DICEN LOS VIEJOS BARDOS
No lo olvides, poeta.
En cualquier sitio y época
en que hagas o en que sufras la Historia,
siempre estará acechándote algún poema peligroso.Heberto Padilla
Corre el año 1968. Ya han pasado casi diez años de la revolución cubana, revolución e ideales que entusiasmaron en gran medida a muchos intelectuales. La Sección de Literatura de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) falla el premio de poesía “Julián del Casal” dando como ganador al poeta cubano Heberto Padilla con su obra “Fuera del juego” que concursaba con el número 31 y bajo el lema “Vivir la vida no es cruzar un campo”. En el jurado se encuentran Manuel Díaz Martínez, José Lezama Lima, José Z. Tallet, J.M. Cohen y César Calvo, los cuales destacan “su calidad formal y revela la presencia de un poeta en plena posesión de sus recursos expresivos”.
LOS POETAS CUBANOS YA NO SUEÑAN
Los poetas cubanos ya no sueñan
(ni siquiera en la noche).
Van a cerrar la puerta para escribir a solas
cuando cruje, de pronto, la madera;
el viento los empuja al garete;
unas manos los cogen por los hombros,
los voltean,
los ponen frente a frente a otras caras
(hundidas en pantanos, ardiendo en el napalm)
y el mundo encima de sus bocas fluye
y está obligado el ojo a ver, a ver, a ver.
Hasta aquí todo aparenta normalidad pero, sin embargo, nada más lejos de ella.
El problema vendrá con su contenido. Citamos de nuevo el Dictamen del jurado del concurso: “… hallamos en este libro una intensa mirada sobre problemas fundamentales de nuestra época y una actitud crítica ante la historia. […] Padilla reconoce que, en el seno de los conflictos a los que se somete el poeta, el hombre actual tiene que situarse, adoptar una actitud, contraer un compromiso ideológico y vital al mismo tiempo, y en Fuera del juego se sitúa al lado de la Revolución, se compromete con la Revolución y adopta una actitud que es esencial al poeta y al revolucionario; la del inconforme, la del que aspira a más porque su deseo lo lanza más allá de la realidad vigente”. Y finaliza “La fuerza y lo que da sentido revolucionario a este libro es, precisamente, el hecho de no ser apologético, sino crítico, polémico y estar esencialmente vinculado a la idea de la Revolución como la única solución posible para los problemas que obsesionan a su autor, que son los de la época que nos ha tocado vivir”.
Según nos cuentan algunos de los miembros del jurado, especialmente Manuel Díaz Martínez, hubo bastantes presiones para que no dieran como ganador a Heberto Padilla y a su obra Fuera del juego, incluso parece que la presentación de la obra a dicho certamen no fue del todo libre, como insinúa en una entrevista Lourdes Gil, ya que el poeta sabía que iba a provocarle problemas… y se los causó.
Poco más de quince días después del fallo del jurado, la UNEAC hace un comunicado en el que muestra su “total desacuerdo con los premios concedidos a las obras de poesía y teatro” (Los siete contra Tebas de Antón Arrufat).
POÉTICA
Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después
deja que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta,
que la gente
se amontone delante de tu cuerpo
como si fueras
un prodigio o un muerto.
La UNEAC, aunque no está ni mucho menos de acuerdo con el contenido de la obra por no considerarla propicia para la revolución, está dispuesta a publicarla en favor de la libertad creadora aunque, subraya, no es beneficiosa para los fines que persigue. Una de las condiciones que se pusieron es que quedara constancia de ello.
La idea de la literatura comprometida se manifiesta en este caso de una manera extremista; no se trata de la que pregona Sartre sino que se ha radicalizado y cumple una función de enaltecimiento ideológico. Muchos intelectuales del momento se sintieron profundamente atraídos por la revolución cubana así como, anteriormente, por el comunismo de la URSS. En poco tiempo se habían pasado dos guerras mundiales y el comunismo se vio en muchos aspectos como una nueva luz en el horizonte, luz que Stalin se encargó de ir apagando, camino que Fidel Castro toma también, habiendo dado esperanza a muchos tras derrocar a Batista.
“Dentro de la Revolución todo; contra la Revolución, nada”, nos había dicho Castro en un discurso pronunciado tras una serie de reuniones con intelectuales cubanos. La Revolución tiene que velar por el pueblo, tiene que mirar por él y, por eso, el artista tiene que ayudar a la Revolución, no ponerse en su contra.
EN TIEMPOS DIFÍCILES
A aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
Le pidieron las manos,
porque para una época difícil
nada hay mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que alguna vez tuvieron lagrimas
para que contemplara el lado claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos difíciles
¿algo hay mejor que un par de piernas
para la construcción o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió de mno,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después
que toda esta donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva.
