Algo tan «radical» como vivir con absoluta dignidad y siendo conscientes de lo que somos es lo que rumiamos en nuestro foro interno pero aún no somos capaces de vomitar.
Es triste para un escritor que la inspiración te venga, no de las musas que nadie ve sino, de la manida actualidad política representada en carne y hueso por los que sí vemos y da pena verlos.
Recurrimos a las frases hechas para acabar contextualizando nuestra decepción y lanzamos un «todos son iguales», y nos volvemos a equivocar con los juegos de palabras cuando la frase correcta bien podría ser: «todo es lo mismo», una sutil pero gran diferencia como me dijo un buen amigo.
Pero ellos no son los culpables de nuestras desgracias, los culpables siempre somos nosotros y todo depende de nosotros según ellos. Quizá es la única verdad que se les pueda colgar a modo de medalla, aunque dicha verdad suene irónica y un tanto subliminal. Y es que todo tiene un porqué, tienen que salvaguardar su culo y esconder su ineficacia:
«De vosotros depende de que no pasemos de fase».
«De vosotros depende de que no volvamos a atrás».
«De vosotros depende que salgamos más tarde de la descomunal crisis que se nos viene encima».
«De vosotros depende de que salgamos de esta»…
En fin, que de nosotros depende todo y que tonto el último.
Y me acuerdo de un cuento en el que un buen día, un burro, harto de recibir mamporros por su dueño y señor se plantó y empezó a dar coces porque ya le pesaban los huevos y estaba cansado de arrastrarlos. Ya que somos tan burros a ver si un día tomamos ejemplo.
Pero no pasa nada si nos aventuramos a dar un paso más y un día nos da por pensar, aunque solo sea por ejercitar nuestro atrofiado cerebro. Nosotros no votamos a personas, votamos a colores. Votamos una ideología que nos venden y que después se transforma, por arte de magia, en una quimera, en una utopía, en una mentira porque «donde digo digo, digo Diego», porque todo vale y todo es lo mismo.
Lo triste de todo es que ya somos oficialmente «rebaño» y no me da tristeza porque no lo seamos, que lo somos, y nos merecemos eso y más, lo triste es que nos lo tragamos con papas y no vemos que el adjetivo no esconde ningún doble sentido.
Tienen toda la razón, nos tienen donde quieren que estemos: somos de unos y de otros porque simplemente les pertenecemos. Somos clave para que todo siga exactamente igual. No le demos más vueltas que lo nuestro es menear el rabo mientras a ellos se les pone dura. Literalmente, somos lo que somos.
Termino igual que terminé un disco que compuse en el 2010. Lo titulé Juicio Final, una ópera rock que igual nunca será representada en los escenarios como desearía, pero sí lleva años siendo representada en la vida real y ahora más que nunca, está de moda. Os dejo el enlace de la obra:
En el minuto 1:05:42 del video podéis escuchar esto:
«No somos juguetes
No somos cobayas
No somos cobardes
No somos fantasmas
No somos carnaza
No somos muñecos
No somos idiotas, tan sólo personas que queremos vivir en paz»
La historia es tan actual como antigua. Todo es lo mismo porque somos lo que somos.
«¿Qué es el hombre?
¿Más preguntas que respuestas?
Un caos en medio del orden» (Diario de un espartano).
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