J. R. ALONSO DE LA TORRE tuvo la siempre agradecida deferencia de dedicarme en
el diario HOY un par de muy aprovechados y pergeñados artículos –El panadero
novelista de Hinojal (2008) y Panadero o novelista (2016)– en los
que mi devoción por la escritura literaria y por mi oficio de toda la vida
significaban ser sus leitmotivs. Ya ha llovido lo suyo desde aquellos
entonces, y si, al jubilarme a finales de 2009, dejé de ejercer la
panificación, he podido cultivar a pleno pulmón desde entonces mi faceta de
literato, habiendo rendido un tan generoso como variopinto catálogo de novelas
y relatos que, por sus muchas virtudes y cortes, constituye todo un tesoro
cultural de lo más singular por descubrirse, y es que yo soy un autor
independiente de lo más desconocido, que no menor, que hasta la fecha, y como
se dice, no se ha comido una rosca.
Durante estos años mis
prioridades han sido, en primer lugar, el ejercicio de la escritura; luego,
todo el proceso que comprende la autoedición de casi todos mis libros en
Amazon. Fuera de eso, apenas me he preocupado por difundir mis publicaciones o
mi nombre.
Este reportaje pretende
contribuir a dar a conocer mi persona, con sus méritos, y mi ingente obra
literaria, por cuanto entiendo que significan a la hora de estimarlas; la
primera por sus muchas singularidades e importancias diversas, y la segunda
porque es todo un patrimonio cultural muy digno de ser conocido y divulgado.
El panadero rural
Nací en Hinojal (Cáceres) el 23
de septiembre de 1963 en el seno de una familia de panaderos artesanos, pasé mi
infancia en el pueblo, siendo el castúo mi habla coloquial. A los diez años me
concedieron una beca y cursé el segundo ciclo de la EGB en la Universidad
Laboral de Cheste (Valencia) y el primero de la formación profesional de
electrónica en la de La Coruña, estudios que terminé en la Escuela de Maestría
de Cáceres, junto con el COU en el Instituto «El Brocense». Hice la mili en
Melilla y, no más licenciarme, se jubiló mi padre y me quedé con el negocio
familiar, que defendí durante veinticuatro años, llegando a tener como
clientela al pueblo, al vecino Santiago del Campo, treinta tiendas en Cáceres y
media docena de barrios de la periferia repartidos a domicilio que llegaron a
significar una producción media diaria de cuatrocientos kilos de harina.
Siempre ejercí mi profesión, en
la que me considero todo un Gran Maestro, como un noble arte, y llegué a tener
mi muy merecido prestigio, y ésta, de uno u otro modo, está muy presente en mi
obra.
Me jubilé a finales de 2009,
debido a mi condición de bipolar, desorden hereditario que me vino por la rama
paterna. Desde entonces, a sabiendas de las posibilidades de mi tan creativo
espíritu, me vine dedicando a manos llenas al cultivo de la escritura
literaria, dando a luz un gran elenco de obras de muy diversos cortes y
temáticas, como se habrá de ver.
El 13 de noviembre del 2018
presenté en la sala Boogaloo Café de Cáceres, en una estupenda velada literaria
que se puede ver en You Tube, tres de mis relatos que, en sus distintas líneas,
califico de infalibles: Paseando a gusto con Pike (cuya diana lo es el
corazón del lector), La itinerante mano del panadero (cuyo blanco es la
mente) y el Verdadero cuento del pastorcillo mentiroso y el lobo (todo
un remanente de sabidurías).
Generalmente, casi siempre
estoy escribiendo esto o aquello si no leyendo. Amo la literatura tanto como
durante la mayor parte de mi vida a la panificación, y del mismo modo procuro
profesarla, como un curtido maestro.
Un gran catálogo literario
Antes de nada quiero advertir
que cuento con un blog en el que haya alojado el Catálogo Literario de mi
Obra Completa, que dedica cada página a una de mis obras y en el que me
permito también cierta autoentrevista.
