Neodemocracia

Las palabras deberían ser el espejo de la realidad. O por lo menos intentarlo.  Con frecuencia se convierten en velos, poco o nada, transparentes. Esto pasa en el lenguaje simbólico en el que el hombre vive y del que no puede sustraerse. Ya, Juan Ramón Jiménez, clamaba, «¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas!»

Implica, por lo pronto un emisor, una frecuencia y un receptor. Cualquier distorsión de algún elemento del triángulo provoca lógicamente una deformación del mensaje, que puede ya venir averiado de fábrica. No parece ser otro el oficio de filósofo o escritor que manejar palabras y conceptos y, por ende, valores.

Esa idea de penetrar la realidad y, en cierto modo, la verdad, es también el origen de las religiones. Si sé cual es el camino, puedo dirigirme a él.

Cuanto más se distancien las palabras de la realidad, más serán una ilusión en el sentido de maya, engaño, que usan los budistas. Es muy frecuente  utilizar el cliché para comunicarse, en los discursos políticos y en las batallas sociales. En las manifestaciones en la que con una fras, es suficiente y con la que ya podemos abdicar de pensar. Un poco o mucho de maniqueísmo nunca viene mal.

Es el hombre el que puso nombre a los animales como nos recuerda el génesis. Pero no es el hombre el que crea la realidad, si bien la modifica.

Izquierda, derecha, salvar vidas, desescalada… en fin, yo propongo una, que ya estará inventada pero que tambien se me ha ocurrido a mí. Imagino que puedo. Neodemocracia.

Democracia, el gobierno del pueblo, no era precisamente el más valorado de los sistema políticos registrados por Aristóteles, pero sin duda ha tomado carta de naturaleza en los sistemas políticos contemporáneos. Su maestro Platón no tuvo mucha suerte con  su gobernante filósofo, aunque es una idea que debería ser reconsiderada con correcciones, si bien la presencia  de un filósofo, ministro de sanidad, parece un argumento en contra.

Y si un inglés como Churchill dice que es el menos malo de los sistemas  poco se podría añadir. Cuando es otro inglés Lord Acton quien reconoce que son las cortes de León quienes se adelantan al parlamentarismo inglés, menos aún.

Es conocida la frase de Borges, que la democracia era un abuso de la estadística, y en este sentido quería yo utilizar la palabra  neodemocracia, como el  uso de la mayoría como valor absoluto y,  tal vez, como único valor.

Hay palabras o frases que no están en ningún código legal pero forman o formaban parte del consenso de una sociedad o época determinada. Que digo yo, lealtad, honor, traición, decoro, modestia, pudor, austeridad, cumplir la palabra; dignidad…, la palabra dignidad, si está en códigos legales; empezando por la Constitución Española de 1978, que ya en en su articulo 10, dice que es el fundamento del orden político y  de la paz social.

Ahora bien, parece que nadie de una definición satisfactoria del concepto. Quizás porque es más fácil a sensu contrario decir  lo que nos parece indigno. El concepto de libertad negativa sigue dando mucho juego.

Ahora se ha repetido en latín, pacta  sunt  servanda; sí, es  cierto, los pactos hay que cumplirlos; empezando  por los programas electorales que son por los que se guían los ciudadanos.

La seguridad jurídica no es más que el reflejo también, que debería tener como en otro espejo del saber a qué atenerse. Trocar la confianza  por su contrario tampoco debería importar, claro, en una neodemocracia.

Decía Quevedo que: » Y si el tal, para bayetas ripios de la conversación, úsase de algunas definiciones  o palabras latinas, arrimándose a ellas por faltarle, las que en romance corren en la materia…se le libre plenísima ejecutoria de necio con flujo en la lengua infundida en el entendimiento, se le de grado con borla y capirote de incapaz en todo género de conversacion..»

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