Smith, Hayek o Popper son parte de la autobiografía ideológica que ha escrito Mario Vargas Llosa, La llamada de la tribu (Alfaguara, 2018), y también parte de la biografía económica de nuestro actual capitalismo. La obra, mediante un repaso de los autores que más han influido en su manera de pensar, construye una idea del liberalismo muy interesante para quien se quiera adentrar en este pensamiento -adherirse no es obligatorio-. El Vargas Llosa liberal, que critica nacionalismos y conservadurismos con argumentos tan sólidos como con los que ataca al colectivismo soviético, no parece el mismo al que se ha visto en la última convención del Partido Popular apoyando el rearme ideológico de la principal marca reaccionaria de la política española.
Porque la definición del liberalismo, a día de hoy, resulta confusa. Los liberales se identificaron en su origen con una corriente en defensa de los derechos individuales, contraria por tanto a los absolutismos -sin ir más lejos, aquel ruinoso de Fernando VII-. Asociado el liberalismo, en algunos casos, a los partidos políticos más conservadores -vuelve España a ser ejemplo- hay quien utiliza de manera equivalente conservadurismo y liberalismo, como sinónimos de la derecha, en contraposición a socialismo o izquierdismo. Costaría trabajo, sin embargo, englobar bajo una misma marca ideológica al general Torrijos y a Pablo Casado.
Se quejaba Vargas Llosa hace un tiempo en una entrevista con Juan Cruz de que normalmente se le citaba como a alguien con quien no sé está completamente de acuerdo, como si por costumbre hubiera que disentir de lo que él escribe. Hay que asumir, por tanto, que cuesta mostrarse plenamente de acuerdo con su ideología, como con la de cualquiera.
Habla Vargas Llosa de los puntos flacos del liberalismo, que según él debe ser autocrítico, capaz de enmendarse para progresar sin necesidad de grandes revoluciones. «La última crisis financiera que ha sacudido a los Estados Unidos y a Europa desde 2008 resulta en buena parte de esa voluntad de lucro que llevó a bancos y a empresas a groseras violaciones de la ley […] De ahí que sea conveniente recordar la vieja idea de los fundadores del pensamiento liberal, como Adam Smith, de que sin sólidas convicciones morales (él las creía inseparables de la religión) el liberalismo no funciona». No he llegado a entender a qué convicciones morales se refiere, si a las suyas o a las mías o a las de los señores de la chistera de Standard & Poors, pero vista la demostración de desprecio por el imperio de la Ley de la que han hecho gala las entidades capitalistas, cabría recordar que los derechos de los individuos, las libertades personales, no tienen por qué se necesariamente extrapolables a las de las empresas, las libertades mercantiles, y que además en algunas ocasiones están enfrentados, como las consecuencias de las crisis de 2008 han demostrado de sobra.
Pero lo que sorprende en esta reivindicación de las libertades individuales es la defensa a ultranza que realiza, desde las primeras páginas, de las políticas de Ronald Reagan y de Margaret Tatcher. Precisamente a Ronald Reagan han atribuido algunos las políticas precursoras del desbarre que causó la crisis de 2008. Y con respecto al legado de Margaret Tatcher, cabría mencionar la sus políticas de privatización del ferrocarril, en nombre del liberalismo, que tan duramente criticó Tony Judt, con cifras muy exactas, en el magnifico Algo va mal (2010) –lectura recomendable como postre a libro de Vargas Llosa-.
La crítica a la “verdad única” de los totalitarismos está presente en todo el libro, ya sea de manera velada o manifiesta. Además, se ha permitido volver a la tesis de su ensayo anterior La civilización del espectáculo (2012), citando a Popper: «la televisión ha sustituido a la voz de Dios». Cabría puntualizar que esa voz de dios es polifónica hoy día y tiene diversos sabores para todos los gustos: los principales, podemos escucharlos en los resúmenes de telediario de las convenciones dominicales de todos los partidos políticos.
Fotografía: Mario Vargas Llosa, de Arild Vågen (CC BY-SA 3.0)
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