“La buena literatura de verdad, la que nos emociona y nos transporta a otros mundos, la que nos parece más real que la realidad misma es la que está escrita, palabra a palabra, verso a verso, página a página, con sangre en las sienes, en las manos y en el alma.”
Santiago Posteguillo[1]
La literatura se ha instaurado en todos los
acontecimientos históricos como una estrategia que ha permitido inferir los
pensamientos y los sentimientos de los individuos. De esa manera se ha podido
comprender que los seres humanos están
constituidos de historias que suelen ser: alegres, melancólicas, soñadoras,
nostálgicas, amorosas, entre otras, que ayudan a darle sentido al caminar de
los sujetos. En palabras del escritor chileno Roberto Bolaño:“(…) Hay una
literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando
estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura
para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay
una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura
para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises
Lima y Belano”. Lo que indica que, la literatura es una herramienta humana que
tiene como propósito los sentimientos y pensamientos, que las personas tienen en
distintos contextos.
Son
muchas las definiciones que han acompañado a la literatura como una herramienta
que se emplea para la expresión de emociones e ideas, que los escritores les
ofrecen a sus lectores desde las figuras literarias. Según Antonio Cándido (2013), establece que la
literatura son las todas las creaciones de toque poético, ficcional, y
dramático, en todos los niveles socioculturales. Es decir, que la literatura es
un himno de los diferentes campos sociales que determinan el comportamiento de
los seres humanos.
Además
Cándido (2013), afirma
que: “La literatura desarrolla en nosotros una cuota de
humanidad, en la medida que nos vuelve más comprensivos y abiertos a la
naturaleza, a la sociedad y a nuestros semejantes. p.44
Lo
anterior indica que la literatura es puente de mediaciones entre distintos
escenarios políticos, sociales, culturales, y económicos, que ayudan a entender
el sentir y el pensar, de los individuos.
Desde
esa dimensión, es necesario abordar el concepto del boom latinoamericano que
plantea Ángel Rama (2005), en su libro: El
boom en perspectiva en el que define:
(…) Finalmente, ¿qué es el boom sino la más extraordinaria toma de conciencia por parte del pueblo latinoamericano de una parte de su propia identidad? ¿Qué es esa toma de conciencia sino una importantísima parte de la desalienación? […] En el fondo, todos los que por resentimiento literario (que son muchos) o por una visión con anteojeras de la política de izquierda, califican el boom de maniobra editorial, olvidan que el boom (ya me estoy empezando a cansar de repetirlo) no lo hicieron los editores sino los lectores y, ¿quiénes son los lectores, sino el pueblo de América Latina? Desgraciadamente no todo el pueblo, pero no caigamos en las utopías fáciles. (…) p. 39.
Lo
que indica que el boom latinoamericano es el resultado de los lectores quienes contaban los sucesos que ocurrían en
América Latina, y finalmente, las editoriales los trascribían para que no se
perdiesen en el olvido sino que permanecieran en la historia.
Al
lado de ello, Rama (2005), cuenta que la literatura latinoamericana es el
encuentro de hechos históricos que generan una creación de una nueva narrativa
que mezcla polémicamente asuntos políticos, que no sólo reflejaban las copias
de los modelos europeos sino el acercamiento a crear y adentrarse en mundos
posibles desde la lectura, la escritura, el pensamiento, y los contextos cercanos, todo esto con el
objetivo de tener una propuesta estética desde América Latina.
La
idea es que la literatura Latinoamérica presente los diferentes sucesos que
ocurren en el continente americano desde sus campos socioculturales,
acompañados de medios como: la narrativa, la poesía, el teatro, entre otros,
que van a permitir que las personas adquieran un sentido de identidad. Es
decir, la literatura latinoamericana es un canto a las voces y acciones de sus
habitantes en distintos sectores sociales.
Más
tarde, en efecto aparecen voces como las de José María Vargas Vila quien era
prohibido en Colombia y el resto de Hispanoamérica, pero paradójicamente
seguido por estudiantes, obreros, amas de casa, revolucionarios, entre otros, quienes
consagraron sus obras como instrumento para la denuncia social de las
injusticias que acarreaban a los seres humanos y al mismo tiempo una ruptura con los valores
morales. Convirtiendo el erotismo en una propuesta liberadora que pretende
poner al hombre por encima del bien y
del mal. Partiendo desde textos como: Ibis,
Aura o las violetas, Flor de Fango, La muerte del cóndor, y Alma de lirios,
que reflejan un universo de contradicciones de los factores sociales en esos sujetos que van
en búsqueda de esos anhelos o sueños, que les ayuden a escapar de esa miseria social o destino trágico.
