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La fuga de Logan

Fue asesor del Presidente Kennedy y, para no ser teista, influyó en los creyentes; habló como nadie sobre el amor a la vida.

Erich Fromm
comentaba en un texto que son los escritores de ciencia ficción, quienes mejor
diagnostican los conflictos que se nos vienen más aún que sociológos, filosófos
e, incluso, científicos. George Orwell o Aldous Huxley dan más en la diana
desde luego que cualquier portavoz del gobierno.

O
incluso un film como Mad Max, en donde la lucha por la supervivencia tras una catástrofe,
saca del individuo todos los instintos que parecían hibernados.

En
La fuga de Logan, si recuerdan, el
problema era la superpoblaciòn. Así que sólo se podía mantener “bien” a un número
determinado de personas, que al llegar a 
una cierta edad  (jóvenes todavía),
hacían un viaje a un sitio «mejor» pero del que nadie volvía.

La Isla, una
película más reciente, tiene muchas semejanzas. Un servidor ya ha escrito sobre
esto de forma marginal, pero ya decía Shiller, si me  lo permiten, que hay que repetir las cosas.

Logan
sospecha que algo va mal. Aunque desde un punto de vista estadístico la
pregunta sería: Si la mayoría vive feliz así, ¿por qué uno sólo iba a tener razón?  Digamos que no sería democrático.

El
escritor de ciencia ficción por supuesto es libre para escribir lo que quiera y
llevar el argumento donde desee, por eso es escritor y de ciencia ficción,
claro. Por cierto, nunca viene mal recordar aquello que decía Mark Twain; hay
tres tipos de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas.

Volviendo
a los films, ¿se acuerdan de La aventura
del Poseidón
  o  El coloso en llamas? En la
primera había un grupo de personas muy asustadas que no se movían esperando a
que las rescataran, porque alguien tendría que ocuparse de ellas (El Poseidón es un barco que naufraga).
Otro grupo más minoritario, o sea, uno, dice que el camino es por otro lado. Además
de la intuición juega el factor de que conocía el barco o tenía más sentido
común.

Al
final es un problema, como en todo, de creencia; mejor de confianza.

En
el edificio que se incendia, el jefe de bomberos -que lo protagoniza Paul
Newman- no para de advertir, como una nueva Casandra,
que si hacen edificios tan altos, las escaleras de los bomberos no podrían
llegar. Lógicamente nadie le hace caso. Total.

Ahora
se especula cómo será la nueva era
tras la pandemia. Bien, como yo también aspiro algún día a escribir un relato
de ciencia ficción, me atrevo a hacer un pronóstico reservado:

La
pandemia acabará, pero porque todo acaba terminado. Ayudará si encuentran  una vacuna o algún método pero, al final,
será una decisión política la que acabe con la pandemia. Es decir, se convivirá
con el virus y se reanudará la «normalidad». Porque la alternativa
sería el hundimiento económico mundial, que se suele olvidar, forma parte de la
salud.

La
gente no cambiará sustancialmente. Durante un tiempo habrá una cierta
efervescencia y algunos cambiarán de rumbo, pero en general, predominará el
cretinismo social. Y al poco volveremos a las andadas, lo cual no sé muy bien
lo que quiere decir.

Habrá
más gente que se adhiera a las religiones. Es decir, aumentará el número de
creyentes. Y muchos creyentes, decepcionados de sus jefes religiosos a los que
creía con más fe, se retirarán a sus cuarteles de invierno y se harán,su propia
fe.

La
libertad de expresión y las libertades en general, quedarán muy tocadas y les
costará, aún más, que a la economía  recuperarse.

La
dignidad habrá sufrido un duro golpe, con esa ética utilitarista de las catástrofes,
que mira al individuo a través de la lupa del coste y del beneficio.

Las
residencias de ancianos también acusarán el golpe, porque quizás muchos
decidirán  cuidar a sus padres en sus
casas, pero no muchos.

Habrá
mucha gente que se pelee porque en estas situaciones cada uno se muestra como
es. Valiente, cobarde, prudente, normativista, crédulo etc.

No
sé decir si aumentará la natalidad, porque se impide a la gente que ligue, pero
por otra parte puede que aumenten los divorcios porque obligan a las parejas a
convivir sin tener su espacio vital.

Muchas
personas comprarán mascotas. La mayoría habrán perdido la forma física, lo que
para algunos agravará algunas patologías. Los gimnasios tendrán un nuevo amanecer.
Si yo fuera inversor, invertiría en uno. Muchos mitos de la cultura o del
periodismo o del pensamiento caerán. O a lo mejor no.

Por
hoy, creo que está bien.

Quedo muy agradecido.

Imagen de Daniel Nebreda en Pixabay

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