Cuando un escritor se dispone a rellenar páginas en blanco sus sentidos se ponen en pie de guerra para intentar atrapar al lector desde sus primeras palabras. Cómplice con el autor, el lector se imbuye entre las letras compartiendo simpatías y antipatías, mezclándose con los personajes y padeciendo sus infortunios y disfrutando sus triunfos.
Chaves Nogales no lo hace. Probablemente por su vocación periodística, en El maestro Juan Martínez que estaba allí, el sevillano simple y llanamente se dedica a relatarnos la historia de este bailaor el cual quedó atrapado en Rusia durante la revolución bolchevique de 1917.
No nos equivoquemos, no se trata de una mera narración periodística. Su prosa es cuidada y escrita con esmero, como la de muchos escritores de la primera mitad del siglo XX que han quedado en el olvido y con los que podrían rellenarse páginas y páginas de nuestra literatura, hoy sólo recuperable prácticamente en aquella Colección Austral que a mediados de siglo costaba en torno a 20 pesetas, más si el volumen era extra (si tenía 224 páginas o más) o a través de periódicos de la época.
Esta novela de Nogales bebe muy directamente de la intrahistoria unamuniana, en contar los horrores de la guerra desde la perspectiva de Juan Martínez, el cual, junto a su mujer Sole, padecerá casi todos los infortunios de la violencia de la revolución -excepto el de morir-. No vamos a encontrar esa intensidad literaria y narrativa que en el mundo de las prisas hoy exigimos prácticamente, vamos a disfrutar de una crónica de sucesos, tremendamente cuidada y alejada de cualquier idea pro o antirrevolucionaria. Lo que sí nos queda claro al final de sus páginas es la miseria que produce la guerra. No creo que los críticos literarios la consideraran una novela histórica pero en cierta medida lo es, igual que lo puede ser el Lazarillo cuando, para justificarnos su vida de cornudo, nos cuenta la realidad de su mundo.
Mientras leía me acordé de Julio Camba, compañero de generación de Nogales y periodista también, pero sobre todo, no sé muy bien la razón, recordé un libro de Ramiro Pinilla titulado Antonio B el Rojo que leí hace muchísimos años. Probablemente el recuerdo del de Pinilla vino dado por las dificultades que sufre Juan Martínez y el resto para conseguir comida y me vino a la cabeza la narración de Antonio B y su lectura porque nunca he pasado más hambre que cuando estaba leyendo el libro del vasco.
El maestro Juan Martínez que estaba allí no es simplemente una lectura que recomiendo, al igual que a nosotros nos la recomendó la librería El tiempo perdido, sino que es imprescindible para cualquiera que quiera ver cómo se narra, sin aspavientos ni retruécanos extraños, sino con una prosa sencilla y fluida, con la máxima calidad.
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