Que nadie se asuste por el título de hoy pues para nada pasaremos de poco más que un simple abrazo. La primera palabra puede llevar a elucubraciones placenteras más allá de lo que pueda yo ofrecer en unas letras y, sintiéndolo mucho, no me veo yo “poniendo” al personal con narraciones picantes.
Comenzó diciembre, y con él se ha dado el pistoletazo de
salida a prácticamente cuarenta días en los que se hunden todos los intentos de
mantener un régimen alimenticio, abstinencia gulosa o sostener, con la mínima dignidad,
la voluntad de decir un “No” a la oferta de tentaciones culinarias que
desfilarán ante nuestros ojos en diferentes situaciones. Esos terribles
esfuerzos son pospuestos hasta que los Reyes Magos estén por lo menos por la
autovía de Egipto.
Un evento imprescindible, que ya está muy arraigado entre nosotros y que sirve de aperitivo para los grandes ágapes de las fiestas, son las comidas o cenas de empresa, funcionarios, agrupaciones deportivas, sociedades o a lo que cada cual esté apuntado y consideren necesario reunirse. Suelen ser de asistencia singles, sin parejas que acompañen, para fomentar la camaradería sin la influencia de cónyuges, novios/as o amigo/a ni vástagos que rompan el relax y distensión que se busca. “Hay que formar piña” como tanto gusta decir a los jefes, dirigentes o encargado de turno.
El problema es cuando, avanzada la reunión, comienzan los efectos liberadores, principalmente por el alcohol ingerido, y llegamos a situaciones impensables por muchos de los protagonistas de las mismas. Que si uno inicia un striptease con ese cuerpo que se expande por los cuatro puntos cardinales, dando vergüenza ajena mirarlo; que si otra no se puede ni levantar de la mesa por el mal cuerpo que le han dejado las dos docenas de langostinos tigre que se ha metido entre pecho y espalda, regados de dos botellas de tinto de la casa; que si la mosquita muerta de siempre se ha descocado y le tira los trastos al becario, apretándose contra él mientras pide a voces el “Bailar pegados” de Sergio Dalma; que si vas al servicio y te encuentras enemigos irreconciliables abrazados, llorando, prometiéndose lealtad eterna. Obviamente, el propietario de la empresa, presidente del consejo o del club o el que mantiene el cargo superior en el grupo, ese, siempre estará rodeado de pelotas diversos que se cuidan de que no le falte ni leche de hormiga para agobio del personaje que, en la mayoría de las ocasiones, busca a su vez despendolarse un rato pues también cree que tiene derecho a ello.
La dificultad mayor estriba siempre en tomar la decisión de
poner punto y final a la fiesta, pues suele la cosa continuar por callejeos
eternos al “pub o discoteca increíble”, a decir del entendido que nunca lo
encuentra, con las obligadas paradas para “repostar y pensar mejor a dónde
vamos” que todos en mayor o menor medida conocemos. En todo ese pulular es
donde se suelen ir perdiendo efectivos hasta quedar reducida la cosa a dos o
tres elementos de difícil doma que, al ser sorprendidos por el sol, es cuando
se dan cuenta que tienen que pensar en regresar a casa.
Y lo peor es que ahí no queda todo. En los días siguientes,
si algo se había avanzado en la mejora de relaciones entre los asistentes, todo
se puede venir abajo por la negativa de cada cual a admitir su propio
espectáculo, cambiando el disfrute y divertimento de su recuerdo por enfados,
reproches y nuevas inquinas hacia los mismos, u otros, para complicar aún más
la convivencia. El que se desnudó siempre negará “los michelines y lo pequeña
que la tiene”, por más testigos que aparezcan con vídeos y fotografías. Una
negará el número de piezas de marisco que se le atribuyen, escudándose por
ejemplo en que es alérgica al gluten, que no tiene nada que ver, y la otra
recriminará al becario su osadía, sin tener en cuenta que éste aún lleva
pañuelo de cuello para tapar la pasión desbocada. Los llorones vuelven a no
mirarse, por mucha copa que compartieran, aunque los que suelen seguir en su línea
son los adláteres de quien manda, los cuales siguen, cual martillo pilón,
sacando brillo a todo lo que proceda de arriba.
Por suerte o por desgracia, por mi trabajo y forma de vida,
no he asistido a muchos eventos de este tipo, aunque sí he sido todo oídos a
muchas narraciones, divertidas unas, otras no tanto, confesadas en la confianza
de amigos, que no difieren mucho de lo escrito en los párrafos anteriores.
Pueden introducir otras variantes de desmadre, algún/a triste que no varíe su
actitud ningún día del año y junto al que nadie se quiere sentar, chistosos de
múltiples tipos junto a los cuales tampoco está indicado permanecer mucho
tiempo, infidelidades difíciles de mantener ocultas, en fin, toda una serie de
excentricidades que encuentran en estas salidas su vía de escape. Mientras las
mismas no invadan la libertad y el espacio de nadie, ni falten al respeto, no
veo porqué no puede uno ser “diferente”, o mostrar un lado menos conocido, por
un día… o dos. Mucha gente se ha sorprendido, en más de una ocasión y sin
comida ni cena por medio, si acaso alguna caña, al comprobar que la seriedad
que normalmente proyecto en mi trabajo se transforma en humor e ironía fuera de
él, muchas veces también en él pero con recato, sorprendiendo con mis gustos
musicales, deportivos o literarios. En esos momentos es cuando puedo comprender
la caja de sorpresas que pueden llegar a ser estas reuniones, en donde las
personas pueden dejar su corsé del trabajo, oficina, asociación o lo que les
lleve a juntarse y abrirse algo más para que se les conozca como eso, como
personas.
Aunque también hay que reconocer que esas sorpresas no
tienen porqué ser todas buenas o agradables. Hay algunas/os que es mejor que
sigan cómo creíamos que eran pues, de otra forma, la cosa empeora a niveles que
podrían ser perjudiciales para la salud propia y del resto del planeta.
Vayan, no lo duden. Acepten esas ofertas de buena voluntad
que todos hacen cuando todo se prepara. Disfruten, rían, desmelénense, digan y
hagan lo que realmente les apetezca. Que la vida son dos días. Pero luego, no
olviden contarlo con detalles durante las orgías pantagruélicas que nos quedan
en las próximas fiestas. Pero eso ya será humo para el próximo domingo.
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