Un
silencio dice más que mil palabras.
Mientras
que las palabras te pueden matar en el acto, el silencio es como un veneno que
te va consumiendo y mata lentamente.
Porque
el que calla, otorga y provoca desprecio, desidia o vacío.
No
temas cuando te hable aunque mis palabras sean malsonantes, de ira o de rabia
porque, igual me importas. Preocúpate cuando calle porque seguramente ya no te
oiga y puede que ni te sienta cerca aunque estés a mi vera.
No
sabes lo que estoy pensando, eso te inquieta y te mantiene alerta. Crees que
tengo mucho guardado y ojalá lo fuera por tu conveniencia, porque si nada
tengo, ya no tiene remedio.
Igual
crees que estoy callado porque me tienes entre las cuerdas. Igual ya me bajé
del ring y te quedaste besando la lona cuando hace rato que dejé de pelear
porque para mí ya no eras rival.
El
silencio te está matando, lo sé. El ser humano no está preparado para
soportarlo. Porque siempre crees esperar algo, seguramente, por tener sucia la
conciencia.
¿No estás cansado de vigilar tu espalda? ¿No estás cansado de huir de ti mismo? ¿No te das cuenta de que nadie habla a tu alrededor y, si lo hacen, no lo puedes soportar porque no es lo que deseas escuchar?
Creo en el poder de las palabras cuando hay algo por qué luchar. Pero el silencio, cuando nada hay que merezca la pena, es letal.
Soportar
el silencio es la condena más difícil de sobrellevar sobre todo cuando es la
indiferencia lo que lo provoca.
A
veces no se encuentran las palabras y a veces no hay nada que decir. ¿Qué
quieres que te diga si ya no tengo tiempo para ti?
Ya
tienes mi silencio, ¿no te das cuenta que igual callo por respeto? ¿No es
suficiente para ti? Si respondes que sí, es que ya sabes lo que pienso. Si
respondes que no, por eso callo, de mi silencio esa es la razón.
Porque
mi tiempo es oro, mis palabras un tesoro y mi silencio no tiene precio y tú
pagarías por romperlo.
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