En mi vertiente realista, e
íntimamente relacionadas con mi profesión de panadero y mi condición de
bipolar, se cuentan mi breve colección de Cuentos del panadero y mi más
ambiciosa trilogía autobiográfica, de 1.750 páginas del ala, titulada Evangelio
confidencial de un obrador bipolar, obra que pretendiendo narrar la que
hasta entonces fue mi vida comprende en su primer tomo un profundo curso de
panificación que mi personaje le da a un despabilado adolescente, para que, una
vez versado, el lector pueda comprender los entresijos del día a día del oficio
y quien lo ejerce; en su segundo tomo narro la vida que llevé como panadero
rural y mi descubrimiento de mi desorden (que no, como maldice cierta
psiquiatría, trastorno) mental, hecho que me acaeció hace ya veintiún
años. El tercer tomo viene a ser una colección de mis escritos de por entonces
y una serie de recogidas Meditaciones en torno al oficio de escritor.
Asimismo, la novela breve
titulada Nada personal, Godoy o extensos relatos como Paseando a
gusto con Pike (dedicado a mi mascota) y Expendeduría Cava Extremadura
(las memorias de un fumador empedernido) discurren en una línea de carácter
realista, así como ciertos cuentos sueltos como El cotidiano corro nocturno
de los vecinos, El paciente blindado, Todas las noches o Historia
de una cafetera.
Siendo un comentario de texto a
un acta del medievo levantada sobre Hinojal en castellano antiguo, Homenaje
a mi pueblo es mi único ensayo.
Dentro de la ficción, el
catálogo es mucho más amplio y ésta se inaugura con la saga bipartita titulada La
musa y el Fulgor, compuesta por las novelas La musa implacable, la
extravagante obra de un loco, y Fulgor del siglo XXI, que, como vuelta
de tuerca a su predecesora, sabe coronarse y coronarla, modestia aparte, como
la obra de un genio; constituyendo un claro ejemplo de la ciencia ficción
estrambótica que profeso.
Recuerdo que tras su conclusión
me apetecía algo ligerito, y, a modo de refresco, concebí ¡Pánico en la
Fábrica del Miedo!, una novela de juguete que defino como un «comic sin
viñetas»; Víctor Vértigo, un escritor de novelas de terror, es reclutado por lo
que es más que una potentísima editorial para producir terror personalizado. La
novela narra el periplo de increíbles aventuras que ello le supondrá. Un
refrescante ejercicio de pura evasión.
El plato fuerte de mi ficción
es, sin duda, la trilogía titulada Memorias de Supermyrmex, que está
compuesta por dos novelas de humor que acaecen en las postrimerías del anterior
milenio –Un coche de la hostia y ¡Tris, tras tres!– y que
desembocan en una fascinante novela de ciencia ficción situada en 2050 y titulada
Neoliteratura express.
De siempre defendí que cuanto
escribiese tenía que ser tan bueno como lo anterior si no mejor, y, así, ¡De
bruces, contra el infierno!, un volumen de setecientas páginas, consigue
ser un compendio de todos los géneros tratados por mí hasta entonces.
La itinerante mano del
panadero, es un trenzado y clásico
cuento lógico muy bien redondeado.
Graceloop Social Net, dedicada (de aquella manera) a la red social, es mi
última novela, una ucronía que puede clasificarse dentro de este campo.
Mención aparte comprenden mis
dos fábulas para adultos: la Fabula de la zorra el pescado y el lobo (inspirada
en un cuento que me contó un anciano de mi pueblo), y el Verdadero cuento
del pastorcillo mentiroso y el lobo.
A fin de materializar la
voluntad de mi difunto amigo austriaco de publicar su relato en Amazon, amparé
el Cuento de Navidad de Jakob Surek.
Jakob Surek y yo, son, a modo de homenaje postumo, las memorias de
nuestra corta pero muy intensa relación de amistad.
Actualmente estoy escribiendo
la segunda parte de mi Tratado de cibermeteorología aplicada, una novela
que versa sobre una máquina que gobierna el clima.
De mi ejercicio y profesión de la literatura
Escribo, por pura devoción, fe
e inclinación, en un regocijante afán de encontrar mis mejores voces en mis
textos, y desde un culto total hacia lo divino o mágico que sin duda alberga el
arte; y ello me sosiega como ninguna otra profesión. De manera que escribir es
para mí toda una luminosa religión que sabe realizarme.
