Perteneciente al género de novela histórica, El rey de Hierro es la primera novela de la saga Los Reyes malditos escrita por Maurice Druon. La historia comienza con el juicio y condena de los templarios y la maldición de Jacques de Molay, gran maestre de la Orden desde 1295 y condenado y quemado en París en 1314.Más o menos, quién más y quién menos, conoce por encima la historia templaria y las acusaciones que Felipe el Hermoso, rey de Francia, lanzó contra ellos con una campaña que pretendía desprestigiarlos y condenarlos por herejía, motivado por intereses económicos principalmente.
“Todos malditos hasta la séptima generación”, serán las palabras que el Gran Maestre lanzará a sus verdugos y la razón de esta apasionante historia.
Maurice Druon acomete un periodo de la historia de Europa no sólo a través de una magnífica investigación sino también mediante una calidad literaria excepcional. Nos encontramos en este primer episodio, que llega hasta la muerte de Felipe el Hermoso, con una serie de intrigas y pasiones reflejadas a través de personajes llenos de vida, trazados a la perfección, y que nos ayudarán a recorrer este espacio de tiempo de manera más que amena.
El siglo XIII fue testigo de un lento proceso de recuperación del poder real llegando a su culminación con Felipe IV «el Hermoso» (1285-1314) con quien, apoyado y aconsejado por un grupo conocida como «legalistas», se recupera la idea de soberanía sentando las bases de lo que conocemos «Estado Moderno» y abandonando la monarquía feudal.
Último gran monarca de la dinastía de los Capeto, conocido también como «El Rey de Hierro» por su severidad, tuvo que enfrentarse a los inicios de la crisis económica que sufriría Europa durante el siglo XIV para lo que acudió a tasas e impuestos de los que no se libraría ni el clero, lo que le produjo importantes enfrentamientos.
Durante este siglo no sólo la monarquía francesa sino las europeas, especialmente, además de ésta, la inglesa y la castellana con Alfonoso X, se encaminan hacia un proceso de centralización. En torno al rey se va creando un complejo aparato burocrático que parte de la antigua curia feudal y que se dirige hacia una administración central, la cual se apoya en una administración territorial reforzada en las figuras de representantes del rey que recortan la autonomía de las ciudades, las cuales quedan estrechamente controladas.
Del reinado de Felipe IV podemos destacar tres hechos que en la novela de Maurice Duron se verán reflejados con sus consiguientes consecuencias. El más destacable -obviamente ya que se convierte en el hilo que sustenta la saga de Los reyes malditos– es el fin de la Orden del Temple. No menos importante es el conflicto que estalla entre Felipe IV y el Papa Bonifacio VIII, quizá uno de los papas más soberbios y prepotentes de la historia, conflicto que si bien no es parte de la novela, es decisivo a la hora de comprender mejor la importancia de las relaciones entre la monarquía y el Papado. Por último debemos destacar el escándalo conocido como el de la torre Nesle en el que están implicadas las esposas de los hijos del rey francés.
La lucha entre el «poder terrenal» y el «espiritual» se abre camino entre Bonifacio VIII y Felipe IV. El Papado, que recibía importantes tributos de los «estados», quiere controlar también quién es nombrado rey y quién no; el poder espiritual está por encima de cualquier otro y ellos son los que quieren manejar el juego en un mundo en el que ya se viaja hacia el considerado «Estado Moderno» y a cierta conciencia nacional. Felipe IV, cuya Francia sufre las consecuencias de epidemias y hambrunas, con la excusa de una posible guerra con Inglaterra, prohibe que salga ni oro ni plata del país y que se paguen tributos a los Estados Pontificios, de hecho exigía el pago de impuestos al clero.
