El tio Charlie se limpia los zapatos o las botas al terminar el día, en una escena de la Sombra de una duda de Hitchock (1943). Estamos en plena segunda guerra mundial (el seis se cumplió el setenta y cinco aniversario del desembarco de Normandía).
En Santa
Rosa (EEUU) los hombres gastan sombrero, el guardia urbano conoce el nombre de sus habitantes y al comer y al acostarse se hace oración. Ya no recordaba que limpiar los zapatos es como
limpiarse los dientes. El día tiene su afán y muchos films en blanco y negro
son retratos de los valores de una sociedad; algunos se echan de menos, no tanto a Charlie… pero
mejor véanla. Hoy la posibilidad de que
te arrolle un velocípedo mientras
caminas por la acera o sales de tu casa es muy elevada. Y si tampoco la han
visto: Envuelto en la sombra (The Dark
corner 1946) de Henry Hathaway. ¡A que esperan!
Esto le hace a uno conectar con la infancia.
Mientras, voy disfrutando con la novela por entregas de Seis
números Rojos, pero voy lento porque
tengo que ir imprimiendo las hojas. E
intento competir vanamente con un tal
Paul, que no para de leer y hacer críticas de libros como: La
última vez que fue ayer. Así que compré la reedición de un libro sobre Ray Bradbury, escrito por
Garci. Y es que cuando leí Usher
II; un relato de crónicas marcianas, tuve
la impresión que Ray superaba a Poe. Me alegra pensar que en el prólogo, Luis Alberto de Cuenca, lo compara con los mejores
escritores americanos y apunta que no
son más de diez.
Editado en
Hatari Books SL (Ray Bradbury, Humanista
del Futuro) sólo por la entrevista que se
le hace a Garci, por Andrés Moret y
Eduardo Torres Dulce, ya está bien pagado. Creo que en España mucha
gente relacionará crónicas marcianas con un exitoso programa de televisón y seguramente
pocos con una obra maestra de la
literatura.
Gracias a
Fernando Savater, que a mí me parece el mejor columnista que hay (sábados en el
Pais y no porque su madre fuese granadina), supe de una novela: El hombre que quería ser culpable de Henrik
Stangerup.
Se editó en
1973 en Dinamarca y se convirtió en un fenómeno literario. En España llegó en
una sola edición en mayo de 1991. Está agotada y es una obra de arte. En
Dinamarca y en el resto de los países escandinavos tuvo gran repercusión,
porque se hace una distopia de estas
sociedades tan avanzadas en donde
siempre se intenta escaparse de la molestia que
supone la culpabilidad: “el psiquiatra
explicó que el complejo de culpabilidad
era un complicado fenómeno y podía ser considerado como residuo de un tiempo
pasado que daba primacía al individualismo.” A mí me parece que está a la par
con Un
Mundo Feliz de Aldous Huxley o tal vez la supera.
Dejo para el final, y no le molestaría creo, a Ibáñez Serrador que ayer* fue enterrado en el cementerio de San José en Granada. Ese mago que convocaba a las familias los viernes y que es la infancia de muchos. En Febrero le dieron el Goya de honor. Siempre llegando tarde y ajustados, los españoles, con sus hijos mejores
Para otro día quizás les hable de: El caballero que cayó al mar o Las decisiones absurdas; pero ahora tengo que limpiarme los zapatos (tampoco este final le molestaría a Chicho…).
*Se mantiene la fecha escrita por el autor aunque se publica al día siguiente
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