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Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares

Figura sin duda controvertida, ha sido visto, sobre todo por los liberales del XIX y los intelectuales del XX, como uno de los grandes símbolos de la intolerancia, defensor del castellanismo a ultranza pretendiendo que todo girase alrededor de la Corte, y del autoritarismo monárquico. Lo que no se le puede negar, aunque algunos lo achaquen a un medio para entontecer y distraer a su graciosa majestad Felipe IV, es que fue un gran impulsor de la cultura y, probablemente, una de las piedras angulares para que tuviese lugar el Siglo de Oro, especialmente en pintura.
Don Gaspar de Guzmán nació en la embajada española en Roma en 1587 – su padre, don Enrique de Guzmán, era embajador de Felipe II ante la Santa Sede (su madre era doña María Pimentel de Fonseca, hija del conde de Monterrey)-. Cuando la familia regresó a España, don Gaspar, con trece años, empezó a cursar Derecho en la Universidad de Salamanca para preparar su carrera eclesiástica, fin obligado al ser el segundo hijo y, por lo tanto, no tener opciones con respecto a la herencia paterna. Sin embargo, la muerte de su hermano mayor en 1604 lo convierte en heredero y lo lleva a Valladolid, lugar donde se había establecido la Corte de Felipe II, preparándose en usos cortesanos. No obstante, su experiencia italiana y su paso por la Universidad marcarán en él una huella que nunca se borrará.
A la edad d veinte años hereda de su padre y se convierte en el tercer conde de Olivares con una renta más que aceptable para una familia noble de segundo nivel aunque no comparable con la de sus familiares, los duques de Medina Sidonia, por los que siente una envidia enorme. Rápidamente concerta su matrimonio con su prima, doña Inés de Zúñiga y Velasco, dama de honor de la reina Margarita e hija del conde de Monterrey –matrimonio que, por supuesto, tiene la finalidad de, al menos, consolidarse socialmente-. De los tres hijos que tuvieron tan sólo María de Guzmán vivirá, aunque tan solo hasta 1626.
Entre los años 1607 y 1615 su vida transcurre en Sevilla, ciudad con una floreciente vida literaria en la que don Gaspar puede saciar sus inquietudes obteniendo incluso licencias de la Inquisición para poder acceder a obras prohibidas como las de Erasmo o Calvino.
La Corte de Felipe III se traslada a Madrid y, debido a la boda de Felipe IV con Isabel de Borbón, se hace necesario cubrir diversos puestos en la casa del príncipe. Don Gaspar solicita insistentemente una merced real y don Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma, accede a favorecer al joven que no había dado muestras aún de su ambición y que podría ser controlado por los Medina Sidonia. En 1615, con treinta y siete años, consigue entrar en la Corte madrileña. Una vez dentro contó con el apoyo del diplomático don Baltasar de Zúñiga, su tío, que era ayo del príncipe y tenía un importante puesto en el Consejo de Estado. Sólo había que esperar, tener paciencia e ir poco a poco ganando posiciones –la caída del Duque de Lerma en 1618 fue un paso importante-. Cuando la salud de Felipe III se agrava considerablemente, don Gaspar ya ha conseguido ganarse el favor del futuro rey, algo que probablemente provocó que sufriese un atentado –1620-.
El 31 de Marzo de 1621 Felipe II muere; era el momento de Olivares, es cuando el duque dice a Uceda “Ahora todo es mío”.

El gobierno de Olivares estuvo siempre marcado por un intento de expansión de la autoridad realy de restauración total de la hegemonía militar y política de los Austrias tomando siempre como modelo a Felipe II, monarca idealizado y cuyo papel fue tan importante en la historia de España. Sin embargo, aunque estos fueron sus objetivos principales, sus mira fueron mucho más lejos; así pretendió el saneamiento financiero con la creación del Banco Nacional de Castilla, el saneamiento monetario eliminando la moneda de cobre, el productivo con el fomento de fábricas, el comercial con la fundación de compañías comerciales y con la apertura de puertos fluviales, y social mediante el apoyo a los mercaderes y la educación de la nobleza.
En el memorial de Diciembre de 1624 defiende la necesidad de unir los territorios de la Monarquía, de compartir gastos y también beneficios. Si bien Castilla siempre se había visto más favorecida, era también quien más aportaba. Quiso unir también a las élites de las distintas provincias ya que en España no existía un sentimiento nacionalista sino, como mucho, provincial aunque quizá fuese más apropiado hablar de comarcal. Pretendió tomar las leyes de Castilla como crisol donde se fundieran todas las demás.
El problema de actuación se presentaba en varios frentes ya que Olivares no sólo tenía que enfrentarse a las acometidas contra su persona y sus ideas sino también a la falta de tiempo agravada por las distintas guerras que golpeaban una y otra vez, destacando la guerra con Flandes, la cual se tomó como una muestra para la recuperación de la reputación de España. En 1625, annus mirabilis según el historiador Elliot, consigue tomar Breda, recuperar Bahía –capital del Brasil portugués-, y rechazar el asalto a Cádiz por la Armada Inglesa. También obtuvo el ducado de Sanlúcar la Mayor (título reconocido por el rey en 1635) convirtiéndolo en conde-duque de Olivares, nombre con el cual ha pasado a la historia.
Todos estos triunfos sirvieron para impulsar varias reformas, siendo la más espectacular la Unión de Armas, un ejército más que impresionante. No obstante no se solucionaron los problemas y los distintos frente que había abiertos o que se abrieron se transformaron en serias humillaciones para España favorecidos por la tenaza franco-holandesa,  por las revueltas de Portugal y Cataluña (con su Corpus de Sangre), que precipitaron la ruina del régimen.
La pérdida de Portugal no sólo supuso el fracaso de Olivares sino el final de un Imperio. El pueblo pedía su cabeza pero el rey esperó hasta que no pareciese que su autoridad era puesta en entredicho. Así, en Enero de 1643 concedió la licencia al conde-duque con destierro en Loeches; como “Que de Loeches lo eches” se le ordenó retirarse a sus tierras de Sevilla aunque él, alegando motivos de salud, escogió la ciudad de Toro, en Zamora, donde estuvo desde finales de Junio de 1643 hasta su muerte el 22 de Julio de 1645.

Su cuerpo fue trasladado al convento de Loeches donde hoy en día aún reposa.

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