El tema de hoy podría ser el disparador de una interesante polémica entre amigos del arte, frente a una taza de café, una copa de vino o de cognac.
Se atribuye a los cineastas, ser los dueños de la imagen, y parece razonable que así sea, si se tienen en cuenta las miles de emociones que nos han hecho sentir, a través de tantos filmes a lo largo de la historia de cine.
¿Quién no vibró de emoción con “Un Hombre y una mujer”de Claude Lelouch o no contuvo el aliento con “Los 400 golpes” de Francois Truffaut ?
¿Acaso alguien no se indignó con la injusticia de “Patrulla infernal” de Stanley Kubrick o “El Crimen de Cuenca” de Pilar Miró?
¿Quién que haya visitado la Fontana di Trevi en la ciudad eterna, no recordó “La dolce Vita” de Federico Fellini o soñó con ser Marcello Mastroianni o Anita Ekberg jugando esa inolvidable escena de amor en las aguas de la fuente…?
Y qué podríamos decir del impacto visual y emocional que nos provoca la imagen final de la película “Juan Moreira” de Leonardo Favio.
Un “Juan Moreira” muerto… pero de pie…
Una historia que ocurrió en 1874 y que desde la pantalla, muerto pero de pie, parece gritarnos…..¡¡¡Moreira vive!!!, con todo lo que esto significa social y políticamente.
Imágenes inolvidables que parecen afirmar:
Los cineastas son los dueños de la imagen.
Pero… dije que podría haber polémica….y acá va.
“Yo no lo hice…Uds. Lo hicieron…”
Contesto Pablo Picasso, cuando las inquisidoras autoridades le cuestionaron la autoría del “Guernica”, la extraordinaria pintura que refleja los horrores de la guerra civil española.
Una sola imagen, que mantiene viva, para siempre, la memoria de algo que jamás debió haber sucedido.
Los estibadores suben y bajan de los barcos, con bultos sobre sus hombros, y el artista, Benito Quinquela Martín, plasma en su tela, para todos los tiempos, eso que enaltece a los pueblos y a los hombres, el trabajo diario.
Una imagen destinada a perdurar, para recordarnos un lugar, una época y un origen.
¿Quién con un mínimo de sensibilidad, no se sintió empequeñecido y deslumbrado, ante la maravillosa perspectiva del “Cristo” de Salvador Dalí…?
¿Acaso alguien puede sustraerse de lo que provoca ver “El Grito”, esa magnífica pintura de Edvard Munch, una imagen que parece traspasar la tela y tener sonido para recordarnos las atrocidades de la humanidad?
¿O ser indiferentes a la reflexión que nos invita el gran Antonio Berni, con su obra “Los Desocupados”?
Imágenes conmovedoras que ponen en duda el concepto sobre los dueños de la imagen.
La polémica está planteada.
Mientras el debate se prolonga en algún café literario, más allá del bien y del mal, lejos de las egoístas discusiones terrenales, Charles Chaplin y Jackie Coogan, nos siguen enterneciendo desde un afiche que recuerda la película “El Pibe”, en tanto, casi desde el fondo de la historia del arte, en un viaje de más de 500 años, nos llega la imagen de “La Gioconda”, que sonríe… Que sonríe más enigmáticamente que nunca.
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