Disfrutar de todos los placeres es insensato;
evitarlos, insensible.
PLUTARCO, moralista, historiador y filósofo griego.
Si definiéramos el placer como aquella sensación agradable que se obtiene tras satisfacer una necesidad, nuestra atención se centraría en dos conceptos: sensación agradable y necesidad.
Desde los filósofos griegos hasta la actualidad, el placer ha sido objeto de atención y estudio, originando auténticas doctrinas morales como la hedonista y ensayos como Los laberintos del placer en el cerebro humano, de Francisco Mora —una aproximación científica a las razones de carácter adaptativo-evolutivo que intenta explicar la aparición del placer— o Hedoné, Aristóteles y el placer, de Manuel Cruz Ortiz de Landázuri, por citar algunos.
Pero debemos ser cuidadosos al utilizar el término para evitar confusiones mayores de las que pueda producir el propio placer. Así, en el hedonismo, el placer también es considerado como «utilidad», lo que incluiría el utilitarismo en su doctrina.
Para Epicuro, el placer es ausencia del dolor en el cuerpo (aponía) y carencia de perturbación en el alma (ataraxia). Pero ¿qué ayuda a evitar el dolor corporal y la perturbación del alma? He aquí la clave. Cada cual encontrará su particular receta para responder a esa pregunta.
Para Platón, la gente que no podía renunciar a los excesos quedaba relegada a una existencia menos digna que los virtuosos. Hay cierto tufillo a un «aléjate de mí, Satanás» en la afirmación platónica.
Aristóteles, discípulo de Plantón, postulaba que el placer está íntimamente asociado a nuestra naturaleza. Es por ello un arma utilizada por los educadores, junto al dolor, en su labor con la infancia. Aristóteles también expresa el dolor y el placer como conceptos antagónicos. El hombre tiende a evitar el dolor y a buscar el placer.
Desde el punto de vista aristotélico, si entendemos lo agradable como bueno y placentero y lo penoso como malo y nada placentero, parece lógico esperar que todo el mundo prefiera lo primero y también es lógico pensar en el placer como un bien supremo. Pero aclara el filósofo de Estagira que los placeres son malos cuando hacen al hombre brutal o vicioso, y es que, si las acciones humanas pueden ser nobles y vergonzosas, lo mismo ocurre con los placeres asociados a esas acciones. Pero, querido lector, la conducta del hombre no es simple porque el deseo y la razón no siempre están de acuerdo. De este modo, obtenemos placeres «convenientes» y placeres «inconvenientes». Pero hay que tener presente que, para Aristóteles, buscar la complacencia en los placeres corporales y buscarlos por encima de todo es propio de las bestias.
Para Nietzsche, sin embargo, atender más al goce del alma que a los placeres mundanos es renunciar a la vida corpórea y perseguir una vida de sufrimiento en la que el dolor lleva a la salvación. Otra vez dolor y placer en eterna confrontación.
Regresando a la actualidad, y por acotar un poco el término, podemos distinguir entre el placer físico y el placer psíquico.
¿Qué hay del placer físico? Es aquí donde encontramos la mayor parte de las conductas que podrían ser definidas por Aristóteles como propias de las bestias. Y es que, cuando pensamos en placer físico, las primeras imágenes que aparecen ante nosotros son de índole sexual. El sexo es, sin duda, una de las principales fuentes de placer. Dicho esto, detengámonos es una práctica sexual conocida por todos: el masoquismo.
Para el masoquista, la excitación y la satisfacción sexual se obtiene a través del dolor psíquico y físico, la humillación y el sometimiento. ¡Un momento!; ¿no habíamos dicho que placer y dolor eran términos antagónicos?, ¿de verdad hemos unido placer y dolor en una misma práctica hasta el punto de no entender el uno sin el otro? La explicación es que el masoquismo sexual es considerado un trastorno, una parafilia, y por lo tanto no debería servirnos de ejemplo. Hemos hecho trampa porque, según los expertos, encontrar placer en el dolor es «cosa de enfermos».
Según escribe George R. Brown en el Manual MSD, los trastornos parafílicos pueden perjudicar gravemente la capacidad de mantener una relación sexual recíprocamente afectuosa. Las parejas de las personas con un trastorno parafílico pueden sentirse como un objeto o como si no tuvieran importancia o no fueran necesarias en la relación sexual. Es decir, en este caso, café solo para uno.
También podría considerarse en los mismos términos el sadismo, que es la práctica sexual que consiste en infligir sufrimiento a otra persona para experimentar placer.
Existen otros importantes placeres físicos como los relacionados con la comida y la bebida. Ni que decir tiene que el abuso de estos placeres tiene consecuencias negativas para el cuerpo y la mente.
En cuanto al placer psíquico, considerado por Platón como el mayor, comprende todos aquellos placeres sentidos al percibir cultura, arte o al crear. Dentro del placer psíquico podríamos encontrar, por ejemplo, el placer contemplativo, el placer lúdico y el placer intelectual.
En lo referente al primero, casi todos conocemos las bondades de la contemplación. Es difícil conseguir el desapego mental y físico, pero, bien realizada, la contemplación calma nuestra mente y nuestro espíritu, ayudándonos a reducir las tensiones y el estrés. Es cierto que todo ejercicio de contemplación exige práctica y constancia, dos aspectos que requieren disciplina. Podrías pensar que placer y disciplina también parecen términos contradictorios. Sin embargo, si consiguiéramos ser disciplinados y constantes, disfrutaríamos del placer que la práctica de la contemplación nos proporciona.
Obtenemos con los juegos el placer lúdico. Algo que no debería abandonarse durante todo el periodo vital. Los juegos son importantes, sobre todo, en el periodo de aprendizaje, pero también en la edad adulta. El juego es un elemento integrador y socializador. Como con el resto de los placeres, la mala práctica del juego causa desórdenes graves en las personas y en aquellos que las rodean. Lo lúdico debe ser exactamente eso, lúdico.
El placer intelectual, por su parte, está asociado a las actividades del intelecto: la música, la pintura, la escultura, el arte en general, la lectura, la escritura…
Y hablando de escritura, ha sido un enorme placer para mí escribir este artículo y espero que encuentres igualmente placentero leerlo, comentarlo y compartirlo.
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