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AC-DC

Me comprometí, allá por enero, con una columna dominical con nuestra revista cultural, tras haberme asegurado un stock de reserva de una docena de generosos artículos, que además me sirvieron para infundirme ánimos y procurarme seguridad en mi nueva faceta de articulista literario. Esto fue antes de que se desatara la alarma sanitaria y se decretase el confinamiento, del que ya llevamos mes y pico, y va para largo.

Mis artículos literarios –redactados antes de la pandemia–, se fueron publicando periódicamente y, aunque redacté tres nuevos, mi stock de reserva entró en mínimos, por lo que entendí que sería más que conveniente que me preocupase de adelantar alguno, a fin de poder garantizarme cumplir con el que era mi semanal compromiso.

Eran sí, otros tiempos; otros tiempos distintos de los tan turbios que con el coronavirus se nos están viniendo encima, y sobre los que aún es un poco aventurado adelantar nada aún, de tan estrenándolos como estamos, y desde el ojo mismo del huracán; otros tiempos en que, digamos que, aún había futuro tal y como lo conocíamos, y mucho.

Mis artículos, siempre de índole literaria, venían siendo perfectamente atemporales, entre otras razones porque así lo deseé y así fueron redactados desde aquella normalidad para aquella normalidad; mas éstas han cambiado, y en cuantiosos aspectos mucho.

Hasta ahora, en una filosofía de distración del confinamiento y, a la par, de aprovechamiento de su tiempo con el trabajo, gracias a una idea que me dio un amigo, me estuve empleando en la producción para You Tube de lecturas más o menos completas de casi todas mis obras, labor de veras entretenida y absorbente, entre tener que grabar los audios, diseñar las carátulas, montar los vídeos y subirlos al portal.

Acabé agotado, pues se trató nada menos que de cuarenta y seis grabaciones, una tras otra, toda una hercúlea hazaña, una retahíla de laboriosas tareas que me llevó sus muchas horas.

Luego me tiré una semana perreando, necesitaba descansar. Sin embargo, habida cuenta del que era mi residual stock de reserva de artículos literarios, me incomodaba pensar que en un futuro inmediato me las tuviere que ver peleando cada semana mi correspondiente artículo, como si me hallase en un pozo o una mina de la que hubiere de extraer a duras penas y a contrarreloj mi material, pudiendo incurrir en la desesperación del escritor que no escribe, y ello me acongojaba un poco, porque no me veía fallándole al que era mi compromiso ni tampoco escribiendo por escribir, por rellenar de cualquier manera un espacio brindado que hasta ahora, cual era mi deseo, y por cuanto me lo había trabajado, se me venía pareciendo.

Un nudo me atravesó la garganta, pues me imaginé, a dos velas, desinspirado, dejado del favor de Las Musas, aterrado ante el implacable totalitarismo de la página en blanco, pasando una etapa fría en cuanto a creatividad se refiere, y rodeado de una especie de hastío insatisfactoriamente distraído, en tanto el tiempo de entrega de mi artículo se me echaba encima.

Importaba ademas que se había metido un tiempo lluvioso y grisáceo, que no favorece la orientación de la casa.

Se me antojó pensar que el articulista literario que, si por bien es, en lo sucesivo yo, como todo hijo de su tiempo, venga a ser, partirá de cuanto la nueva normalidad me infunda y mi afectado y personal modo de collevarla. De momento, allende en mi confinamiento, me sé internándome en un muy obscuro túnel de un meridiano, que viene a ser el más grave episodio de cuanto tantas generaciones hemos vivido: una guerra vírica real que nos ha pillado a toda la gente corriente y moliente por sorpresa, dando un repentino e insólito vuelco a nuestras vidas.

«El futuro ya no es lo que era» decía Mafalda y ahora, cuando se ha declarado el estado de alarma, es el momento en que se nos ha quebrado, de modo que la nítida luz se ha vuelto traslúcida y mucha pesadumbre ha comenzado a derramarse. La cosa pinta muy muy fea. No sabemos qué nos será dado vivir. El coronavirus está poniendo al planeta patas arriba, y, como quien dice, acaba de empezar. ¿Qué nos deparará? Desde luego, un tiempo muy distinto del que hemos venido viviendo.

AC/DC (Antes del Covid-19/Después del Covid-19).

Y, justo en ese entretiempo, en ese incierto entretanto, a mí me corresponde escribir este artículo, al que pienso darle salida inmediata, a la vez que considerar las posibilidades literarias de mi columna semanal, decidido a seguir defendiéndola.

        

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