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Una navidad diferente

Por fin ha llegado el día tan esperado para todos los niños del mundo. Hoy es una noche mágica para todos los hogares. Sus majestades los Reyes Magos entregarán los regalos que cada niño ha ido pidiendo en su carta a lo largo de este tiempo. Hoy es día cinco de enero, y como todos los años, este día es especial, pero concretamente este lo es aún más.

En la época de Navidad, todos nos volvemos un poco locos por conseguir el mejor regalo para nuestros seres queridos. Pero también es tiempo de recapacitar, de ayudar a los demás, mirar dentro de nuestro corazón, también de compartir y sobre todo de dar sin recibir nada a cambio.

***

Me llamo Pablo. Vivo en un pequeño pueblo en sur de España. Trabajo como profesor lengua de segundo de la E.S.O. Además de darles esta asignatura que me vuelve loco, también soy su tutor. La mayoría de estos niños están pasando por una etapa la cual yo la califico como La edad del pavo porque cualquier cosa les parece un mundo. Aunque a decir verdad algunos de ellos tienen graves problemas con sus familias e incluso con el dichoso bullying que por desgracia está tan de moda ahora. D un tiempo a esta parte he observado quelos niños de hoy en día están acostumbrados a que antes de abrir la boca sus padres ya le están dando el capricho que han pedido. Faltan unas semanas para Navidad, y durante este tiempo me gustaría trabajar con ellos el verdadero significado de esta época. Por eso, este año se me ocurrió una gran idea. Espero que mis alumnos me respondan como espero y no piensen que su profesor está muy aburrido y no sabe cómo rellenar la clase de tutoría.

Estoy llegando al instituto y ahora viene la tarea de encontrar aparcamiento. ¡Todos los días igual! Por más temprano que salga de mi casa, siempre me cuesta dar unas cuantas vueltas antes de aparcar. Pero bueno, hoy no pienso cabrearme por una minucia como esta, espero que después de tanto esfuerzo merezca la pena. ¡No puedo creerlo! Estoy viendo un sitio justo en la misma puerta! ¿Será mi día de suerte? Estoy seguro de ello. Tengo mucha ilusión por este proyecto y voy a poner todo mi empeño por conseguirlo.

Salgo del vehículo y por el camino voy saludando a los alumnos que se encuentran a mi paso, incluso varios de ellos comienzan a preguntarme por las notas del examen que tuvimos hace dos día. Les respondo que aún no los tengo corregidos, aunque en realidad les esté mintiendo. He pasado todo el fin de semana corrigiendo y preparando lo que para mí será una buena obra de caridad.

Al obtener mi respuesta, veo en sus cara la decepción instalada y eso en el fondo me hace un poco de gracia. Para ellos es muy importante saber la calificación de ese examen ya que, para muchos sus regalos y el poder rascarse la barriga depende de ello.

Más tarde les diré que sí que las tengo.

Por fin llego a mi clase y saludo alegremente como cada mañana.

—Buenos días —comienzo a decir nada más entrar por la puerta de clase.

—Buenos días —responden al unísono y comienzan a sacar los libros, pero antes de eso les digo:

—No lo hagáis. Hoy no vamos a necesitar nada eso. Esta clase será diferente. Necesito vuestra ayuda — Comienzan a mirarse extrañados. Un gran revuelo se hace presente en la clase. Intento no reír por el comentario que uno de ellos ha dicho en un tono más alto de lo que él hubiera querido.

—¿Este tío está loco?—Hago caso omiso de lo que acabo de escuchar y sigo con mi tarea de tranquilizarlos. Doy unas cuantas palmadas pero nadie me escucha. Así que, me subo encima de mi mesa y me cruzo de brazos. Poco a poco se van silenciando al ver mi actitud y vuelvo a escuchar al mismo atrevido de antes.

—Confirmado. Está loco de atar —hablaré con él después de clase para que tenga cuidado con lo que dice.

 He logrado captar la atención de todos ellos y aprovecho el momento para empezar a contarles la idea que me ronda la cabeza.

