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Reflexiones encerradas

No he podido dejar de darle vueltas en estos días a muchas cosas, seguro que como todos vosotros. Me ha pasado algo curioso: estoy teniendo la sensación de que todos los días son domingo por la mañana, cuando te despiertas temprano y todo el mundo está durmiendo en sus casas. Uno de esos domingos que estás deseando que llegue para estar todo el día metido en tu casa, con ropa cómoda, sin pensar en horarios, sin prisas, o para ver una peli en familia tirado en el sofá. Si no fuera por el contacto con los medios de comunicación, seríamos ajenos a todo lo que pasa a nuestro alrededor y viviríamos en nuestro mundo. Pero la realidad es otra bien distinta, por desgracia. Ninguno de nosotros queremos estar en esta situación. No sirve de nada echarnos la culpa los unos a los otros en una guerra de palabras que van y vienen como en un partido de tenis. Ahora más que nunca tenemos que ser solidarios entre nosotros, con nuestros vecinos, con nuestros amigos, con gente que no conocemos. 

La vida nos cruza la cara en ocasiones para dejarnos claro que estamos aquí de prestado, que nadie es más que nadie por el hecho de tener más dinero o por ser presidente o rey. Ahora es cuando se ve la calidad humana de las personas, de los que te rodean, y de nuevo, por desgracia, ves que el ser humano es la peor de las especies que habitan en este planeta. ¿Supervivencia? Quizás sí, cuando nos sentimos amenazados. Pero no hablo de tener un trozo de pan para ti y que si no comes por dárselo a otro, te mueres tú. Hablo del egoísmo. No puede ser que tú tengas cajas de leche y que te pelees en un supermercado por conseguir más, cuando la otra persona no tiene ninguna. No puede ser que tengas una caja de mascarillas y no le ofrezcas a tu vecino,  que no tiene ninguna.  No puede ser que alguien ajeno a ti reparta mascarillas gratis cuando sabes que alguien cercano tiene y no te ha dado. No puede ser que hayan desaparecido cajas y cajas de los hospitales y que nuestros médicos y enfermeras estén trabajando sin protección. No puede ser que sepas que tus vecinos ancianos están metidos en casa sin poder salir y no te ofrezcas para hacerles la compra cuando tú sales a comprar. Sé que me estáis entendiendo. 

Ahora mismo tengo sentimientos encontrados. Por un lado estoy orgullosa de estar rodeada de gente estupenda, amigos y gente del trabajo, de mis padres, de mi pareja, de ese personal sanitario, los trabajadores de los supermercados y tiendas, de los cuerpos y fuerzas de seguridad, de todos los amigos de Facebook que cada día dan los buenos días con una sonrisa y que forman parte de esa gran familia virtual, estoy orgullosa de todas esas personas buenas y solidarias, que las hay, a la vista está. Por otro lado, algo que no es nuevo: Sé que cada uno tiene su propia versión de la vida, su propia forma de ver el mundo cada uno tendrá sus razones, pero hay situaciones que no puedo entender, lo siento…

Por favor, no estamos de vacaciones, esto es un estado de alarma, no nos lo podemos saltar a la torera. No sirve de nada que una parte de la sociedad esté encerrada en su casa mientras otra parte parezca que está de vacaciones. O lo intentamos entre todos o esto se va al garete. 

 Y ¿sabéis qué? Todo pasará y volveremos a nuestras vidas…¿lo olvidaremos? Quién sabe. ¿Aprenderemos? Tal vez. 

Muchos se acordarán de esta etapa porque hayan perdido a familiares y amigos, otros por ese lío en el trabajo y no poder salir al bar, otros por tener unas vacaciones, otros por esa gente estupenda que estuvo ahí, y otros lo recordarán por esa pelea por un cartón de leche.

Aprovechemos este encierro para poner las ideas en orden. Ojalá aprendamos de todo esto, aunque el precio será demasiado alto. 

Cuidaos mucho. Hasta la próxima. 

Sofía Robles Contributor

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