Con motivo de la Guerra de Irak y la famosa foto de las Azores, nuestras gentes, lógicamente, han puesto sus mentes, o simplemente su curiosidad, además de su apasionamiento político partidista, en aquella zona, y más concretamente en el Irak y sus aledaños, la vieja y bíblica Mesopotamia – entre el Tigris y el Eúfrates – en donde los manuales de Historia, en una breve lección, nos contaban algo de Caldea y Babilonia, de los míticos Jardines colgantes, de Nínive y los feroces asirios, y hasta de Nabucodonosor y Nabopolasar….Y tras comentar alguna que otra noticia de allí, u observar, si acaso, el mapa, sin embargo, hoy, la exclamación más frecuente es ésta o parecida:
-¡Está tan lejos el Irak!…¿Qué se nos puede haber perdido allí?…
Y sin embargo, cuando esta nuestra tierra que pisamos y gozamos era al Andalus -¿cuántos años hace ya, Señor?…- los andalusíes saltaban con la mayor naturalidad y frecuencia, inconcebible hoy, en la época del avión y las distancias reducidas a la mínima expresión en el tiempo, a Oriente, a Egipto, a Persia, a Mesopotamia…Y se los comparaba, en elogio, con las gentes de Bagdad, con cuyos habitantes se establecían analogías y parentescos, y nuestras relaciones, conocimientos y hasta intimidades con aquellos lejanos vecinos y correligionarios –todos musulmanes – eran las propias que se tienen con vecinos muy inmediatos, v.g. franceses o portugueses de hoy. Y personajes de aquellas tierras venían acá con inventos nuevos, con técnicas novedosas, con modas atrevidas…, algunas de ellas muy metidas aún en el sustrato étnico de los andaluces de nuestro tiempo. Desde Bagdad a Granada, Córdoba o Sevilla, la distancia afectiva, política y comercial, y también la física y geográfica, venía a ser, a la sazón, bastante más corta que la que hoy media entre esas ciudades andaluzas y París y Roma, por ejemplo.
Y así, cuando hoy sería harto difícil que algo procedente de la actual destrucción de Basora o Bagdad se exhibiera en nuestros mercados andaluces, o sobre el pecho de sus mujeres, he ahí que entonces, cuando se produjo una de tantas destrucciones de Bagdad, con el consiguiente saqueo de la ciudad y sus milenarios tesoros, EL DRAGÓN, una de las joyas más famosas en todo aquel Oriente, saltó desde aquella capital a ésta de Córdoba, así como otros muchos objetos valiosos y curiosos, tal como una valiosísima alfombra llevada a la mezquita guadixí,
En concreto, EL DRAGÓN, había pertenecido a Zubayda, la mítica esposa de Harum el Rashid, y fue comprado por el emir de los andalusíes, Abderraman II, por el precio de diez mil dinares de oro, cuando se lo ofrecieron algunos de los depredadores de los palacios bagdadienses que habían intervenido en las luchas civiles de la época abbasí, antes del advenimiento del califa al Mamun. EL DRAGÓN, en unión de mercancías de lujo para la fabricación de manufacturas de tejidos por todo el Andalus, con cuyo producto dinerario se adquirieron infinidad de esclavas andalusíes, especialmente cristianas vencidas y sometidas, para jugar la función de yawari en los harenes de los señores de Bagdad o Damasco, voraces compradores de mujeres jóvenes y vírgenes procedentes de Occidente, y que en al Andalus, o en el norte de África, tenían su mercado de ventas más floreciente.
Be First to Comment