<p class=»autor»>Los riesgos de la perfección</p>
<p class=»texto»>Él parpadeó, por consiguiente, un círculo de ideas le arribaron, enseguida el bloqueo se hizo sentir. La ciudad había evolucionado, había llegado una forma más avanzada de democracia, ya no se mataba, ni se torturaba con la soledad. Sólo que ahora la solución pareció un ente del mal. La urbe no era la de antes, había futurismo, era una ciudad casi perfecta donde las máquinas habían logrado su plenitud y no se podía diferir la existencia física de la existencia robótica, no se es, se aparenta. En tanto que la ciudad era una gran fábrica dominada a manos de personas de quién sabe qué procedencia, no había historia, ni registros, ni catálogos, era una fábrica en la inmensidad del valle. La supresión del error como ley, impuesta hacía más de una década, hacía pensar que era una ciudad dominada por las máquinas, pero la verdad era difusa y distante. </p>
<p class=»texto»>Sucedió un día que a los pensadores racionales los fueron apresando uno a uno hasta dejarlos inocuos, inmóviles en sus sitios, la gente no entendía, ya no pensaban, más bien eran máquinas. Fue entonces que él descubrió la verdad antes de ser aprehendido, resultó que los autómatas, iban en busca de una sociedad perfecta donde no se permitiera el pensamiento diferido y variado, es tal, que a quienes violaban su ley, eran llevados a su centro y su cerebro e ideas eran neutralizados, muchos sostenían que había una inserción de circuitos integrados en el cerebro para manejar sus pensamientos, y frente al atentado del pensamiento, un choque eléctrico hacía olvidar la idea y que la persona quedara estática en su lugar de origen. </p>
<p class=»texto»>Así fue que se llevó a cabo este holocausto, comenzaron por los filósofos, pensadores y doctos en materias similares, luego se expandió a toda la sociedad, porque todos, en el fondo eran ideólogos. Hoy la sociedad es perfecta, muy a menudo se escuchan sirenas, él no ha vuelto a pensar. Estoy disimulado en mi ciudad, huyo, me escondo, relato para que alguien pueda encontrar el manuscrito y poner de revés la realidad social. Es meramente imposible, los límites están bien cercados, bruma. Unidad, soy sólo el uno, la sirena suena, vienen a por mi; Me retiro, he pasado a disponibilidad?
Crónicas de la primera fundación de Buenos Aires (III)
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