—Así me gusta. Y no. No estoy loco. De momento no lo estoy —miro a mi querido alumno y ha captado la indirecta. Su cara se ha convertido en un tono pálido que ni la mismísima pared —Como bien sabéis, dentro de unas semanas será Navidad. Y este año quiero que la veáis de una forma diferente. De un tiempo a esta parte, este día se ha convertido en una época de consumismo y nos hemos olvidado de que es un periodo en el que hay que compartir con el que no tiene, de amar, de dar sin recibir nada a cambio… Así que, he pensado que el día cinco de enero visitaremos el orfanato de nuestra ciudad y podréis vivir, en primera persona, cómo lo hacen aquellos niños que no tienen la misma suerte que vosotros.

—¡Vaya rollo profe! —protesta uno de ellos.

—¡Yo me apunto! —contesta una de las alumnas.

—¡Y yo! —grita otro.

—¡Será divertido! ¡Vamos!

Y así, poco a poco, conseguí que todos se apuntaran, incluso el primero que protestó. Después de hacer una lista con todos los alumnos comienzo a decir:

—Como bien he dicho, este año visitaremos el centro de acogida de una forma muy especial. Cada uno de nosotros llevará, al menos, un regalo para entregárselo a los niños. Nos disfrazaremos para todos ellos.  Los personajes podéis repartirlos como queráis. Habrá reyes y reinas, pajes… ¡todo lo que se nos ocurra!

Al terminar de decirles la ropa con la que irán, la hora y punto de encuentro para la visita, salgo de la clase. Estoy pletórico de felicidad. Me dirijo hacia mi casa a toda prisa. En cuanto termine de almorzar me pasaré por el centro de acogida para contarle a Marina lo que tenemos entre manos.

Terminado mi almuerzo, me dirijo rápidamente hacia el orfanato. Entro rápidamente por la puerta gritando el nombre de llamando a Marina. Ella es voluntaria de este centro. Se pasa gran parte de las tardes ayudando en todo lo que puede. Tiene muy buena mano con los niños. Todos la adoran. Y ella es tan dulce… ¿Quién no caería rendido a sus pies?

—¡Marina! ¡Marina! —grito sin parar, pero mientras corro por el pasillo, me doy de bruces con Gertrudis, la directora del centro.

—Shhhh. Calla loco, vas a despertar a los niños. Están en la hora de la siesta.

—Discúlpeme Gertrudis. Tengo algo muy importante que contarles  a Marina y a usted.

—Tranquilízate Pablo. Acompáñame y juntos la buscaremos. Está terminando de dormir a los más pequeños.

Avanzamos por el largo pasillo hasta llegar a la habitación donde observo a Marina trabajar con esa dulzura que la caracteriza. Le hago señales con las manos para que se apresure y salga a mi encuentro. Me responde con un ¨ya voy¨. Arropa al último bebé y por fin sale.

—Pablo, ¿se puede saber a qué viene tanta prisa? —Me dice sonriente.

—Lo siento. Tengo algo muy importante que contaros. Esta mañana les he planteado a mis alumnos que el día cinco de enero me acompañen todos a repartir felicidad. Es decir, que cada uno de estos niños, tendrá un regalo por Navidad. Nosotros nos encargaremos de todo. —Marina y Gertrudis me miran y de repente…

—¡Gracias! ¡Eres el mejor! —me abraza fuertemente Marina, pero lo que no me esperaba es que Gertrudis hiciera lo mismo.

—Pablo, ya sabía yo que tenías un gran corazón. Después de tanto tiempo, la Navidad vuelve a este centro. No sé cómo podré pagártelo. —Termina diciendo entre lágrimas la directora del centro.

—No hace falta. Quiero que mis alumnos tomen conciencia de la suerte que tienen. Si con esto, alguno de ellos aprende algo, me daré por pagado. Me gustaría pasar algunas tardes aquí para ir conociendo los gustos de los niños y conocerlos un poco mejor.

—Por supuesto que puedes. Y si alguno de tus alumnos quiere, también podrá hacerlo.

