A veces, parece que todas las piezas del puzzle encajan y crees, o quieres creer que todo lo que ha sucedido tiene sentido. Todo por lo que has luchado ha tenido el resultado deseado y no te das cuenta de que quizás has ganado mucho, pero también es mucho lo que has perdido.
Y entras en una vorágine llamada vida, en la que no te queda más remedio que seguir adelante, arrastrado por un tsunami de carreras alocadas, de vivir muy deprisa, de no mirar más allá. Un tsunami que destruye todo a su paso. Te hace creer en un futuro prometedor, te va embaucando con sus dulces palabras y tú das cuenta cuando ya estás sumergido en sus profundidades. Te hace creer que si no llegas el primero no vales, cuando lo importante es llegar. Te hace creer que tienes que encajar, que tienes que ser como otros para ser visto, cuando en realidad eres único e irrepetible. Te moldea a su antojo hasta crear de una obra de arte, una réplica de tantas otras.
Y vas OLVIDANDO…
Olvidas reír, olvidas llorar, olvidas sentir.
¿Y qué pasa contigo?
¿A dónde quedan tus sentimientos, tus ilusiones, tus problemas?
No sabes cómo salir de estas rejas que has creado a tu alrededor, porque no todo vale en esta vida, no todo es bueno para tu ecuación, no todo entra en la mochila. Quieres volver al principio, desandar tus pasos, pero y es tarde. Las cicatrices que llevas en la piel, las cicatrices del alma, profundas, ya no se borran. Ahora sólo puedes recordar, intentar aprender de los errores, no perder más trenes, luchar por lo que quieres, que los momentos te sumen, pero también, ser sumado.
RECUERDOS… qué bonita PALABRA.
VOLVER A VIVIR.
APRENDER A SOÑAR de nuevo.
Para tener recuerdos, hay que VIVIR,
y para poder vivir, hay que RECORDAR.
Los recuerdos se guardan en el tiempo, sin perderse en el inmenso océano. Están allí, sólo esperan el momento para salir a la superficie, el momento de ser encontrados.
Son el perfume del mar que perdura en el tiempo.
SOMOS RECUERDOS
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