Esta crónica va para la “Taberna El Corto Maltés”. Los que amamos la calle nos estamos quedando sin sitios normales, cálidos. Dedicado a todos los hijos de perra que se están comprando el centro de Sevilla y poniendo bares impersonales donde el hilo musical es monocorde y hacen caja con céntimos y sueños.
Sábado noche del 21 de diciembre, nos movemos hacia la Sala Malandar para ver un concierto de Rock Salvaje: La noche del “Rock & Roll Atittude” con 3 bandas locales que dieron todo y sonaron como truenos: Oflo + Stopping Place + Kill da Cane.
Como puntos generales resaltamos el sonido (el trabajo de los técnicos de sonido) que fue fabuloso, cada banda –de estilos distintos– ha sonado clara, sin problemas, lo cual refleja el trabajo profesional, haciendo que uno pueda apreciar todos los matices por los que los músicos se parten el alma ensayando.
Arrancó la noche con la gente de Oflo, un Power trío que define perfectamente su esencia en un sonido contundente y poderoso. Fusionan a la perfección varios estilos que nacen desde el bajo, para llegar hasta el público y envolverlos. Un Funk, con toques Metal y riff´s que hacen una presentación histriónica bien ensamblada. Las letras, altamente ácidas, te hacen reír, pensar y cagarte en todo lo que ocurre fuera de la sala, la edad en muchos casos no solamente madura la calidad de los músicos, también el mensaje, y se refleja en que los seguidores de este singular proyecto piden canciones acosando al vocalista-bajista.
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Si tenemos que poner alguna referencia para hacer una idea, me vino varias veces a la cabeza Infectious Groove o Mr.Bungle, aunque los solos de guitarra tienen mucho del Heavy Clásico y técnica que da algo de intriga ver cómo sería encerrarse en un ensayo y cómo demonios componen. El alto histrionismo es uno de los mejores puntos del show porque no te permite aburrite. Al contrario, en la pedalera hay un arcón de recursos (hoy llamados Auto-tune) para la voz que (¡Al fin!) veo utilizados al servicio del público como recurso, no como base, en el momento adecuado. Como ejemplo vayan “Pervertín Osborne” “Contradicción” o la increíble “Esdrújula”. No me gusta dar consejos, pero si estás leyendo esto y comenzando en la música y querés abrir la mente para expandir tus recursos Oflo es de escucha obligatoria. Un primer plato de alto standing, soportado en una batería brutal y que hace posible que este espectáculo lo disfrute toda la familia: el músico y el borracho navideño que no sabe de escalas, arpegios y efectos de sonido, pero sí de pasarlo bien. Tranquilos, esto no queda aquí, prometemos traer más noticias de este proyecto.
Llegaba el turno de los Stopping Place. Velocidad y destrucción basada en la simpleza de la vida. Cinco muchachos elegantemente vestidos que dejaban claro, desde los trajes y las gafas, el estilo que vendría: pureza del rock. La verdad, yo pensaba que no me gustaban las bandas “RockaBilly” esas gafas 80´s, los cortes de pelo, la actitud. Ahora entiendo que no me gusta el “Poser RockaBilly” mediocre.
Un despliegue eléctrico, que no se detiene, que baila en el escenario con gracia y se sustenta en pura energía. Un estilo que lleva en esta tierra ¿cuánto?, ¿70 años?, ¿algo más?, ¿algo menos? Lo que sea, la perfecta ejecución de cada uno de estos muchachos, con las ideas claras y, de nuevo, un sonido limpio, claro y con variaciones que hacen que no te aburras. Encajan perfectamente, las guitarras creativas, buenos riff´s, sobre una base clásica pero que sostiene perfectamente la voz y la danza imparable del cantante.
Un proyecto formado en 2010 que ha renacido este 2019 que acaba, nueva formación, nuevas ideas, gran sonido. La combinación, sobre todo, de esa rebeldía original del Rock&Roll con buenas canciones los hace peligrosos y que estemos pendientes de lo que hagan en 2020.
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Canciones como “The best warth” “Rockabilly machine” o la extensa pero increíble “Supersonic wings” son apenas muestras de un proyecto que encajó perfecto en una noche donde estaban rodeados por músicos más experimentados. Increíble.