—Gracias. Esta misma noche mandaré un correo a los padres para que firmen sus autorizaciones —Me despido de ellas cariñosamente hasta el día siguiente.

Llego a casa agotado por tanta emoción. Preparo algo de cena y antes de irme a dormir recuerdo el cuento que mi madre solía contarme la misma noche de Navidad. A día de hoy, cuando nos reunimos en casa de mi madre con toda la familia me uno con los peques de la casa a escucharla como cuando era pequeño. Los cuentos de Charles Dickens han formado siempre parte de mi vida y me han enseñado algo nuevo. Por ese motivo, quiero hacer que la gente que ha perdido toda esperanza vuelva a creer en la magia de la Navidad.

—¡Ya lo tengo! Voy a crear mi propio cuento para poder contárselo a eso pequeños desvalidos.

Es por la mañana, y apenas he podido dormir en toda la noche pensando en que algo pueda salir mal. Deshecho ese pensamiento y me preparo para volver a clase. Por la tarde pasaré por el orfanato. A ver cuántos de mis alumnos me acompañan hoy..

—Buenos días, chicos. Esta tarde pasaré por el centro de acogida para conocer un poco más a los niños. Si alguno quiere acompañarme estaré encantado de que lo haga.

—Profe, —comienza a decir uno de ellos. —estamos de exámenes y muy ocupados con los disfraces.

—Lleváis razón. Perdonadme. Este tema me tiene un poco alterado ya que es muy importante para mí. Os agradezco tanto esfuerzo. Aún tenemos tiempo de sobra para esos detalles. Centraos en vuestros exámenes, pronto terminarán y podremos dedicarle mayor tiempo a todo esto. Sois geniales chicos.

Apremio el sobreesfuerzo que están haciendo estos adolescentes con las hormonas dislocadas.

Es la hora de terminar la jornada laboral y decido comer algo en el bar de la esquina. No quiero tardar demasiado en llegar al centro de acogida. Me gustaría pasar gran parte de la tarde allí y así cuando vuelva a casa de nuevo, podré corregir también los exámenes que les he puesto esta mañana a mis alumnos. Me doy toda la prisa posible y ansioso les digo a Marina y Gertrudis que me gustaría contarles un cuento a los más pequeños.

—Hola chicos.—comienza diciendo la directora —Hoy ha venido un chico muy especial —me sonríe al decir esto —Su nombre es Pablo. Es amigo de los Reyes Magos, y estará pendiente de todos los niños buenos. Así que, prestadle mucha atención y portaos bien porque os va a contar un cuento precioso. Quien no tenga un comportamiento adecuado no tendrá regalo por Navidad. –Termina diciendo Gertrudis, pero uno de los niños le responde.

—Da igual cómo nos portemos. Los Reyes Magos nunca se acuerdan de nosotros. Siempre pasan de largo. El año pasado yo me porté muy bien y no me dejaron nada. Así que, por mí, que cuente las historias que quiera. Me da igual si le dice que he sido bueno o no.

—Carlitos, no digas eso, cariño. Ya te expliqué que hubo un problema con la dirección que pusimos y que por eso no llegaron los regalos. Pero te prometo que este año, la escribiremos bien grande y tendrás tu regalo. ¿A que sí, Pablo?-me mira sonriente a la vez que nerviosa para que le eche una mano.

-Por supuesto. La semana que viene volveré y lo haremos juntos. Yo mismo me encargaré de que sus Majestades los Reyes Magos de Oriente la reciban a tiempo. Si es necesario se la entregaré en mano.

—¿En serio? –me pregunta Carlitos lleno de ilusión.

—Lo prometo.-Y con un gran abrazo se sienta a mi lado a escuchar lo que tengo que contar.

Una vez los tengo a todos sentados en un semi círculo, me pongo enfrente de ellos y comienzo a relatarles la historia que llevo desde ayer preparándome.

¨Había una vez un niño llamado…¨ —Hago una breve pausa. En ese momento observo a Carlitos y me parece una buena idea ponerle su nombre al protagonista de la historia.

