Cuando era yo un mozuelo estudiante, cuando se acercaba la Navidad, siempre se representaba por los estudiantes, elegidos a dedo ya que desde pequeños se nos enseñaba cómo funciona la sociedad, el Auto de los Reyes Magos.
El que bautizó este manuscrito incompleto encontrado en el siglo XVIII en la catedral de Toledo por Felipe Fernández Vallejo fue, cómo no, el gran Menéndez Pidal, el cual cree que fue compuesto en torno a 1150, lo cual es destacable ya que nos encontramos ante el primer drama religioso vernacular, posterior en unas pocas décadas a la introducción del rito romano en la ancha Castilla.
En época de exámenes era un texto muy apropiado porque, aunque lo solían representar los empollones del lugar, no quitaba mucho tiempo de estudio debido a que tan sólo han sobrevivido 147 versos, polimétricos 16, 14 y 9 sílabas; Menéndez Pelayo destacó el instinto dramático con que ya el poeta intenta acomodar las situaciones y el verso iniciando la luego típica versificación polimétrica característica del teatro español), distribuidos en seis personajes: Melchor, Gaspar, Basaltarysecayó, Herodes , un sabio anciano y un rabí.
Nos encontramos ante tres monólogos, uno por rey, que expresan su asombro ante la Estrella y mezclan su angustia ante el enfrentamiento entre la razón y los sentimientos que despierta en sus corazones. Luego pasamos al encuentro del triduo monárquico el cual comenta entre sí la informan del hallazgo y la creencia del nacimiento del rey celestial al que piensan ir a adorar. Herodes tomará buena nota, como suponen, cuando los Magos tengan una entrevista con él. La última escena nos presenta la discusión entre dos de sus consejeros, llamados todos ellos por Herodes: el rabí y el sabio; el primero declara su desconocimiento sobre esos hechos que supuestamente están acaeciendo, el sabio lo acusa de que miente y que su supuesta ignorancia no es tal.
El texto queda interrumpido.
A pesar de su brevedad es un texto muy interesante y, nos atrevemos a decir, muy moderno para su época.
Es una pena el que todas estas representaciones típicas se vayan perdiendo; es una lástima que el teatro, al igual que el resto de los géneros literarios y como la cultura en general, esté perdiendo importancia convirtiéndonos en muchos Herodes, intentando destruir todo aquello que nos sobrepasa.
Por cierto, los Reyes Magos no existieron; no estoy atacando la Fe ni muchísimo menos, simplemente se tratan de un símbolo que quizá, si nadie lo hace antes, algún día comentaré. Les recomiendo la lectura para saber más de Memorias de Andrónico, escrito por un jesuita (no me acuerdo del nombre); es un libro muy interesante, sean creyentes o no.
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