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El soldado de la Paz

Acurrucado en el fondo de la trinchera, ahogado en polvo que le impide respirar mientras sus puños se aprietan contra sus labios. La cabeza cubierta con un casco con una cruz roja del cuerpo al que pertenece y al que no paraban de llover restos de guerra. Rodeado de cadáveres amigos, rodeado de desconocidos sin aliento que espiraron en sus manos confesando sus pecados, esperando lanzar a través de él un último mensaje a sus seres queridos. Solo, completamente solo, siente el jadeo enemigo aproximarse con ánimo de venganza, cegados en el asalto, sin clemencia barata. Él que esperaba salvar, ayudar, unir en ambiente hostil. Él que apostaba por el hombre, los hombres, por el ser humano encargado de predicar la Paz. Él ahora llora su derrota. No derrota bélica, no, derrota moral, de sus principios, del bastión que sustenta su vida. Silban las balas, vibra la tierra mientras tiembla impotente en la zanja. “ No hay quien la pare”, solloza, “ no para la guerra “. Da igual el campo de batalla. Ni el sitio, el país, continente, ideologías, religiones ni razas implicadas, da igual. No hay motivo válido ni excusas que valgan. “ Convenceos “, grita por dentro, “ no las hay “.La ilusión, el empeño y la constancia de un grupo espléndido reducido en el fragor de la contienda a su mínima expresión, a él.

Se le embarra la cara con cada lágrima derramada. Se le nubla la vista con el alma ensangrentada. Recuerda sus defensas pacifistas en corros diversos de mentes cerradas en donde la verdad viene impuesta. Y si no la aceptas, la misma con sangre entra. Recuerda la violencia a escalas menores para intentar comprender ésta; recuerda que no lo creía, recuerda, sólo recuerda. La ilusión de un mundo hermanado, el sueño del fin de la violencia. Soñaba, sí, creyendo firmemente en su sueño y por eso él apostaba. Con su ejemplo querría arrastrar a su lado toda la maldad humana, la crueldad, la ambición ilimitada, la envidia y la perversidad terrenal para poderlas convencer de que ese no era el camino, esa no era la forma acertada. Para poderles gritar “ ¡ Quietos!” a quién nunca se para, para tenderle una mano a quién sin duda le falta.

Se siente inmóvil de miedo, se siente vacío de pena. Y en medio de aquel caos, en medio de la pelea, la imagen de una paloma próxima de rabia el cuerpo le llena. No se lo acaba de explicar, ni explicación puede que tenga, pero con ella de emblema en su casco alza su grito al cielo mientras clama Paz en la Tierra rasgando su propia guerrera. Una camiseta verde cubre su pecho de orgullo proclamando en breves letras lo que él tiene por lema: “ NO A LA GUERRA “. Y el NO así ser debiera, sin condiciones ni límites, para toda persona, para cualquiera.

Pasado el tiempo de lucha, pasada ya la tormenta, metidos en medio de tregua, los equipos recogen sus penas. Llegados a nuestra trinchera la imagen se hace más dura pues entre tanto desdichado muerto, entre tanta tierra devuelta a la tierra, nuestro soldado soñador y su leal compañera yacen juntos teñidos de un rojo que oculta su iluso lema. De los ojos del soldado, y de los ojos del alado, dos lágrimas rojas surcan la cara, dos lágrimas secas de pena. La maquinaria de la guerra no respetó al inocente. La maquinaria guerrera borró sin piedad sus ideas. “ ¡ Justicia! “ gritan ahora. “¡Justicia!“ tarde ya llegan. La tristeza de la Paz otra vez ha aparecido, vencida por su enemigo, vencida en tiempos de guerra. Dejaste de llorar soldado, dejaste de luchar por otros, pero otros vendrán con tu fuerza para continuar tu legado.

Desperté sudado, agitado, ansioso y desconcertado. Desperté dolido, sorprendido, pero desperté por ti, soldado. A mi lado la Paz de siempre me rodeaba haciéndome afortunado. A mi lado no había polvo ni riesgo de ser matado. Comprendí que no todas las guerras son a muerte. Comprendí que cada uno te tiene dentro, soldado. Por ti, por tu lema ensangrentado, por tu sueño a golpe de metralla frustrado, en tu honor, seguiré tu lucha, soldado. Intentaré resistir provocaciones y amenazas esgrimiendo las palabras como arma de batalla, enarbolando tu camiseta de bandera figurada y gritando a los cuatro vientos que la Paz es la manera.

Imagen de cabecera: www.dibujalia.com

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