Pero lo que provocará el enfrentamiento decisivo será el arresto de un clérigo francés afín al Vaticano por parte del monarca francés, quien no acepta la petición de liberación, promulgando Bonifacio VIII, en 1302, el edicto Unam Sanctam en donde dice que el Papa se encuentra por encima de cualquier rey. Felipe IV responde enviando a Guillermo de Nogaret a Italia con el objetivo de arrestar al Papa, encontrando apoyo en los Colonna, un importante linaje de Italia. Junto con Sciarra Colonna, Nogaret se dirige a la localidad natal de Bonifacio, Anagni, donde se refugiaba del verano, tomándola por asalto. El Papa queda solo y, vistiendo sus mejores galas, se enfrenta a la situación esperando la llegada de sus enemigos sentado en su trono. Colonna lo abofetea y lo invita a renunciar a lo que Bonifacio no accede. La población de Agnani se rebela y consigue hacer huir a ambos emisarios liberando al papa el cual, se dice que por la humillación recibida, murió un mes más tarde. La elección de papas desde ese momento dependerá de Felipe el Hermoso, el cual se encargará de nombrar papas franceses que le sean afines con lo que llegará en 1305 Clemente V -Bertrand de Got-, tras un efímero pontificado de Benedicto XI, quien optó por trasladarse a Francia, a Avignon. Este Papa será imprescindible para acabar con la Orden del Temple.
Con un Papa maleable en Avignon, el próximo objetivo de Felipe IV es la Orden del Temple y sus riquezas. En 1291 había caído Acre, la última posesión del Temple en Tierra Santa, por lo que podría considerarse que habían fracasado. Sin embargo su poder seguía siendo considerable, al igual que su riqueza, por lo que el rey francés actúa contra ellos con la aquiescencia de su marioneta Clemente V. Sobre ellos vierte acusaciones de toda índole, algunas con más base que otras, pero que sólo persiguen la extinción de la orden y el aprovechamiento de sus bienes por parte de Francia.
Así, un viernes 13 de octubre de 1307, tras haber asistido al funeral de un pariente del rey, Jacques de Molay y sus hombres eran arrestados siendo sometidos a un proceso largo y duro en el que fueron acusados de herejía, sodomía, satanismo, etc. -aunque Clemente V luego dejará un informe en el que reconoce que eran inocentes-. Sufrirán prisión y tortura, confesando toda acusación que hicieron contra ellos, algo que nunca se demostró al igual que tampoco se ha podido comprobar que tuvieran el Santo Grial, tema del que nunca se habló en el proceso y que tomaría relevancia más tarde.
Desde el puerto de La Rochelle en la Francia atlántica partieron veintiocho naves templarias que escaparon, se dice, con el tesoro del Temple. El hecho de que su principal puerto estuviera en el Atlántico y no en el Mediterráneo -que era el mar centro neurálgico del comercio marítimo- es llamativo al igual que muchísimas historias que corren acerca de esta orden y que sin duda merecen un lugar aparte. La cantidad de plata que manejaban era tan inmensa que las minas europeas no podrían haberla suministrado, ¿serían las americanas, donde se dice que llegaron en el siglo XIII?
El 18 de marzo de 1314, Jacques de Molay, el vigésimo tercer maestre de la orden templaria, cumplidos ya setenta años, llega a Nôtre-Dame donde va a ser quemado pero antes lanza una maldición en la que condena a la muerte en ese mismo año a los que lo han conducido a la hoguera y extiende la maldición a trece generaciones (en la novela de Druon se habla de siete). Un mes más tarde, Clemente V fallece; en octubre, Felipe IV, estando de caza, sufre una hemorragia cerebral y también muere. El 14 de julio de 1789, algunos cuentan, es cuando finaliza esa maldición con el estallido de la Revolución francesa.
El escándalo de la Torre Nesle comienza con la denuncia de la hija de Felipe IV y reina de Inglaterra Isabel, quien acusa a sus cuñadas Margarita y Blanca de Borgoña de adulterio con los hermanos Felipe y Gauthier de Aunay , los cuales sufrieron un castigo más que ejemplar. Las «adúlteras» fueron encerradas en Chateau-Gaillard mientras que la tercera hermana, Juana, lo fue en Dourdan por cómplice. El futuro de las primeras lo conoceremos en la segunda novela, el de Juana más adelante.
Comments are closed.