«¿Alguna vez os ha sucedido algo que no tenía ni pies ni cabeza? El supermercado es, sin duda, uno de los escenarios idóneos para una historia surrealista».
—¿Es usted la última? —le pregunté a la mujer que estaba al final de la fila en la pollería.
—No, soy la primera—me respondió.
—Pero, ¿la primera empezando por el principio o la primera empezando por el final?—la pregunté, sorprendida.
—Soy la primera, se empiece por donde se empiece, señora—me contestó un poco molesta.
Sólo quería comprar un pollo y prepararlo asado para el cumpleaños de mi abuela y, allí estaban ellos, tan frescos, sentados en el mostrador, contando chistes y ligando con aquellas gallinas pechugas, que reían sin parar. Uno de los pollos, ataviado con un traje de lentejuelas, empezó a hacer malabares con los huevos, hasta que uno de los polluelos abrió su paracaídas y aterrizó dentro de la cesta de una clienta.
—¡Premio para esta encantadora señora! —anunciaba por el megáfono el pollo malabarista.
—¿Es usted la primera?—me preguntó la mujer que estaba delante de mí en la fila.
—No, soy la última—le respondí.
—Pero, ¿la última empezando por el principio o la última empezando por el final?
—Soy la última, se empiece por donde se empiece, señora—la contesté un poco molesta.
Por fin mi turno.
—Buenos días, quería un pollo.
—Perfecto, le vamos a dar un baño, a ponerle sus mejores galas, le perfumados y ¡listo! Aquí tiene usted—el animal, sin rechistar, me siguió con cara de no entender nada. Seguro que me había tocado el pollo más tonto.
«Señores clientes, nuestra oferta de esta semana es el kilo de merluza a cincuenta céntimos», anunciaban por megafonía.
—Hola, quería la merluza que está en oferta.
—¿Cuál le gusta?
—Pues, esa de escamas brillantes que me guiña el ojo y me lanza besos… ¡qué agallas!
De pronto, mi pollo se abalanzó sobre la desvergonzada merluza y los dos se enzarzaron en una pelea. Todos los pescados nadaron despavoridos por los pasillos del supermercado.
Me dirigía a la caja cuando vi a mi madre ordeñando una vaca.
—¿Qué haces aquí, mamá?
—Pues hija, con el pan regalaban un litro de leche. Ya en la caja, pregunto a la señora que estaba en la fila.
—¿Es usted la última?
—No, señora, soy la cajera.
—Mamá, ¿cuántos invitados vendrán a comer?
—Pues hija, está claro: el pollo y la merluza.
Desde luego que hay que reconocerte el gran ingenio que demuestras en cada columna. Muy divertida la de hoy.