Apenas ponga el trasero en el sofá, tocará mis rodillas atrapándolas por unos minutos con sus manos e impidiendo que cruce mis piernas. Tratará de mirarme a los ojos, pero desistirá en menos de un segundo. Entonces irá a mis zapatos, a mi vestido, a mis brazos desnudos, al incipiente escote que parece no serlo. Cuando note que sus manos están ya demasiado tiempo sobre mis piernas, las sacará inmediatamente. Pero recapacitará, siempre lo hace. Todo esto lo sé de memoria, aunque aún no suceda. Aunque falten diez minutos para subir las escaleras y tocar su puerta.
Palabras estúpidas llenarán el aire. Intentos de diálogos. Bocas secas que aplacaré con el horrible café sobre la mesa. No le pediré azúcar ni usar el baño. Apenas miraré qué ropa lleva puesta o cuán inclinados siguen los cuadros en la pared. Si la alfombra está sucia o si él se acaba de duchar, tampoco me importará. Ya nos conocemos demasiado.
Cuando llegue el instante de dejar caer la ropa, lo forzaré a mirarme sólo mis pechos y mi entrepierna. Mis ojos estarán prohibidos. Los besos también. Se auto estimulará los segundos necesarios para extenderse encima de mi y de un golpe casi llegar a tocar mi garganta. Se moverá graciosamente, como siempre lo hace. Los minutos variarán según mis movimientos, según qué tan lenta o rápidamente me agite debajo. Nos daremos vuelta y quedaré sobre él. ¿Sexo oral? Quizás él lo haga, no lo sé. Luego de un rato le propondré algo. Lo obligaré en realidad. No podrá hablar, quejarse o pedir que me detenga. El maldito me hará caso con reticencias, pero lograré poner mis manos sobre su cara y hundirlas hasta los huesos. Mis caderas se deslizarán en forma horizontal largo rato hasta que se haga insoportable. Después en una línea vertical hasta casi la desesperación. Los sonidos no estarán en mi boca ni en la de él y habrá secuencias de cinco llamadas telefónicas completas.
El agua recién hervida en la cocina no chocará contra el fondo de alguna taza ni se mezclará con café y cigarrillos esta vez, sino que dará de lleno en la mitad inferior de su cuerpo. Cuando note que su piel blanca cambia en instantes de color; cuando observe macabramente áreas de su cuerpo recogerse hasta parecer arrugados pedazos de papel que intentan desaparecer; cuando constate que su cuerpo se inmoviliza completamente después de un rato, y cuando el silencio al fin llene su puta boca, comprobaré en forma empírica que no era tan difícil vengarme después de todo.
Faltan dos minutos apenas para subir las escaleras y tocar su puerta. ¿Lo avisarías de que estoy subiendo?…Estoy impaciente por comenzar.
Faltan dos minutos para subir las escaleras y tocar su puerta. ¿Lo avisarías?….Apúrate, estoy impaciente por cruzar su departamento y comenzar.
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