Benny estaba realmente asustado. Por fin, dos años después del suceso, sus padres volvían a dejarlo
en su cama para pasar la noche. Por fin ellos podrían intentar rehacer vida de matrimonio después de lo que pasó.
Benny no quería estar en su cama. Ni en esa habitación.
Benny quería seguir durmiendo con sus padres, con los dos, o con al menos uno de ellos, ya que el otro en los últimos meses, alternativamente, dormía en el sofá.
Benny sentía que era demasiado mayor para seguir durmiendo en la cama de sus padres. Pero le daba igual. También le daba igual que su presencia en la cama estuviera dificultando la unión de sus progenitores.
Benny no quería dormir solo en la misma habitación en la que su hermana pequeña desapareció.
La psicóloga le había dicho que ya estaba preparado para ello, pero lo único que la psicóloga no sabía era que Benny había aprendido a mentir para que dejaran de tratarlo como a un loco. Benny había aprendido a decir lo que los demás querían que dijera, y eso, al fin y al cabo, era lo que le había permitido quedarse con sus padres después de que en las semanas siguientes a la desaparición de Vicky. Estuvieron a punto de ingresarlo debido a sus problemas de disociación. Y más después de que, en el mes siguiente que pasó tratando de dormir en su cama, Benny no dejara de llorar, de tener terrores nocturnos, pesadillas increíblemente vívidas y volviera a hacerse pipí como si fuera un niño pequeño. La psicóloga le enseñó a actuar como un niño normal aunque por dentro no lo era… y todo por ser físicamente incapaz, en las noches, de volver a entrar en lo que había sido su rincón preferido de la casa, su guarida, la habitación que compartía con su hermana.
Benny sintió un ramalazo de culpa.
Él siempre quiso que Vicky desapareciera.
Pero no se refería a eso; más bien quería que sus padres le hicieran una habitación a esa cosa pesada que iba siempre detrás de él cantando canciones de niña pequeña.
Benny esperaba a que sus padres fueran a darle las buenas noches, mientras no dejaba de mirar la puerta del armario cerrada. Cerrada, sí, pero igual de amenazadora que el día en que algo se llevó a su hermana pequeña. El día que destruyó la familia para siempre.
Benny vio entrar a sus padres, ambos aparentaban estar mejor, le sonreían para insuflarle ánimos.
Benny quiso gritar. Quería decirles que debía irse a dormir con ellos. Que lo que había contado siempre sobre su hermana era verdad. Que un monstruo salió del armario y arrastró a su hermana a una dimensión desconocida. Que esa noche le tocaría a él.
Benny no dijo nada, era un niño mayor y debía comportarse como tal. Aunque cuando sus padres se marcharon se le erizó la piel y se tapó todo el cuerpo con la manta. Pensó que si había estado casi dos años sin aparecer por allí, quizás el monstruo se hubiera cansado de esperarlo y se hubiera ido a buscar otros niños. Y así casi consiguió quedarse dormido…
Bien entrada la madrugada el armario se abrió llenando la habitación de una luz antinatural. Benny supo que estaba perdido. Miró para confirmar sus temores y al ver la luz su pelo se volvió inmediatamente blanco de miedo. Dibujó un grito en su boca, pero nunca llegó a salir de ella. Benny se orinó encima, pero apenas se dio cuenta… en la luz espectral que salía del armario veía dos figuras, y las reconoció las dos. Una era la del monstruo. Pero a pesar del pavor que esa visión le produjo, la forma de la otra figura fue la que lo llevó al borde de la locura: junto al monstruo se encontraba su hermana, sorprendentemente no había crecido nada en estos dos años, seguía llevando el pijama de Barrio Sésamo que se puso aquella maldita noche, pero estaba manchado de sangre de tal manera que apenas se distinguía a los personajes. Lo que anteriormente había sido su hermana lo miró con ojos ansiosos, ávidos, hambrientos, de su barbilla goteaba sangre que manchaba el suelo sin preocuparse de nada, la boca de Vicky se abrió en una extraña mueca que parecía ser una sonrisa llena de dientes puntiagudos. Al fin, cuando Benny creía morir de terror, su hermana, con voz gutural y tono dulce, trato de consolarlo:
—No tengas miedo, Benny! Llevo dos años esperando a mi hermano mayor y ahora por fin volveremos a estar juntos… aprenderás nuevos juegos conmigo, Benny. Y yo seguiré cantándote mis canciones como siempre. ¿No te parece genial?
Be First to Comment