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Red de Ciudades y Villas Medievales: El Medievo está a la vuelta de la historia

Las once ciudades y villas medievales que conforman la red, transportan al visitante a otra época, sin dejar de disfrutar de las comodidades del presente

Las localidades que conforman la Red de Ciudades y Villas Medievales, son tesoros arquitectónicos que permiten realizar un sorprendente recorrido por la Península Ibérica descubriendo toda la belleza y el misterio que envuelve a la edad media. Once municipios, de entre 600 y 18.000 habitantes, que se unen con el objetivo de promocionar y difundir el legado de un pasado medieval que se ha conservado hasta hoy. Todas ellas, además, están enclavadas en incomparables parajes naturales. Visitándolas, en un recorrido que vertebra la península ibérica de norte a sur, se pueden encontrar autenticas maravillas que no dejarán indiferente al visitante.

Hondarribia es la ciudad de la red situada más al norte y la única costera. Este increíble municipio gipuzkoano es uno de los más visitados del País Vasco. Es singular su pequeño y pintoresco núcleo urbano, bañado por la Bahía de Txingudi, En él destacan su casco histórico amurallado y su antiguo barrio de pescadores. Debido a su ubicación fronteriza, antaño fue objeto de múltiples ataques, así que, con el fin de defender a sus habitantes se construyo una gran muralla que lo rodeaba, de la que se conservan intactos algunos tramos por los que incluso se puede transitar. En la zona alta de la ciudad, intramuros, se encuentran enclaves como el Castillo de Carlos V, la puerta de San Nicolás o la puerta de Santa María, a los que se llega a través de bellísimas calles y plazas adoquinadas.

En la vecina Comunidad Foral de Navarra, está Estella-Lizarra, ciudad monumental nacida al calor del camino de Santiago. En otros tiempos, conocida como “Estella la bella”, sus palacios, casas señoriales, iglesias, conventos, puentes y hermosos edificios conservados hasta la fecha siguen haciendo honor a ese nombre. Ciudad fundada en el año 1090, vivió su máximo esplendor en los siglos XII y XIII, época de la que se conserva el Palacio de los Reyes de Navarra. Callejear por Estella-Lizarra supone descubrir en cualquier rincón palacetes y casonas, o emblemáticos edificios religiosos como la Iglesia de San Pedro de la Rúa o la de San Miguel, con su pórtico tardo románico, del que se dice es el mejor de España en su estilo.

Muy cerca de allí, a sur de la provincia de Álava, dominando el valle de la Rioja Alavesa se encuentra Laguardia. Fundada en el siglo X como defensa del Reino de Navarra, aún conserva su trazado medieval, con tres calles principales, estrechas y alargadas atravesando la población de norte a sur, que se unen entre sí por callejas y plazas, rodeadas por una monumental muralla. Horadada por bodegas y cuevas familiares, sus estrechas calles peatonales, sus puertas de acceso y los restos de las murallas hacen que el visitante se sienta transportado en el tiempo. A ambos extremos de la población se sitúan las iglesias fortificadas de San Juan Bautista y la de Santa María de los Reyes, emblemático edifico en cuyo interior se encuentra un pórtico de piedra del finales del siglo XIV que conserva intacta la policromía del siglo XVII.

Continuando hacia el sur, en la provincia de Soria, al este de la Comunidad de Castilla y León, se alza Almazán “El Fortificado”, ciudad reconquistada por los cristianos en el siglo XI, y plaza motivo de disputa por distintos reyes castellanos y aragoneses por la importancia de su emplazamiento. La villa se encuentra situada en el centro de Castilla en un paraje de colinas repleto de restos históricos. Rodeada por extraordinarias construcciones monumentales, su Plaza Mayor es un claro ejemplo de “plaza castellana”, situada en lo alto de una atalaya y al borde del rio Duero, y comparte protagonismo con la Muralla y la iglesia de San Miguel, ambos del siglo XII, y el Palacio de los Hurtado de Mendoza del siglo XV. Actualmente cuenta con dos imponentes miradores de acero y madera, el de Postigo de San Miguel y el de la Ronda del Duero, que se integran respetuosamente en el casco histórico.

En la provincia de Guadalajara, a medio camino entre la alcarria y la Sierra Norte, está Sigüenza. Ciudad secular, habitada sucesivamente por celtíberos, romanos, visigodos y musulmanes, fue reconquistada por Bernardo de Agén, convirtiéndose desde entonces en sede episcopal. En ella destacan, su Castillo, antigua alcazaba árabe y posteriormente residencia de obispos, que hoy es Parador Nacional, su Catedral Fortaleza y su Plaza Mayor. Además, sus calles están repletas de edificios civiles y religiosos de gran belleza. De sus murallas aún se conservan algunos paños y varias de sus puertas. También conocida como la Ciudad del Doncel, por la singular estatua funeraria del emblemático personaje que esculpida en alabastro es una de las más bellas del mundo. Sin olvidar sus travesañas, estrechas calles empedradas que atraviesan su corazón medieval de lado a lado de la ciudad.

