vuelva a mirarla y, como se pueden imaginar, la curiosidad mató al gato. En el quinto acto Orfeo se lamenta, al borde de la locura; papá Apolo baja del Olimpo apenado por el trágico dolor de su hijo y le dice que lo acompañe al cielo, donde podrá gozar de nuevo de la compañía de su amada. Mientras Apolo y Orfeo se regocijan en su alegre dúo, el coro despide al poeta.

PASTORES
Vete, Orfeo, plenamente feliz,
a gozar de los honores celestiales
allí donde jamás falta el bien,
allí donde jamás existe el dolor,
mientras que sobre nuestros altares
nosotros te ofrecemos,
en la alegría y en la devoción,
incienso y votos.
Como aquel que responde
sin reservas a la llamada
de los dioses eternos,
como quien ha sufrido
aquí abajo el infierno
obtiene el cielo y la gracia.
El que siembra en las pruebas
recogerá los frutos
de todas las gracias.

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