Ésta ha sido la segunda vez que he aprovechado la oportunidad de ver a Pablo Milanés en directo, la primera fue hace unos años en el Palacio de Congresos de Granada y ahora en el Centro Medina Elvira de Atarfe, lugar al que se llega fácil y rápidamente en moto aunque algunos pongan en entredicho mis facultades de orientación.
Acompañado de dos magníficos músicos cuyos nombres no los sé ni tengo interés en buscar, Pablito para los amigos comenzó su recital con el imprescindible retraso gracias al cual pudimos recrearnos en las maravillosas vistas que había en el auditorio. Con su aire de gran estrella, con la seguridad de creerse una de las maravillas del mundo de la canción, con su aura de prepotente dirigió sus pasos al igual que los animales de La rebelión de las salamandras al centro del escenario y nos volvió a sorprender con lo mismo de siempre. ¡Pablo! ¡Pablo!
Un breve repaso a su nuevo disco, intercalando alguna trova y volviendo de nuevo a su pasado, tiempo en el que se ganó una devoción injustificada hoy en día. Bien es cierto que entre ambos directos su voz se ha recuperado mucho, de hecho esta vez no le he dado meses de vida; su voz vuelve a ser potente y, acompañada por teclados, violín a veces y guitarra, nos sobrecoge de tal manera que pocos pueden hacer, quizá Silvio, aunque no viene y ya va siendo hora. Pero esa voluptuosidad es más de recuerdos, de añoranzas, que verdaderamente por su música que ya no aporta prácticamente nada. Uno recuerda sus años más mozos, aquella época en que estaba metido en mil berenjenales, y sobrecogido por esa voz grave, viaja a un tiempo que está más que perdido y desperdiciado; Pablo Milanés es ya tan solo pasado. Ojalá (esto va con segundas) me equivoque y sea capaz de algo pero, obviando que nunca me equivoco, lo creo poco probable.
También parece que el endiosado se molestó un poco porque el público no cantaba sus canciones cuando a él le parecía de una parte de su cuerpo que no ve desde hace tiempo, lo cual me pareció algo sensato…por parte de la gran mayoría del público. Yo ya me escucho cantar cuando me da la gana y pagué por escucharlo a él, no a la pareja que se sentó a mi izquierda y que no pararon de dar por culo en todo el concierto, como siempre pasa.
Pablo Milanés en Granada
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