HG Wells con su máquina del tiempo; Twain en la corte del Rey Arturo. JJ. Benítez y sus Caballo de troya; con permiso del libro de Urantia, por cierto.
¡Qué tendrán los viajes en el tiempo! Porque bien mirado; ya leer es viajar en el tiempo y no digamos escribir. ¿Que necesidad incluso de viajar, si sentado en el sofá ves algún programa de tv donde el periodista viaja por ti?
Pero en cualquier caso un escritor que se precie debería intentar uno. Así que me dispongo a relatarles el que hice el viernes pasado. Podía disponer de todo ese fin de semana, algo excepcional, pero así pude prevenir cualquier eventualidad. Esto es como no coger nunca un ascensor cuando llegan los meses de vacaciones o vives sólo. Aún conservo una bola del mundo de los tiempos del instituto. Me la regaló un tío mio y se ilumina y gira. Y decidí, al azar, pararla con un dedo y que ese sería mi destino.
Ahora me preguntarán donde esta la verosimilitud del relato que es una de las reglas de la literatura. Yo podría defenderme acusando a los demás; pero no debería ser así, un escritor. El que HG Wells, o sea, su personaje sepa fabricar una maquina del tiempo diciendo que la fabrica, es una ficción; que a través de un convenio, el lector acepta. De hecho la máquina posee una palanca, un reloj,etc. un cacharro muy simpático que sin embargo funciona. Puede ir adelante y atrás y además calcular exactamente el día, hora y donde aparcar. En el caso de Twain el protagonista recibe un golpe en una pelea al salir de una fábrica. El golpe que recibe en la cabeza por un antagonista lo conmociona y se despierta en la edad media del Rey Arturo. JJ. Benítez, nuestro Julio Verne, hace que una tecnología muy avanzada permita este viaje y lo explica detalladamente sobre cuestiones posibles tal vez y quizás probables pero no verificables, que se circunscribirían curiosamente al ámbito de la fe. No se lo que diria de ello Karl Popper, pero bueno… Tampoco sería irrazonable pensar que si Cervantes resucitara, trataría de escribir otra invectiva contra los libros de viajes en el tiempo. A lo que iba. Saben que este año se conmemora el quinientos aniversario de la primera vuelta al mundo que realizó Magallanes. Expedición que partió en Octubre de 1519. Eran cinco carabelas y doscientos sesenta y cinco hombres. Stefan Zweig que escribió una biografía del marinero portugués, decía que la historia sólo existe si hay alguien que toma nota de los acontecimientos que se desarrollan. De esto se encargó, por cierto, Antonio de Pigafetta, que nació en la república de Venecia e iba en la Trinidad, al mando de Magallanes. Recuerden que al final sólo regresaron 18 hombres y en la Victoria con Juan Sebastián Elcano. Sería porque estaba leyendo de estos temas para estar al día, cuando hice girar la bola del mundo el viernes pasado como les comentaba y hete ahí, que se paró en un punto que decía: Java Mayor.
Paré el globo con tanta determinación que lo oradé y al tocar un cable cerca de la bombilla, sentí tal calambrazo que se fueron los plomos, se decía antes, ahora el automático. Caí al suelo y me di contra la estantería de libros que se amontonaron sobre mi cuerpo yacente.
¿Dónde creen que me desperté?
Efectivamente, en la Isla de Java Mayor sobre esa fecha precisamente.
¿Cómo fue posible? Sólo sé que salí de unos matorrales y de pronto me encontré como en una especie de procesión. Yo mantenía mi ropa del siglo XXI, los nativos iban con taparrabos. Tal vez ellos al verme con vaqueros y alguna camisa a cuadros pensarían que fuera algún tipo de dios…no sé…
Tampoco sé como me pude trasladar allí como si fuese el contenido de un fax…esto lo pensé mientras observaba la comitiva. Pasa a veces que vas de viaje y observas de pronto una boda y te quedas admirado de la alegria, como de la vestimenta y eso que he viajado poco…Me quedé hipnotizado con el colorido. ¡Qué casualidad! había muerto un hombre principal de la isla y es costumbre… quizás no sea esa la palabra adecuada. el caso es que queman el cadáver… hasta ahí bien … pero con la esposa favorita…que al parecer debe ir contenta en ese trance porque ese es su deber. Creo que esto lo sabía yo, porque antes veía aquel programa de la TV2, «Otros Pueblos» del periodista Luis Pancorbo, que era un magnífico espacio de Antropología.
Los nativos jaleaban más o menos como en el Mediterráneo cualquier tradición local. Los llevaban en una especie de parihuelas al cadaver y a la favorita que no tenía una cara muy feliz. ¡Claro!
En una ocasión me decepcionó un poco Montaigne,cuando al comentar la resistencia heroica de un pueblo, frente a una fuerza mayor en número, los habitantes, casi como si fueran numantinos, todos prefirieron morir a rendirse. Mujeres y niños incluidos. Poco probable. No sé lo que vds hubieran hecho… mejor no me digan nada. Esta unanimidades siempre son sospechosas.
Lógicamente decidí salvar a la chica. Al fin y al cabo lo más seguro es que estuviera viviendo un sueño. Comería algo mal y… Recuerdo que el día anterior en la oficina, mi celda, un esbirro de las alturas quiso aburrirme con una serie de cuestiones administrativas sobre lo que se puede o no hacer o es o no legal y la hernia de hiato empezó a sangrar.
Con un valor y determinación no habitual dije: ¡ Suelten a la mujer!
Es absurdo por otro lado esperar a que te entiendan. Hablarían el guaraní o lo que sea….Se pararon y yo mismo me asusté de mi acción. Al menos conseguí algo. Detener la muerte segura de la mujer. Enseguida me rodearon y alguien suspendió la procesión. Se creó una gran revuelo.
Recuerdo que Mark Twain utilizó el ardid del eclipse de sol, lo que asombró al mago Merlin, para salvar a su alter ego, ¿qué podría hacer yo.?
No hice nada. Me quedé paralizado.
De pronto me acordé del móvil, lo saqué y puse unos vídeos que tenia grabados porque lógicamente no tenía cobertura. Seria el brujo de la tribu, siempre hay alguno que pica, que se interesó y quiso que le dijera que era aquello. Había salvado el primer escollo.
Tal vez podría ¿no sólo salvar a la chica sino hacerme con el gobierno de la isla? Al fin y al cabo el conocimiento es poder…pensé.. pero lo que realmente, lo que deseaba ardientemente era volver al tedio de mi casa.
Y además ¿cómo es que fui capaz de ir de viaje sin saber como volver?
Era mucho más grave que irte de viaje y olvidar el cepillo de dientes.
Era intolerable, pensé. Tampoco me tranquilizaba que se decía que había una isla que se llamaba Ocoloro, sólo habitada por mujeres » que a éstas las fecunda el viento; luego que dan a luz, si que el naciere es varón, lo matan y,si es hembra, la crían, y si viene hombres a su isla los matan siempre que pueden» decía el reportero de la expedición Antonio de Pigafetta.
Caro lector, en este trance, te doy la pluma para que acabes el relato o el viaje, según pienses; como gustes.
Se hace de noche y hace mucho calor.
Vale.
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