Esta
semana ha sido mi cumpleaños. Nunca he sido de celebrarlo porque, básicamente,
odio sentirme el centro de atención. Además, nunca me he sentido el
protagonista de esta fecha porque realmente no fui responsable de mérito alguno.
Sin duda, ese merecimiento le corresponde a mi madre.
Si
para mí es importante cumplir un año más, que ya te digo yo que no lo es salvo
por el hecho de seguir vivo, para mi madre me lo puedo imaginar como padre que ya
soy.
Echo
la vista atrás y estos 47 años han pasado volando y sigo teniendo la sensación
de no haber vivido aún lo suficiente. Igual es el mismo apego a la vida la
causa de ese sentir.
Nunca
se sabe, pero lo más probable es que ya haya vivido más de la mitad de mi vida
y quizás sea esa la causa de mis ansias de escribir, más que nada por aquello
de ir soltando lastre. Ya no estamos para malgastar el tiempo y no quiero
dejarme nada en el tintero.
Los
años no pasan en balde y a medida que voy cumpliendo años me hago más
dependiente del pasado y es que el presente es tan efímero y el futuro tan
incierto…
Dice
el refrán que «todo tiempo pasado fue mejor». Quizá no todo, pero al final terminas
desechando lo malo o menos bueno y te quedas con lo mejor.
Hoy
no me voy a alargar mucho más porque yo no quiero ser el protagonista de este
día o, al menos, no el único. Y es que para mí no tiene ningún sentido celebrar
mi cumpleaños sin mi madre a quien me vais a permitir que le dedique el cierre
de esta columna dominical:
«Madre, nunca te lo he dicho porque ya sabes que se me da mejor ocultarme tras las palabras escritas que lanzarme al abismo de tus inmensos ojos azules y correr el riesgo de quedarme sin voz. Igual escribir no es de valientes cuando se trata de expresar lo que siente un hijo por su madre. Igual me cuesta cogerte de tus manos cansadas y decirte que este día nos pertenece. Se rompió el cordón umbilical pero hay otro, invisible, que permanece en el tiempo y lo hará de por vida. Sé que ese 28 de enero sufrimos los dos y como siempre, tú te llevaste la peor parte pero ese día, siempre será nuestro día. Si tengo que soplar alguna vela quiero sentir tu aliento cerca. ¡Felicidades mamá! porque un día como hoy te estrenabas como madre y esa responsabilidad de por vida bien merece una tarta de cumpleaños».
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