Cada país tiene sus rituales de buena o mala suerte, acciones que pasan de generación en generación formando parte de nuestro día a día. Me refiero a las supersticiones. Un día vas caminando por la calle y un gato negro cruza por delante de ti. ¿Cuántas veces oíste decir que si se te cruza un gato negro trae mala suerte? Otro día se te cae un espejo al suelo y se rompe. Horror, siete años de mala suerte. Pero, ¿qué tienen de cierto estas supersticiones? Pues muchas de ellas vienen de años atrás, cuando era muy fácil infundir el miedo en la gente, por la falta de información de la población. Pero, ¿quién dice que alguien uno de esos días no fuera vestido de amarillo y algo malo le sucediera? O quizás, pasara por debajo de una escalera a sabiendas de lo que decían al respecto y por la tensión, pocos metros después, tropezara en un bordillo? ¿Sugestión tal vez?
En España tenemos unas cuántas:
¿Cuántos tréboles de cuatro hojas has visto? Existir existen, pero son tan raros que se encuentran muy pocos. Así que, si encuentras alguno es una suerte.
En los cumpleaños intentamos apagar del tirón todas las velas de la tarta para que nos de buena suerte. Menos mal que hay velas con números, porque si sobre la tarta hubiera setenta velas, una de dos, o tienes muy buenos pulmones o a partir de cierta edad todos tendríamos una suerte pésima.
Si pensamos que no perdemos nada por lanzar tres monedas a una fuente y que se nos cumplirán los tres deseo que pidamos, desde luego que es un precio muy bajo a pagar: sólo tres monedas a cambio de salud, dinero y amor. Nadie en su sano juicio renunciaría a semejante chollo, ¿verdad? Sobre todo si eres el que recaudas todas las monedas de todas las fuentes y pozos de los deseos ¿Os hacéis una idea de la cifra millonaria que genera este acto?
Si rompemos un espejo, siete años de mala suerte son demasiados años, ¿no? Si te cortas o te lastimas, muy buena suerte no es, por descontado. El espejo era un objeto que representaba al alma y se pensaba que al romperse, ésta se quedaría atrapada por un ciclo, que duraba siete años. Por suerte, ya hay espejos irrompibles; por ese lado, estamos a salvo.
El número 13 no tiene muy buena reputación. Una de las creencias que se barajan es que viene detrás del número 12, que es perfecto. Doce son las uvas de la suerte, doce meses tiene el año… Sin embargo, al pobre trece se le atribuye la mala suerte. En algunos países se saltan el número 13 en edificios y ascensores. Aunque digo yo que será mejor tener trece millones de euros que doce, ¿no?
¿Y si te levantas con el pie izquierdo? Si te coincide el lado de la cama con el pie derecho, fenomenal, pero si no, lo único que se me ocurre es dormir del revés, con la cabeza donde los pies y viceversa. Eso o poner en práctica el Feng Shui, que dice que levantarse apoyando primero el pie izquierdo atrae al dinero, a la salud y al poder. Si eres zurdo, lo tienes chupado.
Muchas veces esas pequeñas manías que tenemos también son supersticiones propias de cada uno; esas que sin darnos cuenta, vamos haciendo nuestras. Por ejemplo, el no quitarte nunca ese amuleto que te da buena suerte por miedo a que si lo haces, ocurra alguna catástrofe. O ponerte la camiseta del revés te augura una sorpresa, no sé si buena o mala.
Sea como sea, creemos que funcionan y nos ayudan a afrontar determinados momentos con más tranquilidad. Tocaremos madera.
Y tú, ¿eres supersticioso? Hasta la próxima.
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