Melancolía
Nos
invade la melancolía
la
sentimos
la
oímos
sus
respiros nos angustian
y
la melancolía de los recuerdos
recorre
los latidos del alma
que
se pierden en las lágrimas
entre
el pasado y el presente
quizás
el futuro incierto que podría ser nuestros sueños.
Ofrecemos
rosales de memoria
dialogando
con las dulces mariposas
aniquilando
las frías madrugadas
de
la monotonía.
La
melancolía es vuelo de palabras
danzando
en nuestras almas
tejiendo
el azul de tus ojos
en
mis ventanas amor mío.
Luces abiertas
A mi amigo, el conductor más tierno de las
mañanas.
Recordé
que los días sombríos solían sacarla de casillas a tal punto, que su sonrisa se
perdía en las frías montañas. La pérdida de nuestra hija ocasiono que mi mujer
olvidará que antes de ser padres éramos amigos, y pareja, que la melancolía nos
estaba sumiendo a un sendero sin regreso.
Aquella tarde Matilda, nuestra hija, rodo por las escaleras sin regreso
a nuestras vidas. El daño cráneo cefálico que se presentó en su pequeña
cabecita borró todos los sueños que Lina, mi mujer, construyó desde su llegada
a casa. Los médicos intentaron retenerla a nuestro lado, pero en medio del gris
del cielo y los rayos que retumbaban en la ventana nuestra pequeña se fue a las
nubes.
El
llanto de Lina inundo la clínica y sus fuerzas se fueron desvaneciendo ante los
calmantes que empezarían acompañarla desde ese de día. Lloré como un niño desorientado
en el trágico capitulo que la vida escribía para mí, el camionero que no solía
tenerle miedo a la muerte porque la presencie tantas veces en las vías del
país. El sepelio de mi niña transcurrió entre azucenas que danzaron con duendes
alegres ante su llegada, que era el inicio de la primavera.
Ha
pasado un año desde momento, no volvimos a ver el arcoíris, los girasoles de
casa han muerto, hacer el amor es amor es un tormento, y los chocolates no
sacan los bigotes del ayer. Nuestro amor
se esfuma entre ríos de lágrimas y porqués que no ayudan a los sauces a traer
la calma a nuestro camino.
Sentada
en la cama mirando al horizonte mi Lina me pidió que necesitaba ayuda. Una
ayuda que no se la podía ofrecer yo, a pesar de amarla tanto y querer pintar sus
lienzos de flores. Las luces se han abierto ante la posibilidad que podremos
escribir un nuevo comienzo entre psicólogos, y nuestro amor que sigue siendo el
mismo hoy, mañana y siempre.
Fin.
Imagen de Sasin Tipchai en Pixabay
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