Teorizar fenómenos sociales puede proporcionarles cierta predicción generalizadora de su manifestación en cualquier ámbito y bajo cualquier influencia. Entonces, su interpretación, divulgación e implementación discursiva o práctica de los mismos, se flexibiliza (en ocasiones se obliga) según intenciones individuales o colectivas. Esto podría resultar nocivo ante la concepción e intervención de procesos relacionados con los seres humanos. Afirmar que la religión y el sistema socialista son enemigos por naturaleza, conlleva a una revisión ideológica e histórica del problema. Antes del triunfo de la primera Revolución Socialista del mundo en 1917, Marx y Engels, como luchadores y filósofos de la clase obrera, definieron la religión como el “opio de los pueblos” y por ende un factor enajenante y dañino para la emancipación del hombre oprimido. Derivado de ello, las teorías socialistas, comunistas o marxistas de esta etapa, dejaban claro muchos puntos sobre la íes: cuál era su posición como representantes de esa clase social que aspiraba al poder. Rememorando el papel social que ha jugado la religión a través de la historia, se debe recordar su etapa de total dominación, quizás la más enajenante que haya tenido y donde se haya convertido en una mezquina y vulgar ladrona de “limosnas”.
Tras la caída del Imperio Romano, la sociedad esclavista cedió paso al feudalismo. El Medioevo pretendía alejar al hombre de la ciencia y del conocimiento legados por la cultura grecolatina. La ignorancia era conveniente para hacerlo más temeroso de Dios y de esta forma incrementar los diezmos, de ahí que los mayores tesoros literarios existentes se hallaban bajo la custodia de señores abades y monjes. Fueron épocas donde el catolicismo se afianzó como gran Señor Feudal y cometió varias atrocidades bajo falsas interpretaciones de las sagradas escrituras. Un ejemplo humillante de la historia fue la encabezada por el Papa Urbano II con incentivos falsos y fanáticos para conquistar Tierra Santa. La Primera Cruzada, fue uno de los máximos exponentes de la depredación del hombre por el hombre y la manipulación ideológica. Durante la Edad Media, el catolicismo manipuló sus clases sociales antagónicas: la nobleza y los siervos, obteniendo sendos beneficios, pero solo defendió los intereses de la Nobleza. Con estos antecedentes, la Iglesia Católica como máxima representante religiosa no sola fue criticada por Marx y Engels. La etapa de la Reforma protestante y la posición filosófica feuerbachiana, son muestras de desacuerdo con los procedimientos nocivos de la religión hasta ese momento. Ambas resultan interesantes porque una parte de las mismas filas religiosas y la otra antecede la teoría marxista-leninista. Son dos formas revolucionarias aunque no radicales ante tales hechos religiosos.
Martin Lutero y Juan Calvino proponían reformas dentro de las filas eclesiásticas para depurar costumbres malsanas como la venta de indulgencias propiciadas por el Papa. Feuerbach, por su parte, fue un ferviente crítico aunque no con una posición materialista. Para él la religión no era más que una forma de alienación del hombre. La idea de Dios es una invención puramente humana que lo aleja de su objeto social y terrenal, ocupándolo de un mundo sobrenatural, por lo tanto debía instaurarse una nueva religión donde la deidad fuera el propio hombre.
La revisión marxista de la historia, concluía que el paso de una FES (Formación Económico Social) a otra solo era posible trasformando a través de la lucha de clases, la base económica y por consecuencia la superestructura que le dieron origen. El proletariado necesitaba revolucionar su realidad. De ahí que la Revolución Socialista de octubre cristalizó los sueños de un devenir socialista utópico, materialista y comunista, posibilitando la comprobación teoría-praxis que enriquecería y más importante, validaría, los criterios existentes sobre el maridaje socialismo-religión. Fueron las nuevas necesidades históricas las que llevaron a Lenin a replantearse la posición socialista ante aquellos practicantes que abrazaban las ideas de la Revolución pero a la vez vivían con su fe en lo divino. Materialismo vs. Idealismo hallaron un consenso de acción y una negociación ideológica porque lo esencial para la construcción del nuevo sistema era el reclutamiento de hombres dispuestos a luchar por la transición de la clase explotada a la dictadura proletaria dueña de los medios de producción. Sin embargo, en sus escritos sobre el Socialismo y la Religión, consideraba a la segunda como una forma de opresión espiritual desde los postulados ascéticos, resignantes, pasivos…que inculcaba y fomentaba. El joven Estado socialista ruso debía hallarse desligado del hecho religioso, sin contribuciones ni favoritismo. Pero respetaría la libertad de sus ciudadanos al escoger entre el ateísmo o la creencia divina. En cuestiones prácticas el socialismo y la religión eran totalmente opuestos porque uno necesitaba de la lucha de clases, de una revelación ante las condiciones inhumanas e indignas a la que estaba sometido el proletariado. La otra por su parte, enseñaba a las masas oprimidas a aceptar su destino, a dar gracias a Dios por “el pan nuestro de cada día” que se ganaba a duras penas. Aparentemente ambas se preocupaban por el hombre mas, ¿eran posiciones humanistas con dimensiones contrarias?
