Durante poco más de un mes ha tenido lugar en el Corral del Carbón la representación de Los pícaros del Corral, los lunes, y de Bodas de sangre, los martes, en el llamado Los veranos del Corral.
Ésta, sin duda, ha sido una de las actividades más interesantes del verano junto con el espectáculo flamenco que se organiza en el mismo lugar y el Romancero Gitano de Cristina Hoyos que se ha representado en el Generalife.
Las críticas que había escuchado sobre las dos representaciones teatrales habían sido bastante buenas hacia Teatro para un Instante. Los Pícaros se centra el la obra de Cervantes El vizcaíno fingido y la otra en el texto de Lorca -como es obvio-.
Los Pícaros comienza con una especie de presentación de loss integrantes del grupo teatral que nos intenta introducir en una representación cómica de El vizcaíno fingido. Se busca el chiste fácil con demasiada frecuencia, ciertos gestos más cercanos a buscar la complicidad del espectador que a representar el entremés de Cervantes.
Bodas de sangre es el plato fuerte, es la obra a la que intentan dar más consistencia gracias también a que el drama es más cercano al público y la predisposición es mucho mejor.
La actuación es tan solo aceptable, destacando especialmente Nuhr Rojo sobre todo en Bodas aunque, como ya he dicho, el lucimiento es bastante más fácil en esta segunda. También me llamó la atención Concha Medina. El resto de actores se mantienen en un nivel aceptable en su mayoría excepto algunos que no cumplen cuyos nombres voy a ahorrarme.
El montaje me pareció bastante regular, sobre todo por la falta de originalidad. Se aprovecha un espacio de una forma sencilla y corriente, sin que haya un atisbo de novedad. Simplemente se cumple con el trámite al igual que con lo que respecta a la dirección, que en bastantes ocasiones deja mucho que desear. Creo que hay ciertos aspectos que han sido forzados por razones políticamente correctas de la compañía.
Lo peor de todo fue la organización. Se vendieron demasiadas entradas lo que hizo que más de uno tuviera que ver el espectáculo desde la puerta, con columnas por medio, al lado de los cuartos de baño, aguantando el paso de la gente que llegaba tarde y escuchando, además de los móviles de los subnormales de siempre, el ruido de sacar sillas del montón.
No recomendaría especialmente estas obras pero, sin duda, estaré atento a nuevas actuaciones de esta compañía y de alguno de sus componentes los cuales, probablemente, con un poco de suerte, darán que hablar.
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