Una bola de tenis vuela de fondo a fondo de una pista hasta chocar con la red quedando suspendida en el aire, sin saber de qué lado caerá; así comienza Match Point, la última (y dicen que mejor) cinta de Woody Allen, con una trama que reflexiona sobre el azar y la suerte.
A partir de aquí se narra el vertiginoso ascenso social y laboral de Chris Wilton (interpretado por Jonathan Rhys Meyers) con un ritmo cada vez más frenético. En Londres, rodeados por lugares emblemáticos de la capital inglesa como las torres del parlamento, Covent Garden, la vieja fábrica que ahora es la galería TATE Modern o St. James’s Park, Chris Wilton conocerá a Chloe Hewwet (Emily Mortimer) y configurarán un triángulo amoroso junto a Nola Rice, papel interpretado por Scarlett Johansson tras el abandono de Kate Winslet una semana antes de comenzar a rodar.
Se habla ya de Oscars para Woody Allen y para Scarlett Johansson (que finalmente no llegó a obtener nominación por Lost in Translation). Match Point tiene toda la personalidad de las películas de Allen a la vez que cuenta una historia completamente distinta con un trasfondo de reflexión sobre el azar en la vida de las personas.
Woody Allen ha rodado con equipo nuevo, casi enteramente bitánico, y la experiencia, aparte del buen resultado que ha dado, ha gustado al director hasta el punto de hacer comparaciones odiosas entre los sistemas de trabajo neoyorkino y londinense. Al final en la cinta ha quedado perfectamente dibujado un paisaje de Londres en el que tienen cabida toda una amplia gama de ingleses arquetipicos: cockneys, burgueses, adinerados terratenientes, o hijas de papá frías y calculadoras.
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