Alguien, no recuerdo quién,
decía que el oficio de escritor –el más solitario de cuantos se dan– es el
único en que perfectamente se nos perdona no ganarle un pavo; entiendo que, a
su pesar, porque nos procura toda una serie de golosas remuneraciones más
humanitarias, íntimas e irremplazables; tal es mi caso, el de un literato
devoto que escribe y ha venido escribiendo por puro amor al arte.
Comprendo la literatura no
solamente como un medio de narrar historias, sino como el máximo homenaje que,
con nuestras pericias, los humanos podemos rendirle a ese precioso legado que
es el lenguaje, el verbo; no en vano, mis autores preferidos son, por este
orden, Dante, Cervantes, Borges y Ayn Rand; también me deleitan mucho Kafka,
Luis Landero, Jack Finney, Mark Haddon, Margueritte Yourcenar, Boris Vian,
Charles Baudelaire, Franz Westermann, Ray Bradbury, William Gibson, Alejo
Carpentier o Juan Carlos Onetti, por citar algunos relevantes nombres.
No estoy puesto en literatura
actual, aunque considere la mía propia de lo más vanguardista y revolucionaria,
en el sentido de que, en cualquiera de sus vertientes, anhela sus propios
horizontes y goza de los inequívocos aires de mi sutil industria, aquella que
nace del amor, la perseverancia, la investigación y, por encima de todo, la
meditación, la aplicación y el trabajo.
Así como he elaborado en mi
obrador millones y millones de panes, he rendido un gran contingente de libros
de muy diversa índole, entre cuentos y novelas; en sus planos, mi obra dibuja
como un poliedro mi perfil como literato, tal es mi testigo.
¡Es hora de promocionarse!
Soy un desamparado pero muy
libre y laborioso Autor independiente, un hombre que se vale y viene valiendo
por sus propios y exclusivos medios a la hora de ejercer a su sayo la profesión
de novelista, que se autoedita y que, un poco por comodidad y otro por abulia y
dejadez, jamás trató con ninguna editorial ni agencia literaria,
empedernidamente solitario, yo me lo guiso, yo me lo como, como el herrero de
Arganda, que él se lo fuella, él se lo macha, él se lo lleva a vender a la
plaza, apartado del mundo en mi pequeño pueblo, y muy amante de la música culta
y las artes en general.
Gracias a mis tan volcadas
aplicaciones durante el último cuarto de siglo, he cosechado toda una
biblioteca propia, un gran patrimonio literario que, fuera de mis más
allegados, es del todo desconocido para mi prójimo (aun cuando ya lleva sus
años disponible en Amazon, y tanto en formato de papel como de libro
electrónico) y que, por su valía, calidad y singularidades, entiendo que merece
ser divulgado y dado a conocer para provecho de nuestra generación.
Sin embargo, la literatura, por
su carácter, alcance y peso, es el arte más nutritivo y lento de digerir y
asumir de cuantos existen, porque opera con palabras, y para desentrañar un
libro, hay que pelearse y darse a él mediante la dedicación en exclusiva de
nuestro tiempo, que es un bien que no nos sobra ni priorizándolo.
Ahora resulta que vivimos en la
era de la súper abundancia de propuestas artísticas de innumerables índoles,
tal que, de cara a su percepción, parece reinar una borrachera de referencias
cruzadas de órdago en la que no es fácil discernir ya qué es qué ni tampoco
abrirse paso; La Historia e Internet nos han traído esa marabunta de obras y
nombres hasta nuestros pies; de tantísimo como nos ofrece, parece que no cabe
no ya un alfiler sino nada significante; mas, al caso se dice, en la mesa del
rey siempre hay lugar para un panecillo…
Por ese cúmulo de razones me he
atrevido a levantar este reportaje en nuestra revista, amén de por cuanto creo
en mi tinta.
Yo invito a los lectores –creaciones directas de los Autores– a que se interesen por mis nobles libros, en la fe de que los aprobarán y se regocijarán y deleitarán en extremo con mis originales propuestas; otra cosa no puedo decir. ¡Buen provecho!
Feliz andadura.