<p> A día de hoy, España está viviendo un momento muy delicado en relación con el terrorismo de ETA y, en general, con el nacionalismo (podría haber optado por decir “delirio nacionalista”, pero creo que ese matiz se encuentra ya implícito en la carga semántica de la palabra: todo nacionalismo es en sí delirante). <br>
La estrategia actual de los partidos políticos, basada en la aniquilación sin tapujos del adversario y del propio sentido de Estado, tiende a confundir a los ciudadanos, y el desconocimiento de acontecimientos que por su proximidad histórica no nos son del todo nítidos, nos lleva muchas veces a posicionarnos ideológicamente sin un fundamento verdaderamente sólido e inteligente frente a cuestiones públicas de gran calado. <br>
No es la equidistancia respecto de las actuaciones políticas, sino la inteligencia y la razón lo que ha de llevarnos a apoyar una u otra argumentación, sin necesidad de estar continuamente definiéndonos por nuestra afinidad con la izquierda o la derecha. Al fin y al cabo, cuando se prescinde del juicio crítico y del escepticismo lo que queda es, precisamente, el prejuicio, la mera adhesión dogmática. Por eso conviene recelar de quienes alaban a un partido político, a sus dirigentes o sus ideas, sin cuestionar jamás sus postulados.<br>
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Recientemente, en el contexto afable y desenfadado de una discusión en un bar de barrio, uno de los contertulios planteó, no sin cierta confusión, por qué razón no se puede negociar en España con los terroristas de ETA de la misma forma que el gobierno británico lo hizo con el grupo terrorista IRA, en Irlanda del Norte. De inmediato alguien advirtió que las diferencias entre un caso y otro eran abismales, que no se podían hacer paralelismos, pero las preguntas se sucedían y nadie sabía dar una respuesta certera a la cuestión.<br>
Por eso, me ha parecido oportuno indagar en el asunto y demostrar que las diferencias entre la situación con respecto al IRA y la ETA son bastante claras:<br>
-En primer lugar, Inglaterra invadió colonialmente Irlanda en el siglo XVI, imponiendo una clase dominante completamente separada de la población local, y separada cultural, religiosa y hasta físicamente de ella.<br>
-La segunda, en 1916 estalló una guerra de independencia en Irlanda, con mucha violencia por ambas partes, que concluyó con el establecimiento de la República en la mayor parte de la isla y con la permanencia bajo dominio británico de la parte del norte. Nada parecido sucedió nunca en el País Vasco.<br>
-Tercera: en Irlanda del norte el dominio de protestantes de origen británico sobre católicos irlandeses siguió siendo muy grande.<br>
-Cuarta: la región nunca tuvo ninguna autonomía.<br>
-Quinta: el ejército británico estaba (y está desplegado todavía) en Irlanda del Norte, y ha llevado a cabo la lucha contra el terrorismo, con legislación especial, etc. Algo que sería impensable en un país como España, en que el ejército es un anatema que estigmatiza a todo el que defiende su mera existencia (ni para qué decir su reforzamiento). Una prueba más de que en España somos absurdamente hipercríticos con todo lo español, mientras que tendemos a idealizar a los países de nuestro entorno.<br>
Pero lo más importante es que los acuerdos llamados de <em>Stormont</em>, clave del proceso de paz, que aquí se ponen como modelo, no tienen ningún paralelismo, porque ni reconocen el derecho a la unificación del norte con el resto de Irlanda (razón de la existencia del IRA) ni menos todavía dan a la región una autonomía comparable a la que tiene el País Vasco. El parlamento de <em>Stormont</em> (autonómico, para entendernos) tiene tan pocas facultades que el gobierno británico lo puede suspender a voluntad. El resultado es que el IRA, al ser derrotado, ha entregado las armas a cambio de algunas ventajas penitenciarias, y de esa autonomía limitada, que ni de lejos se parece a la que disfruta el País Vasco.</p>
El IRA y la ETA
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