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Pragmática apología del desorden

Nací, ya lo saben (o deberían, pues le dediqué al tema mi segunda columna), con una señora pedrada en la cabeza que, fisiológicamente, me supuso que, además de no ya con un pan si no con una tahona bajo el brazo, miope, fotofóbico y astigmático, viniese de fábrica a este tan agitado mundo de un modo muy desordenado (que no desorganizado), exaltado y, por ende, inestable.

Para mí, siempre fue así; o, mejor decir, hasta mis bien entrados treinta y cinco primeros años, que fue cuando, por obra y arte de una bestial pérdida de la compostura –quiero decir, un señor disparo hacia la estratosfera–, descubrí, en el  elevado y clínico concurso de las altas esferas abordadas, mi desorden afectivo bipolar y comencé a tratármelo. Hace ya veintidós años de eso, por lo que presumo de ser perro viejo.

Como una peyorativa constante, en todos todos todos los informes universitarios se destacaba que yo era un desordenado, una especie de descarriada oveja que siempre iba sola y no daba cuanto podía. ¿Por qué, a diferencia del orden, el desorden está tan mal visto o resulta tan incomprendido y/o denostado? Sin duda, porque, cual es lo frecuente –desde razonables, que no, por ello, avenidos presupuestos–, se juzga más como algo aleatorio que caótico, que es como yo entiendo particularmente a mi desorden.

Me explico.

Mi desorden –un Mutante Sistema Caótico Altamente Organizado– parte de la pragmática filosofía de que las interacciones de interés son las cosostenidas con uno mismo y/u otros sistemas, bien caóticos o bien ordenados, en tanto las sujetas al azar no me revisten mayores quebraderos de cabeza, por ser aleatorias o inertes, y/o sin ton ni son. Y aclaro que llamo «sistemas caóticos u ordenados» tanto a las personas como a sus organizaciones, como a la diversidad misma de la naturaleza, y no así a lo meramente azaroso o contingental.

(Desde mi experiencia, afirmo que hacer el pan inevitablemente es interactuar desde tu gobierno o desgobierno como panadero con un organizadísimo Sistema Caótico Mutante Fiel. El pan resultado es la narrativa misma de dicha relación. Saber leer e interpretar dicha narrativa, y redactarla, son algunas de mis propiedades como Maestro Panadero.)

Todo esto importa a la hora de comprender que las interacciones con los sistemas ordenados me suelen resultar muy aburridas, ya que me exigen muy poca participación y demasiada reglamentación; en cambio, cuado me las veo con un universo caótico me siento despertar y todo me es Jauja.

En mi biblioteca reside un libro que no he leído aún (pero cuyo índice voy a curiosear a la sazón, y, luego, ya veré) de John Briggs y F. David Peat titulado «Las siete leyes del caos. Las ventajas de una vida caótica», pues esto último es un poco el leitmoviv de la presente disertación, tras partir de que me acepto como una persona muy desordenada y todo un bohemio sin par.

La primera ley del citado libro es la llamada Ley del vórtice y significa ser creativo, que es algo que yo entiendo fundamental para saber desenvolverse en el caos, en tanto la creatividad es una fuente de soluciones no ya lineales sino verticales; pues, así, el caos, como caldo, es muy muy muy rico en serendipia, que es una dimensión que apenas se da en el estricto orden, donde queda muy claro qué es lo que hay y lo que no, por lo que lo que funcionan son los protocolos y no ya la improvisación oportunamente bien ejecutada.

Por contraposición, diré que el orden, a efectos prácticos, conlleva la insufrible tarear de mantenerlo, que es algo de lo que el caos ni se preocupa, ya que aquél siempre subyace en éste. Quiero decir, que dicha añadidura ya comprende una disciplina que no contemplo en mí si no con ojos muy perezosos y vagos, desganados y desangelados.

Sin embargo, mis resultadas creaciones (véasen mis panes o mis textos) son auténticas loas al buen hacer, frutos de una entregada comunión con el trabajo bien hecho, de manera que obran como certificaciones de mi saber hacer.

Claro que no cualquiera sabe ser desordenado; muchas personas se aturrullan si se ven en medio de un caos, y en alguna parte leí que la inteligencia se mide por la cantidad de incertidumbre que se es capaz de soportar. En cualquier caso, la cibernética es un arte, y éste un privilegio.

A veces creo que ser bipolar me vuelve más cuerdo.

¡Ustedes mismos!

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