Es en la madrugada, cuando llego a casa, quien primero me recibe es el silencio y luego me sobreviene la calma al ver que todo está en orden.
Porque
a medida que me voy acercando a las habitaciones donde duermen mi hija y mi
esposa, por el largo pasillo a oscuras, con cuidado de no despertarlas, escuchar
su respiración me llena de calma y es entonces cuando yo también respiro
tranquilo y me digo: ¡ya estoy en casa! No en vano, ellas son la que dan vida a
mi hogar y sentido a mi vida.
No
es la soledad de la madrugada la que me asusta porque, a menudo, soy yo quien la
busca porque necesito encontrarme conmigo mismo. Lo que verdaderamente me da
pavor es la soledad cuando no se quiere y se vuelve tu compañera inseparable
pero esa, aún no tengo el gusto de
conocerla o, al menos, no su insistencia y su empeño por se okupa de mi
casa por paraíso.
Vivimos
en un mundo globalizado y mi hogar es todo mi mundo. Aislado del exterior, de
esa globalidad que nos venden, de ese vínculo virtual que parece tan real cuando
la paz interior sólo la percibo entre mis cuatro paredes porque es en el hogar
donde hay verdad.
Mi
hogar, donde el lujo no es el oro ni el dinero, el lujo es tener un techo de
seguridades, una lumbre que no abrasa pues sólo da calor, un refugio donde
aislarme de lo tóxico y donde me sacudo, antes de entrar, la mala hierba donde
a diario me revuelco pese a resistirme a hacerlo.
Es
a mi hogar donde acudo por inercia cuando huyo despavorido de este mundo de
locos perdidos, de santos creídos, de egos inflamados y de tanta tontería, sin
obviar la envidia como deporte nacional, ¡maldita vanidad!
Es
en mi hogar donde una sonrisa es una sonrisa, un halago es desinteresado y una
crítica, constructiva. Porque en el hogar sumamos todos como unidad familiar, algo
personal e intransferible para mi.
Porque
el verdadero hogar es donde los silencios duermen, la soledad está de paso y
sentir la paz que provoca un suspiro exhalado de gozo y alegría cuando mi
familia duerme plácidamente, no sólo me hace sentir dichoso sino que me da la
vida.
El
hogar es mi refugio y la única patria donde anidan mis anhelos y no me siento
perdido, donde la única frontera es el sentido común y el amor por bandera. Es
en mi hogar donde soy persona porque fuera de él soy uno más que vaga perdido
entre tanto hastío y sin sentido.
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