Padilla, entusiasta de la Revolución, viaja a la URSS como corresponsal de prensa y vuelve desencantado, con una visión crítica de la realidad que ha vivido. Pero no nos engañemos, eso no significa que se sitúe contra Cuba; de hecho se verá casi al final de sus días repudiado por parte de los disidentes de Miami por haber acudido a una reunión de escritores cubanos en Estocolmo en 1994, reunión que tendrá hasta que justificar.
En su intervención en dicha reunión nos aclara muchos temas. “Me pregunto si el hecho que cinco de sus miembros (del Partido) hayan sido autorizados por la UNEAC para que participen en este encuentro, convocado por una institución independiente, sugiere un cambio en la política cultural del país. En cualquier caso, nuestro deber sería auspiciarlo, teniendo en cuenta que en treinta y cinco años de revolución ésta es la primera vez que diez escritores cubanos, de dentro y de fuera, somos capaces de reunirnos en el extranjero para algo más que para intercambiar acusaciones y reproches”. Más adelante nos dice “[…] la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista fue para nosotros una cruzada moral”, y, sobre el tema de su desencanto “[…] yo me fui a Moscú. Confieso que todo cuanto necesité aprender del mundo que vi repetirse casi literalmente en Cuba, allí lo aprendí; pero cada vez que intenté comunicar mi experiencia soviética, la interpretaban como prueba de que había menguado mi apoyo a la revolución”.
En 1971, tras la lectura en un recital en la Unión de Escritores de Provocaciones, fue detenido provocando la reacción de parte de la intelectualidad de todo el mundo. Así, se le enviaron dos cartas a Fidel Castro en las que, citando la segunda, “Creemos un deber comunicarle nuestra vergüenza y nuestra cólera” en relación no sólo al encarcelamiento antes citado sino a un comunicado que hizo después Padilla, más que probablemente coaccionado, en donde “Yo, compañeros, como he dicho antes, he cometido errores imperdonables. He difamado, he injuriado constantemente a la revolución, con cubanos y extranjeros”. La carta la firman, entre otros, Simone de Beauvoir, Italo Calvino, Marguerite Duras, Carlos Fuentes, Ángel González, Juan, Agustín y Luis Goytisolo, Mario Vargas Llosa, Juan Marsé, Alberto Moravia, José Emilio Pacheco, Pier Paolo Pasolini, Juan Rulfo, Jean Paul Sartre, Jorge Semprún, José Ángel Valente, …
Después llegó el exilio, uno que perduraría hasta el fin de sus días ya que nunca volvió a Cuba, y el llamado “Caso Padilla” supuso un punto de inflexión en la relación de la intelectualidad mundial y la Revolución Cubana.
Volviendo al poema «Tiempos dífíciles» podemos hacer una lectura de qué se le pedía al artista en aquellos momentos. La teoría marxista-leninista nos acerca a una sociedad en la cual la clase dirigente será la que vele por el pueblo y por el interés general; este pueblo, aunque es el que sufre principalmente todas las injusticias, no siempre ve las soluciones y lo que observa lo hace desde una perspectiva individual y no general, como tiene que realizarse. Para ello, los dirigentes serán los que tomen las medidas oportunas y encaucen la situación hacia una meta con mayor igualdad y justicia social.
La labor del intelectual-escritor es propagar y defender este camino, proteger esa ideología y esa manera de actuar. Por eso Castro nos dirá lo de «conta la Revolución, nada», porque si se ataca y se destruye ese sendero se volverá a la perdición, si se desalienta al pueblo, éste será el que saldrá perdiendo al final.
Si bien el «caso Padilla» supuso la ruptura del idilio de algunos intelectuales con Cuba, otros permanecieron fieles a la causa polarizándose en gran medida la situación: o conmigo o contra mí. Eso de que la Patria es como la madre, se defiende con razón o sin ella, muchos se lo tomaron al pie de la letra y no supieron o no quisieron ver lo que de injusto había, separándose también en este aspecto de lo que Sartre y su literatura comprometida pregonaban.
Heberto Padilla defiende el diálogo entre esos grupos que se han formado. De hecho, ese encuentro con escritores afines al régimen en Estocolmo y las críticas que los disidentes vertieron sobre él provocaron que perdiera su trabajo en Miami ni querido por unos ni por otros. Sufre Cuba por las injusticias que comete el castrismo pero también la sufre, y lo critica abiertamente, por el bloqueo que sufre la isla porque al que afecta es al pueblo y no ve ninguna solución al problema en eso.
Cuba ha dado, da y dará mucho que hablar; el régimen castrista, trasformado en otros nombres, sigue pesando en la América latina para bien o para mal. Quizá algún día llegue el momento de saber distinguir entre lo bueno y lo malo, que de todo hay, y comenzar un camino nuevo, un sendero, en el que sí se consiga la libertad, la igualdad y la justicia, sin regímenes totalitarios, dictatoriales, en el que el pensamiento único no tenga cabida.
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