—Como iba diciendo…

¨Había una vez, un niño llamado Carlitos.—Al escuchar su nombre, él y todos sus compañeros abren mucho los ojos. Los tengo muy atentos. ¡Bien por ti Pablo!—me digo a mí mismo.

-Carlitos, estaba muy enfadado con los Reyes Magos porque el año anterior había recibido pocos regalos. Eso hizo que unos días antes de que tuviera que escribir de nuevo la carta con las cosas que quería, escribiera otra mucho más dura regañando a los tres Reyes. Tanto fue así que, Sus Majestades decidieron hacerles una visita antes de tiempo. Cuando llegaron a casa de Carlitos, Melchor preguntó:

—¿Por qué estás tan enfadado y quieres tantos regalos teniendo tantos amigos?— Y el niño les respondió.

—Me da igual. Yo lo que quiero es tener muchos regalos y menos amigos. —respondió sin un ápice de compasión.

Gaspar, que lo estaba escuchando, se reunió con Melchor y Baltasar e idearon un plan al que no tardaron en explicar al niño.

—Te proponemos un trato —Le dijo Baltasar.

—Te escucho — respondió Carlitos con desgano.

—Por cada amigo que nos entregues, tú recibirás un regalo. Así, ese amigo podrá ser entregado a otras personas que sí deseen tenerlo —Carlitos lo miró extrañado, pero la idea le gustaba cada vez más. Si cada vez que entregara a un amigo a él le iban a dar un regalo, era el pacto perfecto.

—De acuerdo. Trato hecho —Le dio la mano a cada uno de sus Majestades quedando firmado de esa manera el acuerdo. Carlitos fue deshaciéndose uno a uno de sus amigos. No le importaba porque cada vez que lo hacía, él recibía un regalo mejor que el anterior.

Llegó el día de Reyes, y Carlitos recibió varios montones de regalos los cuales tardó varios días en abrirlos todos. Cuando quiso salir a la calle para enseñárselos a sus amigos y poder jugar con ellos nadie quiso prestarle atención.

Carlitos no le dio la menor importancia. Creía que podía divertirse con sus juguetes y que no necesitaría a nadie. Volvió a su casa a jugar con sus cosas y durante un tiempo, se divirtió muchísimo. Los días pasaban y pudo darse cuenta de que sus juguetes siempre hacían lo mismo y que era bastante aburrido jugar sin amigos. Empezaba a echarlos de menos.

—¡Qué aburrimiento!— decía Carlitos cada vez que jugaba solo. –Ojalá, estuviesen mis amigos aquí y así podríamos jugar todos juntos.—Se lamentaba una y otra vez. Ya no era el mismo. Antes inventaba cualquier juego al instante, sin embargo, ahora que estaba solo no era capaz de hacer nada creativo, y mucho menos divertido. Era muy triste estar solo. Al año siguiente, Carlitos escribió una humilde carta a los Reyes Magos pidiéndoles perdón y que por favor les devolviera a sus amigos. Había pasado un año muy aburrido sin ellos y aprendió la lección. Desde entonces, sigue pidiendo que le traigan muchos amigos para poder seguir jugando y compartiendo con ellos sus viejos juguetes¨ Y colorín colorado, este cuento… Me quedo callado para que ellos respondan:

—¡Este cuento se ha acabado! —Por fin responden todos a la vez gritando.

—¿Os ha gustado?—Pregunto emocionado.

—¡¡Sí!!— responden felices.

—¡Otro, otro, otro! —Aclaman sin parar, pero esta vez aparece Marina para poner orden.

—Vamos chicos, debéis volver a las habitaciones. Mañana tenéis un examen de mates y tenéis que estudiar.

—Ohhh, Marina eres una aguafiestas.

—Lo siento mis niños, pero la obligación es antes que la devoción —Les responde con una gran sonrisa, a pesar de haberle llamado así. –Además, —continúa diciendo. —Pablo ya se tiene que marchar, porque debe de informar a sus Majestades quien ha sido muy bueno y quién no lo ha sido tanto.