El centro de la teoría socialista es el hombre, el de la religiosa es Dios. La época renacentista constituyó una forma de liberación humana, en cuanto las sombras divinas cedieron ante el “renacer de Sofía”. La Ilustración también prestó gran significación al papel de la educación y la cultura de las masas, sin embargo, las formas en que se hallaban distribuidas la propiedad sobre los medios de producción no las acercan al socialismo, por lo que, ante un análisis histórico, se consideraron fases inferiores, no insignificantes, aclaro, ante el estadio en que se pudiera retornar a una “Nueva Sociedad” para el nacimiento del “hombre nuevo”.
Mientras esto pasaba en Europa, muchos de los movimientos libertarios de América Latina y el Caribe, estaban encabezados por Sacerdotes y demás religiosos que aunque su interpretación sobre la existencia del hombre estaba legada a Dios, enseñaron a los indígenas, mestizos, negros, que el amor al prójimo exige sacrificios desde una sotana hasta un pico minero. En este caso, aunque no eran indiferentes las teorías marxistas-leninistas, la religión era la antítesis del “opio de los pueblos”: era un aliciente saludable. La realidad latina tenía sus particularidades sociales, políticas, culturales y económicas. Su condición de colonia, neocolonia, mestiza y pobre, exigía, a decir del peruano y revolucionario José Carlos Mariátegui, no una copia del socialismo europeo, sino uno propiamente latinoamericano.
Aunque en el Nuevo Continente los estadios sociales distaban grandemente del socialista, podría decirse que en el plano social, los postulados religiosos tenían varios puntos de contacto con los socialistas. La religión católica se entendía como una forma cultural no contraria a la liberación justa de los indígenas. Con la Revolución Bolivariana de Venezuela (1999), a pesar de que se han originado algunas desavenencias entre autoridades eclesiásticas, la práctica del cristianismo, del catolicismo, esencialmente, no están divorciados de la revolucionaria y las ideas socialistas. Sin embargo, en el caso de la Revolución socialista cubana (1959), primera en su continente, la Iglesia Católica fundamentalmente, tuvo dolorosos conflictos con el Estado porque a diferencia de otros contextos no fue aliada de la clase obrera sino de la burguesía. Y en su temor a perder comodidades apoyó la expansión de ideas acerca de la inminente venida de un “comunismo sangriento”, ejemplo: la terrible Operación “Peter Pan” que alejó a muchos niños de sus padres, de su hogar y de su patria, para emigrar a la tierra Hollywoodense “protectora de los derechos de una infancia libre y feliz”. A partir de este momento se abrió una brecha entre creyentes y no creyentes en los que el sistema también cometió errores. Para el año 1998 con la visita del Papa Juan Pablo II se estableció un momento de diálogo entre los máximos dirigentes y representantes de ambos polos. Anteriormente para los años 90, con el período especial por el que atravesó Cuba tras la caída del campo socialista, las Iglesias volvían a ganar en número de miembros para su comunidad ya que no solo brindaban ayuda espiritual, sino material. Además, se tiene como precedente la entrevista concedida a Fray Betto por parte de Fidel Castro, máximo líder de la Revolución cubana en la que bajo el título de “Fidel y la Religión” se realiza un análisis con el cual puede concluirse que el problema no estaba en las ideas religiosas sino en sus representantes, el conflicto no era con la Iglesia como institución sino con la hipocresía de los que militaban en sus filas.
Estas posiciones en las que en algunos casos hay unión y en otros desunión, han dado lugar a que algunos pensadores consideren al socialismo como una cruel religión que va contra las leyes de la naturaleza porque busca la igualdad entre los seres humanos. Esta posición critica a aquellos sacerdotes y políticos que apoyan las ideas socialistas y no comprenden que se trata de una lucha ideológica entre dos religiones. Igualmente, se adviene a intereses derechistas que simplifican y malinterpretan el término de “igualdad”.
El socialismo teóricamente no trata de igualar diferencias biológicas, desea una igualdad de condiciones o derechos sociales que radiquen la situación precaria de la clase proletaria: derecho a la educación, a la salud, a una jornada laboral de 8 horas, a la recreación, por solo citar ejemplos.
Algunos políticos y luchadores de partidos que se proclaman “izquierdistas” y defienden intereses de la clase proletaria, se apoyan en el catolicismo para ganar simpatías y votos para sus campañas, siendo voceros de un socialismo “católico” que halla un consenso entre el respeto a la propiedad privada, a los dogmas y leyes católicos, pero se desfasa de los postulados filosóficos del socialismo.
Entender la definición generalizadora de los marxistas sobre la relación socialismo-comunismo-religión, exige la comprensión sobre el contexto en que se desarrollaron y desarrollan dichas teorías. Para algunas realidades, la Iglesia como institución sociocultural e ideológica asume posiciones derechistas o de extrema derecha; sin embargo, en otros su actitud es izquierdista o al menos ha sido partidaria de un socialismo moderado o católico.
La Iglesia como institución, las religiones como formas de vida y sus practicantes, ha asumido posiciones indistintas ante el fenómeno socialista. En unos casos se alía a sus ideas, en otros las rechaza o simplemente mantiene una posición profundamente humanista o maliciosamente enajenante.
Establecer una enemistad entre ideas socialistas y religiosas como una realidad teórico-práctica, no es aplicable a cada una de las experiencias en que ha triunfado la Formación Económico Social que antecede al estadio comunista. No solo ha sido un problema de latitudes sino humano.
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