Despertarnos inspirados para escribir nuestras primeras letras, ya sean para el inicio de un poema o una historia, no siempre ocurre. Si bien, en ocasiones, podemos tener una idea rondando y sentir la necesidad de escribirla, el problema surge a la hora de expresarla sobre el papel u ordenador; o, puede ocurrir, que tengamos unas ganas imperiosas de escribir pero quedar bloqueados sin saber hacia dónde ir o cómo empezar. Y es que a las musas hay que llamarlas para que nos visiten.
Por lo tanto, ¿Qué te inspira y cómo llega la inspiración?
En mi caso, las ideas pueden surgir en cualquier momento. Basta con observar a nuestro alrededor para que las primeras líneas de los versos surjan. Todos nuestros sentidos captan a diario la belleza que nos rodea, tanto física como espiritual. Solo hay que “abrir los ojos”, no únicamente para lo hermoso sino también para aquello que no lo es tanto. Pero esa es otra cuestión de la que, en otro momento, hablaremos.
Como iba diciendo, hay que llamar a las musas. Buscar los momentos idóneos y el modo adecuado para que aparezcan. Desde mi punto de vista, la poesía y la música van cogidas de la mano. La una llama a la otra y viceversa. Las melodías que nos transportan a lugares y nos mueven el alma son las más adecuadas; a cada uno le servirá una u otra, pero suele funcionar. Creo que avivan la creatividad.
Muy ligado a lo anterior, la imaginación también juega un papel importante. Hablo desde la experiencia; a menudo, lo que plasmo, antes o a la par, pasa por mi mente; es decir, esto que parece tan obvio viene a decir que cuando las letras surgen para ser narradas, recitadas o cantadas, hay que vivirlas. Pienso que más de uno estaría de acuerdo conmigo en esto. De ahí que, en ese momento, las hadas aparecen.
Por otro lado, están los sentimientos. En alguna ocasión, ya he contado mi percepción de la poesía: es la mejor manera que encuentro para expresar lo que se siente. Aflora, entonces, un abanico enorme ante la multitud de emociones que todo ser humano posee. Ideales para dejar que la pluma tome vida propia.
Con todo, van surgiendo las primeras ideas que revolotean por doquier hasta que toman forma. Yo soy de las que las apuntan en papel o en el móvil, dependiendo dónde me encuentre, para luego crear eso que deseo hacer. Un consejo: no desaprovechar la oportunidad.
Así, comienza nuestro primer baile aunque, a veces, es preferible descansar, tomar el fresco y despejarse, para luego retomar la danza con mayor brillantez. Y ahí, te imaginas a tu musa, sea lo que sea o quien sea, abstracto o no, a la que invitas a ese primer bailoteo que dará lugar a algo mucho más complejo. Constancia y trabajo es lo que después vendrá.
De modo que, bailemos. Brinquemos con nuestras musas en un juego de creaciones infinitas, las cuales pueden llevarnos a miles de creaciones. E, independientemente, sean para uno mismo o no, disfrutemos y hagamos disfrutar.
“Dama de la inventiva, la luz muéstrame en este singular día, para que la pluma viaje al centro del alma mía”
A.M.L.
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