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Somos África, somos España, somos Cuba

La cultura cubana es un producto de la interacción de muchas costumbres e idiosincrasias. Inicialmente la Isla se hallaba habitada por una población indígena que habitaba en lo que se ha dado por conocer en la historia de la humanidad, la comunidad primitiva. Para el 1492, fue una de la Islas descubiertas tras los viajes de Colón y el descubrimiento de la América. La interacción entre la población indígena que se exterminó en pocos años, la raza negra introducida para los trabajos duros en cañaverales y labores domésticas en casas citadinas e ingenios, la venida de colonos chinos, la presencia árabe en persona y en la cultura que la metrópolis española imponía y a la vez nos legaba, los haitianos que escapaban de las revueltas y la Revolución y se asentaban en la zona oriental, donando un poquito de la vieja Francia, formaron los criollos, como cuando se hace un buen sopón y se le añade todo tipo de ingredientes. Usted camina por las ciudades históricas de la mayor de las Antillas y ve la presencia del Arte Mudéjar de los primeros años de colonización, las calles empedradas y los decorados como una imitación reelaborada y contextualizada de la moda europea. Si continúa su recorrido oirá décimas, el repique de los tambores, mujeres de bronce hermosas, con pronunciadas caderas y esbozos de guitarra, labios gruesos, pelos crespos en su mayoría,  los más insólitos caprichos de la naturaleza y la genética, unidos por un denominador común: el mestizaje.  Pero no solo hay mestizaje étnico, la religión es una fusión entre el catolicismo y las deidades africanas. Para cualquier cubano, la virgen María, su Santa Patrona, es la Caridad del Cobre u Oshún, La Virgen de Regla es Yemayá, San Lázaro es Babalú Ayé y así sucesivamente; en cuanto al idioma, tengo un amigo que me ha dicho: “¡Aquí, aquí no se habla español, se habla cubañol!”. Podría resultar interesante su tesis sobre nuestro idioma como un dialecto derivado de aquel idioma traído de Castilla, pero aún así, en Cuba se ha adaptado el idioma al contexto, se ha acomodado a una forma desenfadada y extrovertida de vivir, a su música y baile característicos, a las regiones y sus influencias endógenas y exógenas. Ser cubano es ser mulato, negro, congo o carabalí. Es vivir entre deidades de las tierras frías de Europa y santos ardientes del África. Es tener como bien dijera Nicolás Guillén, una historia con dos abuelos.

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