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“El mal y el miedo son gemelos siameses”.

“El mal y el miedo son gemelos siameses”.

 ZYGMUNT BAUMAN, sociólogo polaco.

Escribir es un oficio apasionante, pero cada escritor elige qué quiere contar y cómo hacerlo. Yo escribo novelas de misterio, suspense y terror; sucesos paranormales que se mezclan con la aparente normalidad de la vida de la gente. Me han preguntado muchas veces por qué escribo sobre esas cosas, y la respuesta es siempre la misma: ¿y por qué no?

Lo cierto es que el miedo atrae y repele a la vez. Esa es su magia; ese es su poder. Por otro lado, es un hecho constatado que el orden previsible de las cosas se ve alterado continuamente por numerosos acontecimientos extraordinarios, pero nos empeñamos en negarlos o minimizar su impacto en nosotros mientras, cómodamente sentados en nuestro sillón, elegimos una película de acción, de intriga o de terror en la plataforma de pago.

 Nos encanta ponernos en la piel de los personajes y pasar miedo junto a ellos; luchar contra esos acontecimientos extraños, desde la seguridad del salón de casa. Pero no creemos que nada de eso pueda suceder de verdad. Tal vez lo que intentamos hacer es ponerles cara a nuestros terrores internos de los que no nos resulta tan sencillo desprendernos.

 ¿Y qué hay del origen del miedo? ¿Qué nos causa ese sentimiento de temor?

En parte de su obra, el sociólogo Zygmunt Bauman nos habla del auge de la sociedad líquida frente a la sociedad sólida. En el pasado, el mundo era predecible y controlable: un mundo sólido caracterizado por reglas claras, por la rutina, la visión a corto plazo y el poder de las costumbres. Todo este panorama comenzó a «derretirse», a «licuarse», convirtiendo una sociedad estancada y resistente a los cambios en una mucho más maleable: la sociedad líquida. El individuo se convierte en el centro y abarca todos los estratos. Se ha conformado un sistema tan grande que ahora cada individuo es culpable de su destino, de lo que le pasa o no.

 Y es en esta nueva sociedad en la que aparece un miedo diferente al primario que está presente en todos los animales (ese impulso de huida ante una amenaza). Un miedo secundario que es exclusivo del humano y que, según el autor, se hace más profundo cuando es disperso y poco claro y no puede ser identificado con un objeto o un lugar concreto.  De esta manera, el miedo líquido describe la incertidumbre característica de nuestro tiempo, que se alimenta de la incapacidad del individuo para conocer la naturaleza de las amenazas concretas que se ciernen sobre él.

Y es en esta realidad líquida en la que el mal también cambia y se moldea continuamente adoptando distintas formas. Y, aunque no es nueva esta idea de transformación continua, de flujo permanente, que ya fue formulada por Heráclito de Éfeso al afirmar que nadie pone dos veces los pies en el mismo río, lo importante aquí es la capacidad que tiene el mal líquido para encubrirse a sí mismo, para disfrazarse de lo que no es, para mostrarse con una sonrisa encantadora —la sonrisa del mal—, que convence al individuo de su libertad para decidir qué hacer, proponiendo soluciones individuales a unos problemas que se generan socialmente. Y es que para el sociólogo polaco el comportamiento humano no está determinado por la sociedad o por una discusión racional, sino que descansa en un impulso innato.

De este modo, el ciudadano corriente disfruta de la oportunidad que le brinda la tecnología para alimentarse permanentemente de todo lo que necesita desde su propia individualidad y para consumir todo aquello que la sociedad líquida le ofrece en forma de mercancía al alcance de su mano (información, ropa, alimentos, vehículo, casa, experiencias, sexo, emociones, sensaciones, pasiones, ocio…) ignorante a la maldad líquida que lo envuelve todo, acechando. 

Yo escribo sobre eso. La maldad líquida es un demonio con mil formas. Y no sabemos si la próxima vez será a nuestra puerta a la que llame.

Germán Vega Contributor
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