En el centro de la península, situado entre la Sierra de Guadarrama y el embalse de Santillana, se encuentra Manzanares el Real. Municipio con importantes reseñas medievales, que alberga una de las fortalezas mejor conservadas de España y muestra de la arquitectura militar castellana del siglo XV. La fortaleza-palacio, de estilo gótico isabelino, obra del arquitecto real Juan Guas es propiedad de la Casa Ducal del Infantado y está administrado por la Comunidad de Madrid. En su estructura destacan el patio porticado y los miradores al embalse de Santillana, el de la galería de Guas y del estrado de damas. Alberga en su interior un centro de interpretación y se han dotado algunas de sus habitaciones con tapices, mobiliario y ricos elementos decorativos. También se conservan, al otro lado del Manzanares, dos muros del Castillo Viejo y otros vestigios históricos.

A pocos kilómetros al sur, en la provincia de Toledo, en la llanura manchega surge Consuegra. Su plaza de España, es el eje de la villa. También la arquitectura religiosa tiene una amplia representación, la ermita del santísimo Cristo de la Veracruz, la iglesia de Santa María la Mayor, con su cripta mudéjar, y un largo etcétera. En lo alto del paisaje se alza su Castillo, perteneciente a la arquitectura militar sanjuanista, con tres recintos defensivos, desde su torre se vislumbra impresionante el paisaje de La Mancha. Y por encima de todo, la villa manchega es conocida por sus molinos de viento, aquellos que inmortalizara Cervantes en la batalla de Don Quijote contra los gigantes. De entre sus monumentos civiles, además de sus magníficas casonas, cabe destacar la Presa Romana, el Alfar o la Tercia.

En el oeste de la península, en un paraje idóneo por sus condiciones geográficas, nace ya en tiempos prehistóricos Ciudad Rodrigo, en ella se han encontrado restos de civilización desde el paleolítico. La ciudad destaca como uno de los principales conjuntos histórico-artísticos del oeste castellano y cuenta con innumerables edificios declarados como BIC (Bienes de Interés Cultural). De la ciudad del Águeda, rio que corre a sus pies, cabe destacar la Catedral de Santa María, que atesora un importante patrimonio en su museo catedralicio, y las murallas. La importancia estratégica de Ciudad Rodrigo justifica la existencia de su muralla como sistema defensivo. Alzada en el siglo XII, el primitivo recinto medieval fue completado en tiempos modernos con un sistema de baluartes, revellines y fosos que le otorgan su característico perfil estrellado.

De las ciudades y villas medievales que conforman la red, la más meridional es Jerez de los Caballeros. Ciudad medieval singular por el blanco de sus casas, se alza dominando la vega del río Ardila, para disfrutar de las vistas de sus espectaculares dehesas, en las estribaciones de Sierra Morena. Sus calles y callejuelas están salpicadas de edificios religiosos, palacios señoriales y casonas. Los templos más importantes de la localidad son la iglesia de San Bartolomé y la de San Miguel, ambas del siglo XV, y la de Santa María de la Encarnación, de origen visigodo. A estos templos se suman ermitas y conventos, en un rico legado religioso. Se cuenta que la Orden del Temple, tuvo en la localidad una de sus capitales, y fue responsable de la construcción de su muralla que llegó a contar con seis puertas de las que hoy en día se conservan dos, la Puerta de la Villa y la de Burgos.

A caballo entre España y Portugal, y fundada por la orden del Temple en el siglo XIII, nace Olivenza, ciudad que fue portuguesa hasta 1801. Sus murallas, su ciudadela medieval o el alcázar son una muestra de la importancia histórica de esta ciudad rayana. La imponente torre del homenaje del castillo formó parte de la primera muralla del siglo XIV, de la que también se conservan algunas puertas. En su interior, como centro neurálgico medieval se sitúa la Plaza de Santa María, en la que se encuentra la Parroquia de Santa María del Castillo. De estilo claramente portugués están la Iglesia de Santa María Magdalena, la Capilla del Hospital y la Santa Casa de la Misericordia, todos ellos edificios con ricos azulejados. Pero si por algo impresiona Olivenza es por su fortificación. La puerta de su cuarta muralla, los baluartes o el foso hacen que quien visita Olivenza se sienta transportado a otra época.

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