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Jesús de Montreal

El comienzo es como un hachazo. Algo así decía kafka de lo que suponía leer un libro. Un hachazo de luz que nos metiese de lleno en la vida. Es el teatro dentro del cine, hasta que una música llena de alegría da comienzo a los títulos de crédito. La película, siendo de 1989, es actual; tan actual que muestra al Jesús que tal vez uno podría imaginarse en este siglo que vivimos. Denys Acard dirigió hace unos años Las Invasiones Bárbaras.

Cada cual ve su Semana Santa; unos estarán contabilizando turistas, otros mirarán al cielo, para alguna pareja reciente las procesiones serán el marco para su amor entre caña y caña. Para muchos niños una sorpresa. Algún penitente dará vueltas a su vida entre los sonidos del silencio. El fotógrafo que tiene preparada la cámara. El increyente con sentido estético. Los que se van a la playa huyendo de la multitud y los que se quedan atrapados porque no saben dónde ir. El que relaciona la primavera con alguna fiesta de la antigüedad. Algún grupo cristiano que se va a un paraje desconocido. Y los que sienten los pasos como sangre por las venas.

Por estas fechas siempre nos ponen una de romanos en televisión tratando de reconstruir un mundo perdido. A veces reponen Jesucristo Superstar con ese toque gnóstico. Menos son los intentos de trasladar la figura de Jesús al mundo que vivimos. Los evangelios no dejan de ser una actualización del mensaje cristiano; cada evangelista, con su estilo, responde a las preguntas acuciantes que se viven en cada momento. Porque el mensaje cristiano se tiene que seguir adaptando a los hombres de hoy. El Jesús, por ejemplo, que interpreta Donald Sutherland en Johny cogió su fusil es más creíble que el de la mayoría de los cristos, a veces hieráticos que hablan recitando versículos sin darle alma a su voz. El Jesús de Sutherland se hace amigo del soldado, juega con él a las cartas, le habla como un amigo con el que puede contar -quizás debiéramos darle la vuelta al problema- se ríe, gasta bromas, resulta tierno y fuerte. Juego y también trascendencia.

En el Jesús de Montreal, Daniel se mete tanto en el personaje que acaba creyéndoselo y haciéndoselo creer a los demás… se oyen cosas como “fiarse de uno mismo con humildad y valor… En el fondo nuestra vida es muy simple, adquiere una complejidad infranqueable cuando sólo pensamos en nosotros mismos…”

Los grandes acontecimientos, incluso el teatro, surgen por falta de felicidad…dice Daniel en su parte final, casi agonizando. Jesús, que era pura vida, choca con todos.

Por defender la dignidad de una mujer, monta una escena, paralela a la expulsión de los mercaderes, y acaba ante un tribunal no muy diferente a los que padecemos. La sicóloga, tras examinarlo, manifiesta que el acusado tiene un grado de madurez muy superior a la media de los magistrados (comenta el propio juez con una sonrisa).

En Montreal debe existir una seguridad social parecida a la nuestra, se ven colas y gente sola y necesitada con las que se mezcla Daniel.

La figura del poder está retratado a través del abogado sin escrúpulos… yo puedo publicar tu libro, yo puedo hacerte famoso… nada nuevo bajo el sol; pero se aprecia mucho mejor cuando la historia te la cuentan desde el hoy. Es más fácil identificar al fariseo que todos llevamos dentro.

Los que están dormidos, los que no quieren vivir, los que no quieren levantarse, los que se aferran al poder, contra la jerarquía de ayer y de siempre. Se preguntará por nuestra falta de alegría. ¿Cómo que hemos construido una sociedad tan compleja en el que la gente no es feliz? ¿Por qué los hombres no arriesgan su vida si de todas formas la van a perder? ¿Por qué dejamos morir de hambre a nuestros hermanos? ¿Y porque nuestra religión a veces resulta tan aburrida?…y el humor ¿Qué? ¿Es que Jesús no tenía sentido del humor?…Seguro que si, siendo judio como era, seria también maestro en el humor judío… pero lo hemos olvidado.

Cada cual tiene sus rituales, el mío, por semana santa es volver a ver esta película. A veces cuando voy o regreso del trabajo me topo con un tipo que me recuerda a un actor de la película. Va pensativo, en sus cosas…me da por pensar si él habrá visto la película. Y seguramente diría que no. Y luego pienso en la infinita magia del cine que nos acerca tanto a la vida que a veces la traspasa.

Publicado en Una jornada literaria y otros cuentos
Reseña de Una jornada literaria y otros cuentos, por Paul Bitternut

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