(publicado en marzo de 2008)
Es difícil hablar de una sala o de un patio de la Alhambra independientemente de los demás, pues el edificio se configura como un laberinto diáfano y ordenado, donde lo estético y lo pragmático se unen en un todo que juega con avanzadas técnicas arquitectónicas como si se tratara de filigranas, de miniaturismo, de fina joyería.
Sin embargo, nos centraremos en esta ocasión en uno de sus patios, el llamado de los Arrayanes (o de la Alberca, del Estanque, de los Mirtos…). Allí el aire libre, el agua y la materia, la naturaleza y la construcción humana, se unen en un todo líquido y lumínico, donde los juegos de claroscuro, y los espacios frescos alternados con espacios de solana, juegan en constante contraste, manteniéndose, sin embargo, en armónica complementariedad.
Alrededor de una alberca de 34 metros por 7 metros, el Patio de los Arrayanes, mirado desde la parte de acceso al Palacio de Carlos V, nos proporciona una imagen de serenidad arquitectónica; de serenidad doble: la longeva construcción y su tembloroso reflejo en el agua; histórico efecto de reflejo acuático (digno de un Monet), que sería retomado posteriormente en la construcción del Tah Mahal.
En cuanto a dimensiones, las proporciones responden exactamente a la divina proporción o teoremas de Euclides, al igual que grandes construcciones como el Templo de Salomón y numerosas catedrales, así como varios trabajos de Leonardo da Vinci (y un largo etcétera). De hecho, en esa misma fachada encontramos lo que según algunos estudios es una replica del Templo de Salomón; por lo tanto los arquitectos y constructores de este conjunto tenían grandes –y secretos algunos- conocimientos en matemáticas y arquitectura.
Un arrayán es una planta que perennemente está verde y que deja en los dedos un almibarado perfume; dice un hadiz (tradición islámica) que es la planta que estará en una de las puertas el Paraíso. Los arcos erigidos entre las columnas también son dobles, de manera que las yeserías juegan constantemente con efectos de luz y transparencia que proporciona al espacio de sombra un aspecto de ligereza casi mística.
No solo la Alhambra respeta la fuente textual de libros sagrados, sino que inspirará libros profanos. El más popular es sin duda Cuentos de la Alhambra de Washington Irving; sin embargo, a veces la realidad resulta aún más atrayente que la ficción; así, destaca entre todas la imagen de Irving escribiendo al borde de la alberca; también la imagen de Irving nadando en sus aguas llenas de edificios impresionistas; o su imagen saludando, azorado, a una futura emperatriz. El patio de los Arrayanes se presenta como un lugar donde tiene cabida tanto la Historia como la fabulación.
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