—Es cierto niños. —Debo irme. Pero prometo que pronto volveré con más historias y con buenas noticias. Mientras tanto, cuidad mucho a la señorita Marina. ¡Hasta pronto! —Me despido de ellos con cierta pena ya que he pasado un rato bastante agradable. Marina me acompaña hasta la puerta sin dejar de darme las gracias.

—Pablo yo…

—Marina, no digas nada.

—Ha sido una tarde increíble. Gracias por todo. Nos vemos el próximo día.

Voy de vuelta a casa con una felicidad que no me cabe en el pecho. Paso el resto de la tarde corrigiendo exámenes. Me doy una buena ducha, picoteo lo que encuentro por la cocina y decido irme a la cama para poder estar bien despejado por la mañana.

Se me ha pasado la semana volando. No hemos parado de hacer cosas. Mis alumnos me han sorprendido cada día más. Se han volcado al máximo con esta iniciativa. Tanto que algunos de ellos me han pedido permiso para acompañarme alguna tarde que otra a la lectura del cuento. Los pequeños se han sorprendido al ver que volvía cada tarde y además acompañado. Lo hemos pasado en grande. Ya lo tenemos todo listo para el gran momento. Hoy es el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad. Tenemos todos nuestros trajes y regalos a punto. Hemos pedido a nuestro director permiso para que nos deje guardar todas las cosas en el instituto hasta el día de Reyes. Quedo con mis alumnos en vernos el día cinco a las seis de la tarde y les deseo que pasen una feliz Navidad y una feliz entrada de año nuevo. Estas Navidades las pasaré junto a mi familia. Pero antes de irme hacia casa de mis padres hago una visita a los niños del orfanato y les deseo felices fiestas a todos. Carlitos me abraza fuertemente y me hace prometerle que cuando vuelva lo haré con los Reyes Magos. Le doy mi palabra de honor y nos despedimos muy cariñosamente. Le he cogido bastante cariño a este chaval.

Llego a casa de mis padres y cuando entro al salón mi madre tiene todo un despliegue de dulces navideños y toda clase de comida que uno pueda imaginar. Paso la mayor parte del tiempo comiendo porque mi querida madre dice que me ve más delgado. Y ya sabemos cómo son las madres. Hay que hacerles caso en todo. Y como buen hijo que soy, se lo hago. ¡Cualquiera le dice que no!

De nuevo, apenas me he enterado de la semana. Y por fin, mañana es el gran día. Estoy preparando mis cosas cuando mi teléfono comienza a sonar insistentemente. Voy en su busca y me sorprende ver que quien me está llamando es el director de nuestro instituto.

—Buenos días señor director. Felices fiestas. ¿En qué puedo ayudarle?  —le respondo muy feliz.

—Buenos días y no creo que puedan ser felices fiestas después de lo que te voy a contar —me responde muy preocupado.

—Dígame que ocurre —Nervioso le insto a que hable.

—Anoche unos desgraciados entraron en el instituto y aparte de destrozar parte del mobiliario, se han llevado los regalos que teníamos preparados para los niños. Todo lo que estaba allí.

—¡No, no , no! ¡No puede ser! ¡Dígame que es una broma! ¡Joder!

—Ya me gustaría, pero por desgracia no puedo decirlo. La policía ya está investigando sobre quien ha podido hacer esto.

 —Un momento, me está diciendo que, llevamos todo el mes planeando el día de mañana y que no podemos hacerlo porque ¿nos han robado?

—La policía está buscándolos. Lo siento mucho.

—¡A la mierda con la policía! Como los pille…

—Tranquilízate Pablo — me pide calma pero en este momento solo puedo pensar en la cara que pondrá Carlitos cuando le diga que no hay regalos.

Escribo un WhatsApp a todos mis alumnos contándoles lo ocurrido y que mañana no asistiremos a ningún sitio puesto que no tenemos juguetes que entregar. Les cuento también a mis padres lo sucedido y me marcho para mi casa cabizbajo y sin ganas de nada. ¡Qué mala suerte! ¿Por qué? ¿Por qué tiene que pasarme esto a mí?