Y llegamos, adrenalínicos ya, al plato fuerte de la noche, a los que presentaban disco: Kill da Cane y su Volumen II. Antes de largar, presentaron el vídeo definitivo de un trabajo pensado, pulido y que se basa en cierta gracia para abofetearte con su desparpajo. La pantalla cubría el escenario, Surfasaurus Mucho (geniales los nombres) era la invitación proyectada antes de que se suba esta orquesta de cabrones certificados, multifacéticos y que, en verdad, no dejan de ser un grupo de amigos. El escenario estaba flanqueado por los hermanos Chávez (guitarra y bajo), al centro las voces (Tridi Puñema y Tony Mortes), en el otro ala Fran Wilbury y JL Postigo (guitarra y bajo) y en el fondo Melchor Hanna en la Batería.
Lluvia de pimientos para el público y con un verdadero pimiento-humano en escena largan con “No lo sabe ya” y “Ceviche Este”; canciones rockeras, duras, clara reminiscencia del sonido más cuidado, que en el disco suena feroz y que llevado al directo se hace más furioso todavía. Uno de los puntos que más me gusta de la banda son dos guitarras tan diferentes que conviven en la misma canción, te pasean por calles de la ciudad, pegándote una paliza que los expone desde el primer minuto al esfuerzo, sin guardarse nada… O eso parece.
La sala llena para ver cómo era el Volumen II en vivo. Más de un par de botellas (Jack Daniel´s y crema de Orujo y cerveza y cubata) hablan de la fusión, no solo de estilos si no de las personalidades. “La gorda pa mí” y “Por favó te lo pido” para regresar al primer trabajo y aceitar a la gente que se debatía entre bailar o ver el show. La noche avanzaba y el calor subía. De nuevo los bajos, a cada lado, en sus armonías apoyando los punteos de las guitarras y resaltando la batería. Flipante el acople perfecto de todos esos instrumentos en un escenario que les quedaba pequeño, y allí es donde se nota el trabajo de este nuevo disco. Si de por sí llevar este sonido al concierto es complejo, la experiencia, el conocimiento de las virtudes de cada uno ha hecho que los matices grabados en estudio se puedan disfrutar en el directo. “Surfasaurus Mucho” es demasiado. Las voces, más allá de las arengas, hacen que te metas con ellos… (Sin segundas intenciones) El sonido en toda la sala era distinto. En primera fila te llenaban del sudor y violencia, en el fondo, más tranquilo, se apreciaba una banda de rock que suena y transmite sensaciones.
Fundamental, creo, Tony Mortes, profunda voz sacada desde un pecho que te sobrecoge, un esfuerzo tan “Stoner” que te traslada desprecio y emociones, sentimientos oscuros, el contra punto ideal para Tridi Puñerma, que canta en un tono perfecto e influenciado por toneladas de cine “giallo+spaguetti”. “Por supeste que sí” y “Pavía crucis” fueron el final de una parte. Entonces cambiaron al modo “destroyer plus”. Un par de taconeos y “Soy un chulaso” para el desparpajo y las risas… Entró a lo bestia “Enrayaíto me tienes” para el apocalipsis definitivo. Volvieron a esos martes pateando las calles tras los que recogen la basura con “El señó la querio” y la brutal y maravillosa “Pussy Warrior”. Descontrol total de la escena con bailes, lucha libre, “burbón” a la peña y lluvia y porno.
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KILL da CANE es Rock&Roll, sin giladas, ni postureo, pureza callejera y lucha contra todo lo que nos están quitando. Escuchar la banda no es gracioso, aunque lo parezca, no es un ritual ni nada místico: es recuperar esa humanidad que teníamos como esencia y, no hace mucho tiempo, podíamos encontrarla en cada esquina, o con un colega escuchando música en casa. Verlos en directo me ha sublevado, me hace pensar en la inversión de tiempo (y dinero, claro) por llevar adelante un proyecto puro y que rebosa profesionalidad por todas partes, si eso no te hace pensar en lo importante de noches como éstas, es que tenés que cagarte en los muertos de todo lo que te hicieron creer que tenías que conseguir para ser persona y no te permite disfrutar y soñar.
Kill da Cane, gente, será mi último concierto de este año, me quiero quedar con toda este despliegue de calidad, sonido y, sobre todo, increíble e infinito espíritu salvaje de Rock.
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