Algunas
de esas injusticias sociales se pueden evidenciar en su obra Alma de lirios en la que cuenta que:
Ultrajada y
dominada sufrió mil
violaciones, llorando y
defendiéndose, como una
gata salvaje, con los dientes y las uñas. Y en el silencio del llano
murió el grito de su virginidad asesinada. Nunca olvidaré la terrible mirada de
sus ojos, el gesto desesperado de sus brazos, su grito de maldición cuando ya
profanada, se escapó llorosa y triste p.34.
El
anterior fragmento posesiona las tragedias sociales que evidenciaba Vargas Vila
y al mismo tiempo, la postura de las mujeres humildes quienes son sinónimo de
luchas constantes en un mundo carente de derechos. En medio de todas esas
denuncias sociales instaura su concepción del amor afirmando que:
El amor tal como yo lo
concibo y lo siento, el amor de los sentidos, es decir: la sexualidad. El amor
cerebral no es
sino la sexualidad
consciente, refinada y
reflexiva. El amor sentimental es una aberración, cuando no
una monstruosidad. La ley suprema del amor es el instinto. El sexo es todo el
amor, fuera de él no hay sino la extravagancia, la perversión y lo
monstruoso. El deseo
es el alma
del amor. Así
amo yo. Es
la exasperación de
mi deseo sexual, lo que forma el
fondo de mi amor. Así he amado siempre… Así en una crisis de fiebre animal indomable
en una desesperación
del instinto, que
me llevaría a
las peores extravagancias y aún a
los peores crímenes… Todo lo que tiende a espiritualizar el amor, no hace
sino deformarlo. Todo amor es una sed de posesión. El acto, he ahí el
principio y fin del amor, el amor mismo. p.96
Lo
cierto es que el amor no es sinónimo de sentimentalismo es un reflexión
profunda que va acompañada de una sexualidad consiente de ese ser y estar del
individuo.
En
esa misma línea de los exiliados, aparecen voces como la escritora nacida en
Perú pero con nacionalidad chilena Isabel Allende, que en 1982 con una simple carta que le escribió a su
abuelo consagro su ópera prima La Casa de
los Espíritus, permeada del maravilloso realismo mágico, se postuló como
una de las escritoras más importantes del post- boom latinoamericano. Además,
ha sido encasillada en la Novísima Literatura o de la posmodernidad que realiza
un despliegue sobre la literatura femenina. En ese sentido las mujeres en la literatura de
Allende tienen un
papel esencial en los ejes
familiares, y socioculturales, que desarrollan la historia. En obras como: Cuentos de Eva Luna, Afrodita, El Cuaderno
de Maya, y retomando nuevamente La
Casa de los Espíritus, que se instaura en la narración de la familia Trueba
en donde los personajes femeninos son el fundamento de la historia. Mujeres que se caracterizan por ser distintas
pero representan su época y familia; Clara
es la abuela, una mujer clarividente que mueve objetos y ve las situaciones
futuras como reales, Blanca, la hija, que se niega a cumplir con los protocolos
de las mujeres de su tiempo, y Alba, la nieta, que es la heredera y la
narradora de la historia de la familia. No se puede dejar de lado, que Esteban
Trueba es el varón que sostiene a la familia, el patriarca, que determina el
accionar de las mujeres. Finalmente,
Isabel recrea un juego entre ficción e historia, que teje un universo femenino
con capacidades innovadoras que les permite superar el machismo.
Reiterando una
sencilla invitación a
seguir explorando el abanico
maravilloso de la literatura latinoamericana desde voces como la de: José María
Vargas Vila e Isabel Allende, entre
otros, quienes han logrado consagrar los sentimientos y los pensamientos de
sujetos con posturas críticas y
propositivas, que reflejan los comportamientos desde los sectores sociales,
políticos, económicos, y culturales, que determinan una nación y el mundo. Un
continente que está más allá de descalificaciones bárbaras y con tantas
historias que contar.
Referencias
bibliográficas
Allende,
I. (1987). La casa de los espíritus. Editorial Oveja Negra. México
Cándido,
A. (2013). El derecho a la literatura.
Bogotá: Babel Libros
Rama,
A. (2005). El boom en perspectivas.
Signos Literarios. Bogotá, Colombia.
Vargas,
V. J. M. (1910). El alma de los lirios.
París; México.
[1] Escritor, novelista, ensayista y profesor español, autor de las trilogías «Escipión el Africano» y «Trajano» y de los libros «La traición de Roma» (2009) y «La legión perdida» (2016).
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