Pregunto sin parar y no obtengo respuesta.

Cuando llego a mi hogar, llamo a Marina y le explico lo ocurrido. Los dos rompemos a llorar, y nos damos consuelo mutuo. Cuelgo con un gran sentimiento de culpa. No podemos volver a comprar los regalos. Mis queridos alumnos han gastado parte de sus ahorros en ayudarme con todo esto. Y ahora, no tenemos nada.

Ha llegado el día, y el que se supone que es mejor día del año, para mí será el peor. Sólo quiero que pase rápido y pueda olvidar este mal rato. Debo ir al orfanato, por lo menos a disculparme con los niños. Ya inventaré algo por el camino. Mientras me dirijo hacia allí, mi teléfono vuelve a sonar. Es Marina.

—Dime Marina. Ya voy para allá, les diré a los niños que perdí sus cartas y que por eso los regalos no han llegado.

—¿Pero, de qué hablas? No sé cómo demonios lo has hecho, pero están todos tus alumnos disfrazados de Reyes Magos entregando regalos. Los niños están encantados. Y sobre todo Carlitos que no para de preguntar por ti.

—Marina, no estoy para bromas. Ahora soy yo quien no sabe de qué hablas. Espérame y no tardaré en llegar.

Cuando finalizo la llamada, me paro a pensar sobre lo que me ha dicho, y entonces reparo en que mis chicos, no han querido que nada nos estropeara este momento tan especial que con tanto cariño y esfuerzo hemos estado preparando.

Llego en un abrir y cerrar de ojos, y lo que veo me deja más que sorprendido. Mis alumnos están vestidos con sus disfraces. Han organizado un pequeño escenario donde los niños van subiendo de tres en tres para recibir sus regalos. Me acerco poco a poco a ellos y logro preguntar:

—¿Qué significa todo esto? ¿De dónde han salido tantos regalos?

—Profe, ayer cuando nos dijiste lo que había sucedido, entre todos ideamos una solución. Si cada uno de nosotros poníamos un granito de arena, al final formaríamos una montaña. Sin embargo, ¡la montaña se ha convertido en una cordillera! Hemos conseguido más del doble de lo que teníamos. Hemos llamado a las puertas de los vecinos y cada uno ha aportado algo. Y la tienda de juguetes del pueblo de Sofía ha donado varias cajas de juguetes  para que ningún niño se quede sin jugar en este día tan especial.

—No sé qué decir…—Respondo, pero antes de agradecer escucho a Carlitos decir:

—Gracias, sabía que no me fallarías. Eres el mejor —Se tira a mis brazos en agradecimiento y se me escapan un par de lágrimas. Marina que lo ha visto todo desde la distancia, se aproxima poco a poco hacia donde estoy y me dice dándome un dulce beso en los labios.

—Feliz Navidad.

—Fe…feliz Navidad —respondo lentamente ya que no soy capaz de pronunciar palabra. Debo tener una cara de bobo…

No puedo ser más feliz. Hace un instante, creía que todo estaba perdido, sin embargo, una raya de esperanza ha aparecido en el camino.

Cuando soy consciente de todo lo que ha pasado, recapacito y pienso en lo mágica que es esta época. Ojalá podamos seguir educando a nuestros hijos en el camino del respeto y la solidaridad por los demás durante todo el año. Ha sido un placer contarle mi historia. ¡Feliz Navidad”

                                                      FIN.

One Comment

  1. MARÍA JOSÉ MARÍA JOSÉ 4 enero, 2021

    ¡Cómo me ha emocionado! ¡Vaya relato! Siempre he pensado que hay que dar la oportunidad de sacar lo bueno y… Saldrá. A veces hay que dar «dos oportunidades», pero entonces, saldrá el doble de bondad.
    ¡Felicidades por esta historia tan bonita y qué anima mucho el corazón, al compartirla!

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