Dai Sije ha sido un escritor polémico; quizás aún lo sea, por costumbre. En una pequeña novela, breve pero intensa, como un buen cuento (creo que fue Borges quien dijo que un tejer una ficción breve era mucho más complejo que expandirse a lo largo de una novela de tres tomos) presenta una fábula sentimental, un magnífico juego de intertextualidad con Europa y una crítica a la política de Mao.
En cuanto a la fábula sentimental, un joven estudiante, que hace prácticas en un pueblo perdido en los montes de China como obligación frente al estado por haber cursado sus estudios (un poco al estilo de Doctor en Alaska…) conoce a la hija de un popular costurero. Su amor nacerá del intercambio textual, antes de intercambiar sus miradas acuáticas en una escena terriblemente breve pero absolutamente entrañable que retrata un baño en plena naturaleza. El estudiante hablará a la costurera de sus libros, de las letras, de Balzac. Cultivar esa mente aún ingenua que él amaba tendrá consecuencias sentimentales bastante sorprendentes.
Los libros del estudiante son libros europeos; perseguidos por la censura, los oculta en una maleta y los lee ávidamente en sus noches, junto a un compañero de fatigas.
De ahí la crítica política, de ahí la intertextualidad.
Menciona a numerosos autores, gota a gota va destilando el secreto de sus lecturas, pero Balzac es el objeto de deseo textual más recurrente:
“Decidí copiar, textualmente, mis pasajes preferidos de Úrsula Mirouët. Era la primera vez en mi vida que deseaba copiar un libro. Busqué papel por todos los rincones de la habitación, pero sólo pude encontrar unas hojas de papel de carta, destinadas a escribir a nuestros padres. Opté entonces por copiar el texto directamente en la piel de oveja de mi chaqueta. Ésta, que los aldeanos me habían regalado cuando llegué, estaba hecha por fuera de una maraña de lana de cordero, unas veces larga, otras corta, y tenía la piel desnuda en su interior. Pasé largo rato eligiendo el texto, dada la limitada superficie de mi chaqueta, cuya piel, en algunos lugares, estaba estropeada, agrietada. Copié el capítulo donde Úrsula viaja sonámbula. Hubiera querido ser como ella: poder ver, dormido en mi cama, lo que hacía mi madre en su apartamento, a quinientos kilómetros de distancia; presenciar la cena de mis padres, observar sus actitudes, los detalles de su comida, el color de sus platos, sentir el olor de los manjares, oírles conversar… Más aún, como Úrsula, habría visto, en sueños, lugares donde nunca había puesto los pies…”.
Sencillez estilística pero sed de imágenes y sobre todo de Literatura, como ventana sobre el mundo, en todos los sentidos. Y hasta aquí puedo escribir. Leer, mucho más…
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