Traducido del alemán por el Autor y Luis Brenia
1).– Del Autor
Jakob Surek nació en Viena, y yo, instantánea simpatía mediante, y porque los astros lo querrían así, le conocí, aquí en Cáceres, en el que sería el último tramo de su novelesca vida bohemia, un día que, al ir a por tabaco donde Javier, me lo encontré de golpe al doblar una esquina de una calle comercial, sentado en su silla de ruedas, leyendo un libro de Jean-Marie Gustave Le Clézio, y mendigando, pues tal era su del todo muy digna profesión.
Jakob Surek entonces ya había perdido sus extremidades zurdas (el brazo, de adolescente, a causa de una descarga eléctrica; la pierna, hacía uno o dos años, por un más que doloroso tumor, que le pilló haciendo por octava vez el Camino de Santiago), y había dejado atrás un sinfín de profesiones, viajes, lecturas y cultivos, pues su fuerte era ser hortelano. Hablaba y leía perfectamente cuatro idiomas y entendía siete. Dormía en un banco próximo a la estación de autobuses, y sabía arreglárselas solo. Poseía una memoria prodigiosa, así como un perfecto sentido de la orientación. Sus debilidades eran la cerveza, el tabaco y las chucherías.
No dudé en invitarle a hospedarse en mi casa durante una semana, y él accedió en la temporada de lluvias (que sería de lo más recia), que era de lo más nula para mendigar y, en el buen sentido, adoctrinar feligreses, ya que era un gran conversador y una persona muy accesible.
Además se daría la grandísima suerte de que teníamos por amigo común a Don Manuel Femia Godoy, párroco de mi pueblo, psicólogo y piloto de aviación, además de presidente del Teléfono de La Esperanza.
Bajo el título de «Jakob y yo» tengo escritas, pero no publicadas, las memorias de la que fue nuestra tan provechosa como nutritiva relación y, con su permiso, grabada una docena de horas de fascinantes conversaciones.
Decían que nos parecíamos mucho; que si éramos familia. Jakob fue en muchos terrenos un maestro para mí; en otros fue al revés.
No más llegar a casa me dijo que me traía como regalo un cuento de Navidad, que se titulaba precisamente así: «Cuento de Navidad», a secas.
Por entonces, y la alegría que causó tener tan eminente huésped, yo estaba un pelín anímicamente subido y el caso es que, mientras él dormía plácidamente, como Dios manda, en una cama, yo comencé a leer el cuento, originalmente escrito en alemán, y no tardé en darme cuenta de que su traducción al castellano no era del todo católica, sino obra de un extranjero que no se terminaba de manejar desenvueltamente en nuestra lengua.
Total que decidí pasar a limpio aquellos veinte folios con mi portentoso procesador de textos e ir revisándolos, destacando en azul todas mis modificaciones para luego revelarselas a Jakob y si procedía (como así sería, y a veces incluso a cara de perro) discutirlas con el Autor.
–Has hecho un Gran Trabajo, Luis –me dijo cuando todo se hubo resuelto y la traducción quedó concluida.
Ahora su afán era registrar el cuento y seguidamente publicarlo en Amazon, con el ánimo quizás de tener unos ingresos con los que financiarse la nueva silla de ruedas que diseñó tan al dedillo que llegó a acaparar la atención de un departamento de ingenieros de la Universidad Politécnica de Cáceres y que nunca pudo llegar a ver más allá de en un fidedigno diseño en 3D, pues al pronto, el día dieciséis de agosto de 2018 fallecería, tras regresar de un último viaje de un par de semanas a Málaga.
Como Jakob no llegó a registrar el cuento, y, queriendo divulgarlo, me lo dejó, lo registré a mi nombre, pero, para que no cupiesen dudas acerca de su verdadera autoría, lo llamé Cuento de Navidad de Jakob Surek, atribuyéndome la correcta traducción al castellano.
El arte final del interior del libro es el escogido minuciosamente por Jakob Surek, su Autor, en tanto la cubierta, siguiendo a través mía las precisas indicaciones de éste, es obra de Miguel Gibello.
2).–Acerca del cuento
Se trata de una tiernísima y sencilla narración que, en primera persona, nos recuerda un niño de cuatro años que reside en Francia y aguarda familiarmente la llegada de Papá Noel; y (perdonen mi indiscreta observación) si no fuese porque, en un momento de la misma, a modo de elevado recurso estilístico, dicho niño dialoga con el hombre adulto que escribe el cuento, sería muy adecuado para todas todas las edades.
Muy bien narrado y sabiamente estructurado, se comporta como todo un viaje en primera persona, y familia, para desembocar en un final de lo más feliz, pues, no lo he dicho aún, Jakob presumía de ser una persona feliz; de hecho, después de haber venido mucho tiempo preparándosela, quería dar en Cáceres una conferencia sobre la felicidad.
Un primor de cuento lleno de bondad por todos los lados que dejarán a los lectores como a este par de elefantitos de este lienzo, que también es obra de Jakob Surek:
La lectura del cuento está disponible en You Tube en el siguiente enlace:
El cuento, en formato de papel, se haya a la venta en este otro enlace:
¡Me has emocionado muchísimo! No es fácil dejarme sin palabras…