Cuando el diablo se sienta a tu lado, de Rachel Ripley, rescata la literatura de terror más clásica en la cual un ente maligno realizo un pacto con un ser humano. El objeto de valor es, como siempre, el alma humana. En la literatura esta escena se ha representado en muchas ocasiones, siendo una de las más famosas la de Fausto, la novela de Goethe, tal y como se expone en el artículo El diablo en la literatura de terror de La Reina Lectora. Sin embargo, en Cuando el diablo se sienta a tu lado hay una gran peculiaridad: no es un demonio quien se presenta directamente ante el ser humano a tentar, sino el propio ser humano. ¿Por qué? ¿Qué pretende? Responder estas dos preguntas es el eje central de la trama.
El estilo gótico de la novela está muy bien elegido, pues la autora se
recrea en los detalles y en las descripciones, y también lo hace en la
psicología del personaje, lo cual le otorga más peso a la narración que al
propio argumento. Además, incluye diversos elementos de terror, muy sólidos,
que erigen a Rachel como una estupenda
autora de terror. Y es que la autora ya comentó en alguna ocasión que obras
como Misery, El resplandor, Cuentos
completos de Egdar Allan Poe o incluso los Relatos Escalofriantes de Roal Dahl, son libros de las cuales bebe
directamente su novela.
Sin embargo, cabe señalar
que hay algunos pasajes excesivamente lentos. Sobre todo el inicio, en donde la
autora se revuelca en la situación principal del personaje, en lo perdido y en
lo ganado, a medida que este va sufriendo una metamorfosis física y emocional. Solo
cuando atravesamos la mitad de la obra, encontramos más acción para compensar
esta primera parte. El final me ha gustado mucho.
Además, Rachel Ripley ha
querido hablar veladamente de amor en este argumento y también de solidaridad y
de generosidad, pues la presencia de los mendigos en el libro es muy importante:
personas que viven sin nada, que han bajado ya al infierno sin que ningún
demonio les arrastre. Es un libro que tiene un gran trasfondo y un mensaje
entre líneas. La autora nos lo explicó de la siguiente manera: «A menudo nos
olvidamos de lo realmente importante. Nos metemos en una rutina, como el
hámster en su rueda, y corremos y corremos sin saber bien por qué ni hacia
donde, simplemente porque otros lo hacen, o porque está de moda, o porque es lo
que “hay que hacer”. No nos paramos para pensar si es lo que realmente
queremos, sin darnos cuenta de que nuestra loca carrera, nos aleja cada vez más
de nuestros sueños, aspiraciones, vocación, de nuestro yo real e, incluso, de
nuestra verdadera realización personal. Y no es hasta muchos años después
cuando nos damos cuenta de que hemos renunciado a lo único que tenemos y somos
realmente: nosotros mismos».
Por último, Madrid sirve como escenario para esta novela y personalmente, no he leído muchas obras con tono clásico que tengan de protagonista a un pacto diabólico por las calles de Madrid. Al fondo de la novela siempre aparecen los nuevos rascacielos de la catedral, como si fuese una sombra perpetua de la ambición del hombre.
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