El hombre de la cueva va a darse un baño en el mar. Parece que se trata de un neandertal. Mira el horizonte gris; y cuando va a lanzarse, ve un megalodón (1) . Así que vuelve a la cueva. ¡No puedo nadar!,- exclama abatido.
El escritor piensa que ha perdido la vis humorística, porque lo que ha escrito no le hace gracia. Quizás sería mejor escribir un manual de sexualidad paleolítica, ya que está tan de moda, la dieta. Tampoco esta idea le mueve ninguna mueca.
Ahora que lo
piensa, mejor haber puesto a un hombre del paleolítico o del neolítico.
Neolítico, es volver a la piedra, eso sí lo sabe, pero confunde las épocas
históricas. ¿Sabría nuestro hombre nadar? O ¿sólo mantenerse?
El hombre de
los libros, decidió poner un gabinete de
asesoramiento literario. Esto lo había oído hace algunos años que pasaba en
EEUU. Ya le advirtió un amigo que para
eso, también tendría que tener conocimientos de psicología. A la librería llegó
una madre en busca de ayuda. Su hijo no leía y quería que el librero le diera clases de literatura, además, estaba
depresivo.
El joven apareció de improviso, así que, había
que improvisar. Cogió dos libros de la
estantería y le dijo que se los leyera.
Uno era una recopilación titulada: Relatos Cómicos, de Edgar Allan Poe;
el otro; El hombre de Arena, de
Hoffmann.
El joven no volvió más. Pero se recuperó. Fue internado en agudos de psiquiatría y allí conoció a una bipolar de la que se enamoró.
– Bueno, esto no se lo cree nadie, comentó el escritor, arrojando el boli al suelo, porque escribía a mano.
Lo intenta de nuevo.
Y escribe: Un hombre entra en una librería; que cada vez quedan menos, como los kioscos; y va obsesionado con el humor inglés. Piensa que también el humor gallego es parecido por la cercanía, será. Con esta unilateralidad, se olvida del libro que iba a comprar, sólo, le sale la palabra, capitán Cook. Al oírlo, el dependiente comenta que acaba de salir un libro de viajes sobre el tal capitán…y se pierde entre los pasillos. El hombre, mientras, alza la mano para ver un libro sobresaliente y este le cae en la cabeza.
En el suelo está: El chiste y su relación con el inconsciente de Sigmund Freud.
Esto, le recuerda que algún especialista, le comentó
que Freud descubrió el complejo de Edipo, porque él lo padecía. Al fondo del pasillo se ve una columna móvil
de libros y apenas unos ojos de atalaya.
Una imagen ya casi impropia.
Mientras, un inglés ha entrado para comprar una guía
turística. El hombre está completamente tatuado. La cajera no sabe inglés, pero
se le lee en el pensamiento que por ella, le tatuaría el hígado.
La columna sigue avanzando pero a pesar de lo que cree el lector, no cae sino que llega a su destino. Los deposita en una mesa y le dice a nuestro hombre que el libro está agotado. Justo en ese momento, el hombre resbala con un mediocre chiste que salta del libro. Un viejo chiste de la edad media. De esos que te ahorcaban por contarlo como comentaba Mark Twain.
¡Tampoco!. Se lamenta el escritor. No se puede sacar agua de un pozo seco.
PD: El autor/a; para una mejor comprensión del texto
recomienda la lectura de la bibliografía citada. En cualquier caso le permitirá
ensanchar su acervo cultural e incluso
su espalda.
El escritor pide disculpas por esta última palabra.
1 Especie extinta de tiburón que vivió durante el Cenozoico. Tamaño gigantesco.
Imagen de cabecera Peggy und Marco Lachmann-Anke en Pixabay
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